Uceda Vargas saluda una ovación junto con El Niño de las Monjas, que también escuchó los tres avisos en una tarde sin contenido en Madrid

11 de agosto de 2024/Patricia Prudencio Muñoz

Las Ventas acogía una novillada en la que Rafael Reyes, El Niño de las Monjas y Uceda Vargas se midieron a los ejemplares de la ganadería de Paloma Sánchez Rico. Los animales fueron nulos, irregulares y escasos, duraron poco en la tela y tenían una embestida bastante irregular. No se entregaron, teniendo muchas complicaciones para ofrecer a los novilleros. Rafael Reyes no terminó de acoplarse con su primero. Con el cuarto dejó una faena larga y sin contenido ante un novillo vacío. El Niño de Las Monjas alargó en una faena en la que insistió y alcanzó a escuchar los tres avisos. Poco pudo añadir en el quinto, que poseía una embestida descompuesta, teniendo que robarle los pases a base de voz y mucha entrega. Uceda Vargas se mantuvo en el tira y afloja con una faena que se iba viniendo a menos. Al sexto lo pasó, lo tanteó y lo intentó pasaportar sin demasiado acierto.

Rafael Reyes bregó al abreplaza, abriéndolo y llevándolo, recogiendo aquella embestida, tratando de ganarle terreno, pero sin poder lucirse. Se alcanzó la faena de muleta, lo tanteó por ambos pitones y le siguió con la mano derecha, sin terminar de acoplarse con un novillo que tenía mejor entrada que salida. Abrió y recogió echándoselo a la espalda. Cambió al pitón derecho, puteándole la tela con aquella embestida tranqueante en la que faltaba uniformidad. No había celo ni continuidad en aquella faena en la que no se llegó a tomar vuelo. Siguió alternando pitones, sin estructurar ni definir su faena. El toro seguía sin humillar, tardando en tomar la tela… se fue a por la espada y falló de la suerte suprema, pasaportándolo con el golpe de cruceta.

El Niño de Las Monjas se fue a la puerta de chiqueros para saludar al primero de su lote. Sin embargo, se hizo esperar pues tardó en ver al novillero, que finalmente pudo recibirlo con una larga cambiada de rodillas, algo que también repitió ya en el tercio. Inició la faena de muleta, pero antes brindó en los medios. Después se acercó al animal y empezó a pasarlo junto a las tablas, ganándole terreno hasta llevárselo fuera del tercio. Continuó por el pitón derecho, pasándolo de uno en uno, con raza e incluso brusquedad, queriendo empujar la embestida. Trató de templar y alargar la embestida con suavidad, sin terminar de bajarle la mano. Lo tocó con firmeza en la cara y tiró de la embestida, encauzándola. Le dio tiempo y sitio antes de empezar a mostrarlo al natural. El novillo tenía una embestida descompuesta y bastante irregular con la que costó dar forma a la faena. Fue un tira y afloja en la que le fue robando los pases. Le metió la espada después de escuchar el primer aviso. Sin embargo, no resultó efectiva y alcanzó a escuchar los tres avisos. Después el toro se echaría, pero terminó por levantarse y tuvieron que salir los cabestros, que tampoco lograron devolverlo a corrales. Después de varios intentos, el animal llegó el solo a la puerta de chiqueros y entró. Ahí dobló y tuvieron que salir las murallas para llevárselo.

Salió el tercero al que recibió Uceda Vargas, con un saludo discreto pero bien llevado. Tras dos largos tercios de varas y banderillas se alcanzó la faena de muleta. El novillero brindó en los medios y desde allí recibió al novillo, que tardó en verlo. Tuvo que atarlo en corto para evitar que saliera suelto, así que le dejó puesta la tela en la cara y tiró del animal ligando un par de muletazos. Su embestida descompuesta deslucía el trazo de Uceda Vargas, que tras aquel inicio montó la franela en su mano derecha y en la media distancia y buscándolo a pitón contrario lo fue llevando. No terminó de templarlo. Logró que pasara a base de acortar distancia y de ponérsela en la cara y tocarlo con brusquedad. Cambió al natural, pero le soltaba la cara, tomando la tela sin uniformidad. Le obligó a pasarlo de uno en uno, sin lucimiento ni ligazón. La faena se fue apagando, con un novillo sin celo ni clase que cada vez se quedaba más corto. Acabó por pasaportarlo después de varios intentos.

Rafael Reyes saludó y llevó al cuarto de la tarde en su capote. El de Paloma Sánchez Rico derribó al picador del caballo, aunque sin aparentes consecuencias. El novillo fue protestado desde el inicio y, de hecho, fue prácticamente imposible banderillearlo. No se le otorgó el cambio y Rafael Reyes lo recibió en la franela, metiéndolo en un trasteo por abajo, sin exigencias, tratando de llevarlo más allá del tercio, pero el animal no se movía. Se decidió por el pitón derecho, buscándolo a pitón contrario y citándolo con la mano adelantada y mucha voz para guiarlo. El animal pasaba sin entrega ni clase, pero pasaba sin completar las tandas. Insistió, aún sabiendo que no tenía opciones, se lo llevó a la cadera y trató de girar sobre su propio eje a, prácticamente, toro parado. Mientras tanto, desde el tendido le protestaban y pedía el tiempo. Ajeno a todo ello, siguió pasándolo uno a uno, junto al tercio, sin emoción en la faena. Incluso quiso mostrarlo al natural, pero no tenía mucho más que añadir el animal.

El Niño de las Monjas se disponía a ir a la puerta de chiqueros, pero sin apenas llegar a los medios, el animal salía sin poder ejecutar esa portagayola. Se desquitó de rodillas, junto a las tablas, recibiéndolo con su capote. Brindó al público y empezó a pasarlo genuflexo bajo los terrenos del tendido siete. Provocó aquella embestida en los primeros compases para después seguirlo por el pitón derecho. No le encontraba la distancia, le costó acoplarse con un novillo que le arremetía por alto y le iba soltando la cara. No había ningún orden en su embestida. Jordi trató de templar y llevarlo con suavidad, pero se descomponía con facilidad y acababa encontrando el cuerpo. Paró, le dio tiempo y sitio para tocarlo con mucha voz y brusquedad en la cara, provocando la embestida. No había clase ni celo, poco podía aportar el de Paloma Sánchez Rico, que ni humilló ni se dejó llevar. Insistió el Niño de las Monjas, robándole las embestidas, obligándolo, marcando el recorrido a base de voz y los constantes toques de muleta en la cara. Le costó encontrar acierto con la espada.

Uceda Vargas saludó al sexto de la tarde. Se alcanzó la faena de muleta y lo pasó por abajo, probándolo por ambos pitones, aunque con cierta dificultad. El cierraplaza le soltaba la cara y se descomponía al final del pase, por lo que dificultaba toda opción de lucimiento. Además, se resistía a pasar, siendo muy reservón y quedándose corto cuando lograba meterlo en el trazo. No hubo orden en aquel inicio de faena, no encontraba la armonía inexistente en aquel novillo de Paloma Sánchez Rico. Se fue a por la espada y trató de pasaportarlo sin demasiado acierto.

Las Ventas. Novillos de Paloma Sánchez Rico. Los animales fueron nulos, irregulares y escasos, duraron poco en la tela y tenían una embestida bastante irregular. No se entregaron, teniendo muchas complicaciones para ofrecer a los novilleros. Rafael Reyes, silencio tras aviso; El Niño de las Monjas, silencio tras tres avisos y saludos; Uceda Vargas, saludos.

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