Cincuentenarios triunfos de Mimiahuápam y Curro Rivera, en Madrid 

En 1971 se presentó la dehesa dando un gran espectáculo por su notable bravura. Y el matador, en 1972, cortó cuatro orejas, saliendo en hombros 

22 de mayo de 2022/Adiel Armando Bolio 

Este domingo 22 de mayo de 2022 se cumplen, respectivamente, 51 y 50 años de dos tardes relevantes en la historia de la Fiesta de los Toros a nivel mundial y, por ende, a título nacional, en plena Feria de San Isidro, en el coso Monumental de Las Ventas de Madrid, nos referimos, en el mismo orden, a la gran presentación de la ganadería de San Miguel de Mimiahuápam y al resonante triunfo de Curro Rivera que le hizo abrir la Puerta Grande. 

Así que, primeramente, recordamos que se están cumpliendo 51 años de que una ganadería mexicana lidiara un encierro completo nada más y nada menos que en el coso Monumental de Las Ventas de Madrid y en el marco de la famosa Feria de San Isidro de 1971. 

Fue entonces don Luis Barroso Barona, propietario en aquel momento de la citada dehesa, quien envió un encierro completo ese 22 de mayo, un suceso que, sin duda, hizo historia y que comenzó cuando un año antes (a principios de 1970) llegaron los toros a la finca andaluza de Los Alburejos, propiedad de don Álvaro Domecq y Díez, para aclimatarse y ponerse para su debut en el ruedo madrileño de Las Ventas, en plena isidrada de 1971. 

Tal y como se acordó en el contrato, gracias a las gestiones entre don Álvaro Domecq y Díez y don Antonio Ariza Cañadillas, el encierro de la divisa en morado y amarillo se envió por barco, de Veracruz a Cádiz. Reza la bitácora del viaje que el capitán de la nave acuática “Camino”, como no pudo cumplir con la ruta establecida debido a que en Veracruz no hubo carga, decidió irse a Colombia, luego a Venezuela, para después llegar a Santander y así arribar a Cádiz, por lo que el viaje que estaba programado para unos días, terminó siendo de todo un mes. 

Se cuenta que para que esto se lograra, fue primordial la intervención del novillero norteamericano Diego O’ Bolguer, quien se echó a cuestas con gran esmero el cuidado del ganado durante toda la larga travesía. Los toros iban ubicados en cómodos cajones y durante el viaje fue necesario bañarlos a diario y, por supuesto, llevar a cabo de manera coordinada la aplicación del agua y la comida, todo con la intención de conservarlos en peso para que llegaran en óptimas condiciones. 

Aun así, lo pesado, tedioso y largo del viaje que no estaba calculado, se dice, provocó serios estragos en los siete astados enviados, los cuales llegaron a España en pésimas condiciones y, por supuesto, no aptos para ser lidiados en el serial de San Isidro del 70. De ahí la gentil aceptación de los señores Domecq -padre e hijo- para que los toros se quedaran en Los Alburejos durante un año con el propósito de recuperarse y volverse a poner con todo el tiempo disponible, lo que así sucedió pues los ejemplares recobraron su fortaleza, su peso, su trapío y fina estampa, respondiendo así todos y cada uno de los toros a su buena crianza y genética. 

De esta manera, gracias a los pastos del campo bravo andaluz, el encierro se puso en condiciones idóneas para ser lidiados entonces el 22 de mayo de 1971 en el marco de la afamada Feria de San Isidro, en el ruedo del coso Monumental de Las Ventas de Madrid, siendo los encargados de pasaportar este hato, el madrileño Victoriano Valencia, el mexicano Antonio Lomelín y el sanluqueño José Luis Parada.

Se apunta también que en el reconocimiento, previo al sorteo o apartado de los astados, no hubo problema alguno y por ello los históricos bureles de San Miguel de Mimiahuápam salieron en el siguiente orden: Abrió plaza el toro marcado con el número 21, de nombre “Hermano”; como segundo, el 22, “Cariñoso”; en tercer sitio, el 14, “Manito”; de cuarto, el 33, “Amistoso”, que mereció la vuelta al ruedo; en quinto lugar, el 58, “Cuate” y cerró el festejo el ejemplar herrado con el número 39, llamado “Amigo”. Todos cumplieron de manera sobrada en el caballo, con notable bravura y siendo reconocido su juego. 

Fue el mexicano Antonio Lomelín, quién al segundo astado, “Cariñoso”, le logró cortar una valiosa oreja, la única del festejo. En su segundo, el quinto, “Cuate”, el espada porteño recorrió el anillo venteño con fuerte petición de oreja que la presidencia no quiso conceder y por ello fue abroncado. Al cuarto, “Amistoso”, primero de Valencia, se le dio la vuelta al ruedo a sus despojos. 

Sin duda, se asevera, que los aficionados de esa tarde disfrutaron de un gran espectáculo, sobre todo, por la movilidad de los toros, lo que hizo más claro el triunfo de la divisa mexicana en suelo ibérico. 

Y, por si fuera poco, se señala además que, uno de los toros que conformaban el encierro y que no se lidió, el número 45, de nombre “Compadre”, se quedó como semental en la finca de Los Alburejos y por ello se le cambió el nombre a “El Mexicano”, lo que se constituyó en un caso único en la historia del toreo y del toro de lidia pues lo normal que es que la simiente llegará a América procedente de España y no a la inversa, tal y como sucedió en tan singular ocasión. 

CUATRO OREJAS EN LAS VENTAS 

Por otra parte, este mismo domingo 22 de mayo, pero de 1972, hace 50 años, el añorado matador de toros Curro Rivera logró la que al final de cuentas sería su única salida en hombros por la Puerta Grande del coso Monumental de Las Ventas de Madrid, al cortar cuatro orejas a los toros “Cigarrero”, marcado con el número 64 y con 520 kilos y “Pitito”, número 23 y con 531, ambos de la dehesa de Atanasio Fernández Iglesias. 

Esa tarde, Curro alternó con Andrés Vázquez y el jienense Sebastián Palomo “Linares”, éste último siendo favorecido por la presidencia del festejo, según reza la historia, al haberle otorgado un rabo para restarle mérito a lo logrado por el mexicano. 

Y se dice que esta fue su única salida en volandas en Madrid ya que, previo a este compromiso, el 3 de junio de 1971, logró cortar una oreja a “Grajador” y otra a “Niño”, los dos astados de Felipe Bartolomé, por lo que tenía ganada la salida en hombros, pero como la corrida fue la de la Beneficencia, Curro tuvo que subir al palco real a saludar al caudillo Francisco Franco. 

Es así como Curro Rivera llegó a sumar 10 corridas venteñas, con el corte de nueve orejas. 

DATO 

Antonio Lomelín fue quien “tocó pelo” de San Miguel de Mimiahuápam y Curro Rivera logró la hazaña de obtener cuatro orejas y salir en hombros 

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