28 de enero de 2021/ Rubén Darío Villafraz
La corrida de este viernes en Pueblo Nuevo tuvo dos claros protagonistas. Una fue la nobleza y boyante recorrido de un toro remiendo del hierro de los Herederos de don Juan Campolargo, así como la brillante faena que se inventó con este toro el espada debutante extremeño José Garrido. Ambos colocaron emoción a una tarde anodina, producto del escaso juego y transmisión que los toros del hierro titular de Los Aránguez ofrecieron en los siete actos restantes de la larga función taurina que nos ocupa en la presente crónica.
Desde salida de toriles se intuía que «El Legado», nombre del toro en mención, iba a ofrecer. Su alegre salida de toriles, rematando en los burladeros, así como el largo viaje en los vuelos del capote de Garrido dejaron la estela que algo distinto se barruntaba a lo que hasta el momento se había visto. El medido puyazo del varilarguero Rene Quintana, así como el único y buen par de rehiletes de Eduardo Graterol dejaron todo servido para que en la muleta Garrido se explayara en una faena a modo y en tipo de lo que exigía el toro. Primero distancia en los inicios de tanda, luego la media altura y el temple preciso para no estropear la embestida almibarada y noblota del ejemplar, un dechado donde el torero antes señalado se destapó a torear a gusto, en especial de la tercera tanda en adelante, donde dejaría en evidencia las claras condiciones del burel. Soberbio fue por naturales, y más aún lo fue en las entradas y salidas entre tanda y tanda, donde la variedad sirvió de colirio a los presentes ante la monotonía que había imperado en las lidias anteriores.
Un punto y aparte del trasteo vino ser cuando se disponía a despachar José Garrido al toro. La unanimidad de la petición del indulto pocas veces se había visto en esta plaza, a tal punto que hasta en tres ocasiones se perfilaría en corto y por derecho para despenarle. Pero la insistencia crecía más y más, hasta que se volvió un clamor, razón por la que el palco presidencial no tuvo opción que conceder un indulto que lejos del anterior de este mismo hierro del día anterior, este sí es válido, por la calidad de la embestida como también por el nivel de la faena. Dos orejas simbólicas que pasearía entre el jolgorio de un público extasiado por lo visto lo que se permitía un Garrido pleno de gran emoción.
El resto de la corrida transcurriría entre el tedio y aburrimiento de un lote de Los Aránguez por momentos destinada al despeñadero por la falta de raza y en especial casta. Sí bien el propio Garrido había cortado la oreja de su primer astado del lote, esta vino por la voluntad y ganas de agradar del torero extremeño, quien se luciría limando las ásperas embestidas el animal que luego ser tornarían cortas y violentas con los engaños, donde hubo una dosis de temple extra para no cortar las pocas posibilidades que tenia de lucimiento el animal. Similares cotas se le vieron en el breve toreo por naturales, antes que dejara una estocada entera, ligeramente traserita y tendida para que el certero puntillazo de Eliecer Paredes llevara a sus manos la oreja, la única que con el acero se cortó y paseó en la tarde.
Mala fortuna tuvo Domingo López Chaves con el lote que pechó en suerte. El que abrió plaza fue todo un galimatías de complicaciones, violentas arrancadas, siempre defendiéndose, lo que hizo que el torero salmantino estuviera siempre a la defensiva de las toscas embestidas del animal. La brevedad con la que le mandó a las mulillas se agradeció con palmas al final del mismo.
Su segundo fue otro dije, que a pesar de las ganas, poco dijo y dejo opciones al menudo coleta charro. La larga cambiada en el tercio y el inicio rodillas en tierra de poco sirvieron ante el nulo recorrido y poca entrega con las telas del burel, lo que hizo que al tercer viaje con el acero se lo quitara de en medio, siendo silenciado.
Por su parte Álvaro Lorenzo, en sustitución del sevillano Manuel Escribano y debutante en ruedos nacionales, también pecharía con limitadas opciones, como fueron las del tercero, quien siempre marcaria querencia en tablas. Anduvo fácil, siempre bien colocado, pero a la embestida del toro le faltaba el ángel de la transmisión, la que lleva emoción a los tendidos. Ello faltó de allí que por la derecha y por la zurda el trasteo muleteril fuera insulso y descafeinado a tal punto que por momentos pareció que le alargó más de la cuenta. Las luquecinas finales dieron punto y final a una actuación que emborronó con la espada tras dos viajes con el acero toricida, recibiendo palmas.
Su segundo igualmente poco dijo en una labor donde no quedó duda de la gran facilidad y entrega del torero por agradar, pero es que con toros de embestidas tan agarradas al piso, poco se puede hacer. En la retina quedarían series de muletazos aislados pero faltos del común denominador del encierro, la bravura y emoción del toro que se entrega a las telas. El espadazo trasero y tendido fue suficiente para mandar a las mulillas tan escaso material para el lucimiento de un torero el cual se le queda ganas por verle con mejor genero bovino.
La papeleta más difícil le toco pechar al torero local Antonio Suarez. Difícil prueba que le tocó al novel espada quien en su primero se encontró con un género a contra estilo, siempre cortando el viaje y marcando querencia a tablas. Por momentos se le vió en apuros que supo resolver Suarez, para tras dos pinchazos y estocada caída y delantera quitándoselo de en medio, recibiendo palmas al final del mismo.
Lo del cierra plaza fue el culmen de lo visto a lo largo de la tarde. Violento y siempre a la defensiva el astado no permitiría ningún atisbo de expresarse a gusto al joven médico torero, quien sabiamente optaría cortar por lo sano, encontrándose con la defensiva actitud de un morlaco que le llevó por la calle de en medio a tal punto de no permitirle despenarle con el acero ni con el verduguillo, escuchando los tres recados presidenciales y con ello cerrarse de esta manera una tarde, donde si no es por el toro remiendo del hierro de Campolargo, estuviéramos contando una tarde sin mucha historia que desgranar.
San Cristóbal (Venezuela). Viernes 28 de enero de 2022. II corrida de la LVII Feria de San Sebastián. Siete toros de Los Aránguez (Jesús Riera), correctos de presentación, faltos de raza y casta, además de adoleciendo de fuerzas. De remiendo del lote se corrió un toro de Campolargo (6º) bien presentado, noble y a más en los engaños, el cual fue indultado, llevando por nombre El Legado, n° 257 de 450 kilos. Domingo López Chaves (azul marino y oro con cabos blancos), palmas y silencio; José Garrido (caldero y oro con cabos blancos), oreja y dos orejas simbólicas; Álvaro Lorenzo (tabaco y oro con cabos blancos), palmas y silencio; Antonio Suárez (sangre de toro y oro con cabos blancos), palmas y silencio tras tres avisos. Entrada: Más de un cuarto. Destacaron en banderillas nuevamente Francisco “Chico”, Carlos Pizzuto y Ramón Contreras, y en varas Alfredo Guimerá. Excelente desempeño del puntillero Eliecer Paredes.