Un oasis extremeño de poder y mano baja en el toreo lento de Perera en Madrid (Fotos)

15 de mayo de 2024/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos Emilio Méndez

El día del Patrón, el día de San Isidro la plaza de toros de Las Ventas se engalana para acoger a un público muy castizo. Los matadores de toros Miguel Ángel Perera, Paco Ureña y Alejandro Fermín, que confirmaba alternativa, se midieron a los ejemplares de la ganadería de El Parralejo. Los animales dejaron un comportamiento deslucido en la tela, sin entrega y de escasa duración. No hubo chispa en sus embestidas, teniendo poca fuerza y soltando la cara en unas salidas de muleta bastante defensivas, en su mayoría. El segundo de la tarde y, quizá que lució algo más, gracias a que Perera, aunque tardó, entendió, imponiéndose a base de poder y mano baja. Con el cuarto lució en el toreo lento y candencioso del extremeño, toreando muy asentado con el animal, pero desluciendo con la espada. Alejandro Fermín puso empeño, estando por encima de las condiciones de su adversario. Hubo entrega en una faena en la que había poco que decir. Ureña tuvo un intenso tira y afloja en el que el toro no le dio opciones. Tampoco las tuvo con el quinto, un toro brusco y sin contenido.

Abría la tarde el confirmante Alejandro Fermín, que bregó al primero de su lote, entre asperezas. Se llevó a cabo la ceremonia de confirmación, con Perera y Ureña como padrino y testigo. Lo metió en la muleta por abajo, llevándolo genuflexo, ganándole terreno para sacarlo del tercio. Le siguió por el derecho, buscándole a pitón contrario, metiéndolo en la franela, empujando la embestida, logrando ahormarla. Le dio tiempo y sitio entre tandas, para después mostrarlo al natural, abriendo el muletazo, dándole salida, manteniéndole la muleta en la cara para darle mayor recorrido, pero sin alcanzar a limpiar el muletazo del todo. Cambió de mano y por el derecho, cada vez se le quedaba más encima, teniendo que parar y recomponer la tanda, ya no pasaba, muy agarrado al piso. Se vino arriba momentáneamente en el inicio, pero ya no quedaba nada de aquello. Siguió alternando pitones, manteniendo una embestida rebrincada y poco uniforme ante la que Alejandro Fermín estuvo firme, tragando en unas distancias muy cortas. En la suerte suprema pinchó y al segundo intento dejó un bajonazo. El toro doblaría con el golpe de cruceta.

Perera saludó con quietud y lucimiento al segundo de la tarde, un toro que pasaba y pasaba, pero suelto. Fue lucido el tercio de quites entre Ureña y Perera. Se alcanzó la faena de muleta, pero antes se cumplía la ceremonia de confirmación. El inicio fue por abajo, pasándolo genuflexo, probándolo por ambos pitones, pero sin poder excederse. Perera se asentó y empezó a pasarlo alrededor de su cintura, tratando de llevar a un toro noble, pero sin chispa ni emoción. Hacía ciertos extraños en la tela, obligando al extremeño a parar aquella «pseudocontinuidad» para poder llevarlo de uno a uno y ordenar la embestida. Al natural fue más de lo mismo, echándole los vuelos con suavidad a la cara y encauzar la embestida para llevarla bien tapada y metida. El toro no se entregó, pero Perera, a base de suavidad consiguió llevarlo largo en una tanda por el pitón izquierdo que fue muy ovacionada. Continuó con la mano izquierda, pareciendo haber entendido aquellas complicadas embestidas, habiendo mayor acople en una faena larga. Recuperó el pitón derecho, enroscándose con el, pero sin limpiar el muletazo a un aninal que siguió el engaño humillando. Fue muletazo a muletazo, pero profundos y determinantes. La estocada quedó mal colocada pero fue efectiva.

