6 de octubre de 2023/Patricia Prudencio Muñoz / Fotos: Emilio Méndez
La plaza de toros de Las Ventas acogía una corrida de toros en la que Sebastián Castella, Paco Ureña y Ginés Marín se midieron a los astados de Victoriano del Río y Toros de Cortés. Fue el encierro el que marcó la tarde, con toros sin emoción, sin contenido en sus embestidas, manseando y sellando la historia con un quinto de banderillas negras. El cuarto, al menos, fue un manso con clase que terminó rompiendo en la franela y que terminó por rajarse. No hubo grandes toros. Castella y Ureña dejaron una vuelta al ruedo con los de Toros de Cortés, el cuarto y el quinto, lo más complejos de toda la tarde. Castella se impuso con poder, destacando con el segundo de su lote, dejando una faena larga que deslució con la espada. Ureña tuvo al manso y áspero quinto, sin recorrido, pero que llegó al último tercio con mucha menos intensidad, lo que le permitió al diestro dejar matices de imposición, pero sin aceros. Ginés Marín sólo pudo abreviar y pasarlos, encontrando un lote sin contenido.
Sebastián Castella saludó a » Lastimado» en un recibo llevado con pinceladas, con el que dejó algún que otro lance lucido. En el quite de Paco Ureña, que a punto estuvo de llevárselo por delante. La réplica de Castella despertó los tendidos, pasándoselo por la barriga. Se fue a la raya del tercio y lo pasó por estatuarios, alternando pitones y con algún que otro pase cambiado por la espalda, sin rectificar ni un solo milímetro. Se decidió por el pitón izquierdo, adelantándole la mano, echándoselo a la cara. Logró una faena absolutamente ligada en la que no hubo parones, se la dejó puesta y tiró. Por el derecho, pasó algo parecido, mano abajo y el engaño en el hocico. Le dejó la media distancia, cruzándose y trató de repetir las series anteriores. De nuevo en el sitio se lo envolvió a la cintura, con una tanda corta pero con mucho ritmo. Aquel ritmo se fue apagando, el toro seguía pasando, pero sin aquella chispa inicial. Se alargó en doblar.
«Jungla» se frenó en las manos de Paco Ureña, que trazó un saludo breve y escaso con un toro que pronto cantaría. Lo tanteó por abajo y rápidamente perdió las manos. Lo siguió sobre el pitón derecho, dándole salida, muy despacio, sujetándolo, sin terminar de bajarle la mano. Le dio tiempo y sitio, metiéndolo poco a poco en la franela, pero la embestida era irregular, se cruzaba, pero no terminaba de encontrar ese acople con el animal, un animal que le iba soltando la cara. Alargaba y el público ya le pedía el tiempo. Cambió de pitón, pero aquella faena no terminó de tomar vuelo. Cambió la ayuda por la espada y falló en la suerte suprema.
El tercero salió suelto y a pesar de los intentos de Ginés Marín por meterlo en la seda, este salía ajeno. En el tercio de varas acabó derribando al caballo, quedando el piquero contra las tablas. Se alcanzó la faena de muleta y el diestro lo tanteó por abajo, tratando de sujetarlo y sacarlo de tablas. Se decidió a pasarlo por el pitón derecho, pero el toro no continuó, cantó y se le fue directo a la madera. Rajado quiso torearlo en los terrenos que le marcó. No tuvo opciones, lo pasaba sin ningún tipo de entrega por parte del de Victoriano del Río. En la suerte suprema hundió el acero, dejando atrás una faena que trató llevar despacio.
«Devoto» marcaba el ecuador de la tarde en las manos de Ginés Marín. El toro no quiso pelea, no dio la más mínima de opción, no se dejó picar y el público desde los tendidos empezó a pedir el cambio. El animal se recorrió la plaza. En el tercio de banderillas, Viotti se asomó al balcón arriesgando en el último par en el que a punto estuvo de prenderlo. El francés inició la faena por abajo con un tanteo por ambos pitones, aprovechando el ritmo de sus embestidas. No lo paró, lo continuó y se lo envolvió a su alrededor. Fue este el inició que despertó a los tendidos, siendo muy ovacionado. Pasaba largo y Castella lo aprovechó, dándole aire. Continuó sobre el pitón derecho, entregándose y rompiendo en la franela, encontrando en el manso una embestida con clase. Le bajó la mano, cambió al natural, dejándole los vuelos en el hocico y tirando del animal con suavidad. Selló la mejor faena de la tarde. El de Toros de Cortés, respondió con prontitud y codicia ante el poder y determinación del francés. Planeó en la tela, vistiendo una faena de premio en las manos de un Sebastián Castella muy templado y asentado con el, un toro del que nadie se esperaba nada. A pesar de que el último tercio se prolongó, el animal seguía embistiendo en el engaño. Cerró por manoletinas y una estocada fallida.
Salió el quinto, un toro de Toros de Cortés, al que Paco Ureña no pudo recibir, a pesar de que el diestro fuera tras el para intentar meterlo en la seda. Lo llevó y trató de enseñarlo a embestir. Llegó el tercio de varas y el animal huía, no quería pelea. Al final se le acabó banderilleando con banderillas negras. Ureña, alcanzada la faena de muleta, lo trasteó y sacó de tablas, llevándolo a los medios, alejado de las querencias. La embestida no era excesivamente larga, pero pasaba, acometiendo por abajo y obediencia ante las demandas del diestro. El toro tenía sus teclas, miraba y le soltaba la cara en mitad del muletazo. Le dio tiempo y sitio para después volver sobre aquel pitón. Cambió al izquierdo, sorprendiéndole, directo a por la franela. Ureña se cruzó e insistió al natural en una tanda complicada y exigente. Recuperó la mano derecha, cruzándose, tocándolo y abriéndolo, pasándolo uno a uno. Culminó la faena y fue directo a por la espada. En la suerte suprema, el animal le echó la cara arriba y prendió por el chaleco. Tras unos instantes de incertidumbre, se recompuso y volvió a intentar la suerte. Sin embargo, el de Toros de Cortés doblaría con el golpe de cruceta.
Cerraba la tarde «Pudoroso», al que Ginés Marín saludó con alguna que otra pincelada en la seda. Lo trasteó por abajo, ganándole terreno, sacándolo del tercio. Siguió al natural, uno a uno, así que no tardó en montar la muleta sobre la mano derecha. Lo pasó, pero sin emoción en las embestidas, lo buscaba y lo pasaba, pero no encontraba el acople con el sexto. Siguió alternando pitones, toreando al natural echándole los vuelos a la cara con suavidad, tratando de encauzar una embestida carente de contenido. Se fue directo a por la espada, lo pasó un par de veces y lo colocó en suertes, pero lo pasaportó con el golpe de cruceta.
Madrid. Toros de Victoriano del Río – Toros de Cortés. Fue el encierro el que marcó la tarde, con toros sin emoción, sin contenido en sus embestidas, manseando y sellando la historia con un quinto de banderillas negras. El cuarto, al menos, fue un manso con clase que terminó rompiendo en la franela y que terminó por rajarse. No hubo grandes toros. Sebastián Castella, silencio tras aviso y vuelta al ruedo; Paco Ureña, silencio y vuelta al ruedo tras dos avisos; Ginés Marín, silencio y silencio.