El gran reto de ANOET está dentro de ANOET: menos fotos, más coraje

7 de noviembre de 2025/Suertematador.com

La Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos de España ha cambiado de caras, pero está por ver si cambia también de piel. Rafael García Garrido, empresario de Las Ventas bajo el paraguas de Plaza 1, asume la presidencia en un momento en que el toreo no necesita tanto gestión como rumbo. No es un nombramiento cualquiera: por tradición, el sillón de ANOET lo ocupa quien lleva las riendas de la plaza de la calle Alcalá, pero en este caso, el reto va más allá de la costumbre. Garrido llega con la tarea de unir lo que en los últimos años se deshilachó, y de devolver a la patronal un peso institucional que hace tiempo se evaporó entre comunicados de compromiso y silencios calculados.

A su lado, nombres de peso: Ramón Valencia (Pagés) y Óscar Martínez Labiano (BMF) como vicepresidentes, y un grupo de vocales solventes —Lloret, García, Carmelo García y Garzón— que completan una Junta tan representativa como exigida. Porque la foto puede quedar medio apañada, pero el problema no es de encuadre: es de propósito.

Y ahí es donde empiezan las dudas. Porque Ramón Valencia no sería nadie si no tuviera Sevilla; la plaza lo sostiene a él, no al revés (aunque los maestrantes parezcan empeñados en demostrar lo contrario). Su concepto de la modernidad cabe en una cuartilla amarillenta, y su afición a los toros es tan discutible que basta verlo —o escucharlo— para entender que lo suyo es el negocio -otro negocio-, no la pasión. De toros, poco; de taquillas, lo justo para seguir manteniendo el sillón. Y Óscar Chopera, el otro pilar de la vicepresidencia, parece más preocupado por jubilarse con holgura que por reflotar nada. Espera paciente a que el grupo que compró el legado de su padre obre el milagro -en ello está- de resucitar Bilbao, esa plaza que todavía le da derecho a asiento en la foto institucional. Entre ambos forman un espejo perfecto de la tauromaquia empresarial: un pasado que se resiste a marcharse y un futuro que nadie parece dispuesto a construir.

Porque el propósito debería estar claro. En una tauromaquia estrangulada por pliegos leoninos, burocracias asfixiantes y diputaciones que confunden gestión cultural con expolio institucional, la patronal no puede seguir actuando como si fuera un sindicato de lamentos. Las administraciones siguen montando ferias con cánones imposibles, concursos amañados y condiciones que exprimen al empresario hasta dejarlo sin aire… y el aire que falta, al final, lo paga el aficionado en la taquilla. Y el empresario que acude a la llamada del político que ‘espacha’ -como se llamaba en los pueblos a dar de comer a los animales- está dando la razón a la avaricia ilimitada de los que exigen como si la plaza fuese de su propiedad, y no de la de su pueblo.

Ahí están los ejemplos: Málaga, con un pliego que está a la espera del dictamen del Tribunal Administrativo tras ser recurrido por excluir no a empresas solventes, sino a las empresas que gestionan las dos plazas más importantes del mundo; Zaragoza, convertida en una subasta al mejor postor político; o Albacete, Alicante y Cáceres, donde los pliegos parecen redactados por alguien que no ha pisado una plaza en su vida. Cada euro de canon abusivo lo paga quien pasa por taquilla. Y eso no lo puede consentir quien dice representar al sector. Porque esto es una patronal, y en ella debe defenderse al empresario y el pan de su casa, no los apaños para calcular márgenes que libren de la ‘corná’.

ANOET necesita menos discursos y más firmeza. No basta con ocupar cargos: hay que ejercerlos con autoridad moral y capacidad de influencia. Si los empresarios fuertes siguen entrando en concursos que saben inviables, serán cómplices de su propio verdugo. La unidad de acción es la única herramienta para frenar un saqueo institucional que amenaza la viabilidad del toreo desde dentro. Y si no se atreven, mejor cerrar la persiana y dejar de fingir que hay una patronal.

Garrido tiene una oportunidad —y una responsabilidad— que no tuvo nadie en los últimos años: la de convertir ANOET en una voz firme, no en una mesa camilla donde se reparten silencios. Es verdad que mal empieza sentando a derecha e izquierda a los mismos que trajeron al sistema a esta situación, pero las plazas que representan les otorgan aún ciertos privilegios por los que a lo mejor habría que empezar a cambiar tal vez conviertiendo la institución en una entidad democrática y del siglo XXI. El tiempo dirá si este nuevo mandato sirve para levantar la voz o para seguir haciéndole el juego a quienes confunden la Fiesta con una licitación administrativa.

Porque el toreo no se subasta. Se defiende. Y si alguien no lo entiende así, que se dedique a la construcción -por ejemplo-, que es mucho más lucrativa. (CULTORO)

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