Ureña saludó estirándose con despaciosidad al tercero de la tarde. Ureña brindó al empresario y ganadero mexicano Juan Pablo Corona y su esposa, para después disponer  el inicio bajo el tendido del 7, pasándolo por ambos pitones por ayudados, tirando del animal hacia adelante. Continuó por el derecho, con un toro algo incierto en su embestida, saliendo muy rebricado del muletazo. Ureña trató de darle salida y llevarlo a media altura, evitando que protestara o perdiera las manos. Resultó un tira y afloja con un toro que le iba soltando embestidas defensivas, quería pasar pero no daba para más. Se acabó echando y tuvieron que levantarlo. Logró continuar por el izquierdo, sin imponerse y dominar aquellas embestidas bruscas y poco definidas. Dejó algún que otro destello, pero sin terminar de encontrarse con el animal. Mató al segundo intento.

Perera se lo llevó a los medios en el saludo capotero. Al culminar el tercio de banderillas, El Fini y Vicente Herrera fueron ovacionados. Perera brindó al público venteño y se fue directo a por el de El Parralejo, esperándolo en los medios y de rodillas, para pasarlo con un pase cambiado por la espalda en el que tuvo que rectificar para evitar que se lo llevara por delante. Fue un inicio en el que conectó con los tendidos, sin levantarse, aguantando en el sitio, envolviéndoselo al aprovechar la inercia. Tiró del animal y le cambió los terrenos para disponerse sobre el pitón derecho, con una tanda en la que se asentó, pasándolo muy despacio, dibujando la embestida alrededor de su cintura. Llevó en largo a un toro que atendía a las demandas del extremeño, que le puso toda la emoción que el animal no llevaba en su embestida. Toque delantero y fijador, para después arrastrar la embestida con los extremos de la muleta y hacerlo repetir, encontrando una continuidad pausada pero llevada. Llegó el momento de la mano izquierda, por donde el animal se mostró más incierto, sin tener la aceptación de la totalidad de los tendidos. La emoción se iba esfumado y Perera trató de recuperarla con una tanda en la que lo llevó en redondo, apurando las distancias, aprovechando la nobleza y fijeza del animal. Escuchó el aviso antes de entrar a matar, para después dejar una espada efectiva.

Ureña saludó y llevó al quinto y segundo de su lote, metiéndolo en la tela. Llegó la faena de muleta y Ureña le bajó la mano, obligándolo, pero levantándose rápidamente para dejar un inicio breve y ponerse con el animal sobre el pitón derecho. Se le volvía rápido y pasaba con brusquedad, llegando a meterse por dento, por lo que el diestro trató de abrirlo. Le costaba el primer cite, el resto de muletazos venían seguidos, siguiendo la franela, tratando de empujar la embestida. Llevó uno a uno a un toro que la seguía sin entrega ni pulcritud en su embestida, simplemente pasaba. Era bronco y no había mucho que hacer con el, aunque el diestro se empeñó en insistirle mientras el público ya empezaba a protestar. Un pase tras otro sin contenido, en los que le soltaba gañafones.

Cerraba la tarde Alejandro Fermín, que dejó un buen saludo capotero ante un toro suelto. Alejandro Fermín, brindó y lo recibió en la muleta con un trasteo por abajo en el que rápidamente rectificó y empezó a llevarlo por alto, muy despacio, sin moverse del tercio. El toro se le arrancaba en la larga distancia, pero no pudo aprovechar la inercia para ligarlo, pues le soltaba la cara, en una embestida descompuesta. Muy despacio, el diestro reestructuró la faena, jugando con la distancia y los pases, pero sin emoción. No le encontraba las teclas a un toro que a su paso solo le tocaba la tela, desluciendo casa muletazo. Lo intentó al natural, en largo, acompañando todo el recorrido con su cuerpo, pero sin nada que decir. El público le reconoció la entrega y los intentos, pero alargó innecesariamente. Tuvo detalles, detalles empañados por el sexto. No encontró acierto para meterle la espada.

Madrid. Toros de El Parralejo. Los animales dejaron un comportamiento deslucido en la tela, sin entrega y de escasa duración. No hubo chispa en sus embestidas, teniendo poca fuerza y soltando la cara en unas salidas de muleta bastante defensivas, en su mayoría. El segundo de la tarde y, quizá que lució algo más, gracias a que Perera, aunque tardó, entendió, imponiéndose a base de poder y mano baja.  Miguel Ángel Perera, palmas y silencio tras aviso; Paco Ureña, silencio y silencio; Alejandro Fermín, silencio tras aviso y silencio tras aviso.

 

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