Apoteósica y apocalíptica actuación de Juan José Padilla que hace seis años le corto una oreja de cada uno de los toros de su lote para salir a hombros en su plaza talismán; una oreja para Pepe Moral, que dejó buenas sensaciones y corrida en la cuerda floja de Fuente Ymbro en una tarde donde estuvo presente Suertematador.com
12 de julio de 2020/Suertematador.com/Fotos: Emilio Méndez
El festejo del 12 de julio de 2014 en la Monumental de Pamplona acabó bien, de lo que pudo terminar muy mal; “se desencadenó la apoteosis por donde planeó el apocalipsis. Y desde esa angustia tal vez se expliquen los abrazos de Ricardo Gallardo en el callejón de su paseos de reo en el corredor de la muerte. Y la exaltación tras la llamada del gobernador que conmuta la pena. Lo que venía a ser cuando la presidencia concedía las orejas… En el alambre la corrida, en la cuerda floja la tarde, la bipolaridad de un sábado estruendoso, la algarabía de una jaula de grillos y las velas desplegadas del Pirata Padilla para botar a la mar del populismo el galeón rendido de Pamplona” escribió en El Mundo Zabala de la Serna.
A Padilla le debe Gallardo ver la botella medio llena. O viceversa, pues no menos cierto es que en sus manos cayeron un espectacular primero de contado poder -¡ay, el poder de los fuenteymbros de papel!- pero de mucha calidad por la mano derecha y un sobrero encastado y humillador por el izquierdo.
Entre los motivos para la alegría, se halló la respuesta de Pepe Moral a la apuesta de la MECA para concederle la sustitución de David Mora. Moral desorejó a un toro del Conde de la Maza en Sevilla el día del Corpus. Antiguamente esto valía un potosí, pero a la antigua funcionan ya pocos valores. Algunos que lo han mamado como Luis Manuel Lozano, que descolgó ‘the first’ el teléfono para anunciarlo en Albacete. Aquel chavalote que vimos triunfar de novillero en Madrid hace una pila de años debutaba ayer como matador en Pamplona y no defraudó a nadie.
Cuando se rajó tan temprano el primero de su lote, pésimamente lidiado al revés, hacia los terrenos de la marcada querencia, quedó un halo de decepción sólo paliado por su eficacia estoqueadora. Y Pepe Moral volvió a refrendar con la espada la esperanzas ante un quinto al que le quedaban 19 días para cumplir los seis años. La edad no se tradujo por potencia. Más bien andaba como puta en tacones por rastrojos. Pero en su corto aliento habitaba la nobleza para viajar con alfileres. La diestra de Moral lo acompasó con mimo y sin quererlo forzar, y aun así el toro se echó en la segunda serie…
El torero de Sevilla lo reflotó para enseñar su templada izquierda cabal. Debió seguir siempre por esa mano. Nunca se encogió y se creció y se descaró con plaza para lo poco toreado que está. Después la estocada que cambiaba el apocalipsis por la apoteosis de una oreja. Y Gallardo se desbocaba de alegría por el callejón. Por el chico también, digo. Porque Ricardo además de apasionado es un hombre inteligente y sabe, seguro, que la corrida dio más motivos para la preocupación que para la celebración. No vengamos luego con el foie…
Padilla se vació en su plaza talismán. De salida, montó un lio a la pamplonesa con el capote como carta de presentación: cuatro largas cambiadas, delantales y una revolera. «¡Illa, illa, illa, Padilla maravilla!», rugían las peñas. Ya venía el toro con las fuerzas en pañales pero a la vez con un tranco galopón que anunciaba calité. Galleó El Ciclón por chicuelinas y quitó por navarras, muy propias, muy sanfermineras. Y banderilleó con la mala fortuna de que un segundo par no se clavó antes del violinazo.
Juan José Padilla, que ha andado volando bajo, entre nuevas operaciones y nuevas desilusiones, resurgía en estado puro, y de rodillas irrumpía en la faena y se sacaba al fuenteymbro más allá de la raya. Entre el prólogo de hinojos y el epílogo también penitente y desplantado, gozó del pitón derecho del toro en sus líneas naturales. El entusiasmo se desató con el estoconazo en los medios, daba igual la colocación. Y Padilla volvió a entregarse a su público y a sus peñas con un sobrero más encastado que ninguno que transmitía y su empleo a izquierdas, por donde no surgieron las aristas de guasa del otro lado. Cuando aparecieron, El Ciclón explotó sus recursos hasta la puerta grande, la apoteosis sobre el apocalipsis.
Fortes se enfundó un pijama chillón que le trajo mal bajío. El elogio para el manejo de las distancias y las inercias con el frenado tercero lo devolvió pesadísimo con el jabonero sexto, que se desfondó a plomo.