El premio y la foto

Reconocer a Morante es de justicia. Despreciar a Talavante y José Tomás, es una ignominia.

28 de octubre de 2021/Paco March

Cuando la temporada 2021 ya se nos aparece por el retrovisor de los recuerdos, un premio y una foto agitan al personal, con las redes sociales como vehículo y altavoz de filias y fobias.

El Premio lo es en mayúsculas, nada menos que el Premio Nacional de Tauromaquia que, dotación económica incluida (exactamente la mitad de los 65000 -ni un cero de más- euros que para el toreo salen de los Presupuestos Generales del Estado),  otorga el Ministerio de Cultura, el mismo que niega el Bono Cultural a los jóvenes si es para gastarlo en los toros. Qué cosas.

Un Premio que ha ido a parar a las toreras manos de Morante de La Puebla, un reconocimiento que se justifica tanto “por la singular personalidad creativa de un artista que recrea y renueva el toreo clásico para el público actual”, como en “su compromiso con la Tauromaquia en un momento tan difícil por la crisis provocada por la COVID-19…desarrollando faenas memorables en las principales plazas españolas”.

Ambos argumentos, la personalidad creativa y el compromiso son las bases sobre las que Morante ha cimentado su temporada y ante las que tanto  admiradores impenitentes como detractores contumaces han caído rendidos. Siendo así y más allá o más acá del merecido Premio, la trascendencia de lo hecho por Morante ya se ha advertido conforme avanzaba la temporada, tanto en él como en otros matadores. Un punto de inflexión tan oportuno como imprescindible, un vuelco al adocenamiento.

Resulta «que otro toreo es posible» y Morante ha abierto esa caja de Pandora. Resulta que Morante es capaz en un mismo toro, en una misma lidia, de pasar de José a Juan pero no para mimetizarse en ellos.

Resulta que aquel Morante camino de convertirse en una caricatura de sí mismo y de quien tomaba como referente, Gallito -el despacho, el sombrero, la vestimenta- es ahora un torero total, omnipresente, que asombra por su valor sereno al servicio de una tauromaquia riquísima en matices y en la que el entendimiento del toro es la piedra filosofal. Y, todo ello, adornado con una torería inmarcesible.

Morante, sin apoderado, dueño de sí mismo, se ha anunciado en casi medio centenar de corridas en plazas de todas las categorías administrativas, en terna, mano a mano o en solitario, con ganaderías y encastes diversos, algunos de ellos en peligro de extinción y siempre con el mismo compromiso con él, con el público, con el toreo.

Un compromiso torero y solidario que le ha llevado a donar la dotación económica de su Premio a la Casa de Misericordia de Pamplona, tan necesitada de ello después de dos años sin sanfermines. Los de 2022, que serán a lo grande, esperan a Morante. Los tendidos de sol y los de sombra sabrán agradecérselo.

Y la foto, con las redes sociales como efecto multiplicador.

Alejandro Talavante y José Tomás (también Joselito) se fueron a un torneo de golf, el II Memorial Joaquín Ramos “Olé tú”, en honor del taurino mirobrigense, tan unido a la carrera de ambos matadores. Y en la cuenta tuitera de Talavante se publicó la foto de marras, con el torero extremeño y el torero de Galapagar con vestimenta informal y- caso de José Tomás- desaliño capilar. Con un texto enigmático: «Falta canela en rama, sobran desfiles». Ardió Troya. Tanto que la  hija de Joaquín Ramos, Triana, tuvo que salir a poner orden, pero ni así.

El referido texto pertenece a una estrofa del tema «Ratones Coloraos», de Joaquín Sabina, que comparte amistad y admiración con Talavante y Tomás, pero las interpretaciones resultaron de lo más chuscas. Hubo (muchos) quien lo utilizó para confrontar la temporada de Morante (esa que le ha valido el Premio ministerial) con la única comparecencia de Talavante, en Arles (tras dos años sin vestirse de luces) y la prolongada ausencia de los ruedos de José Tomás, achacándoles falta de compromiso. No seré yo.

Cá uno es cá uno y ambos van sobrados de personalidad, en el ruedo y en la calle. Pero parece que todo aquello- superfluo, por cierto-  que se sale de la norma (sic) es pecado de lesa tauromaquia. Y aferrarse a dogmas y lugares comunes (la vestimenta, los andares…) superados por el tiempo, el uso y las costumbres, es un lastre.

Reconocer a Morante es de justicia. Despreciar a Talavante y José Tomás, es una ignominia.

El del Premio, los de la foto (ojalá)… otros toreros (también -claro-  ganaderos, empresarios, apoderados), están llamados a que la temporada 2022 sea la de reafirmación del antes mencionado punto de inflexión alcanzado en la que ahora acaba. Con ellos, los medios taurinos y los aficionados, sin estúpidas luchas cainitas, descalificaciones y cerril ombliguismo.

Sólo así ganaremos el (amenazado) futuro de la Fiesta.

Creo. Quiero creer.

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