Resurrección acabó en decepción en Sevilla

La corrida de Juan Pedro; incluidos dos sobreros, lastra el festejo más importante del año en Sevilla. La terna se va de vacío en una tarde en la que la disposición y la entrega fue total

17 de abril de 2022/Pablo López Rioboo

Llegó el día. Era la fecha en la que los toros regresaban a Sevilla en su fecha correspondiente y con el festejo más importante de la temporada, en el que hacían el paseíllo Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado, tres sevillanos que reclaman, además, sevillanía en su toreo. En chiqueros aguardaba la primera de las tres corridas de toros que Juan Pedro Domecq lidia este año en La Maestranza.

Morante saluda una ovación con un Juan Pedro de buena clase y ritmo a zurdas

Tuvo buena condición el primero de Juan Pedro pero al que había que llevar a media alturita, un astado con el trapío y las hechuras que debe tener el toro de Sevilla. Salió sueltecito, embistiendo a su aire en el capote de Morante. Un astado que iba y venía sin emplearse, por el izquierdo si tenía la intención de deslizarse. Quiso en todo momento José Antonio, el cual dejó un torero inicio por alto en el que sobresalieron varios muletazos de gran expresión antes de realizar una faena con pasajes de interés. Los pases por bajo sacándose al toro al tercio fueron pura belleza. Aprovechó el pitón más potable del toro para dejar dos series al natural de fino trazo ante un animal al que había que llevar siempre empapado y metido en los vuelos de la muleta. Lo toreó con gran suavidad y respondió el Juan Pedro. Astado con clase y ritmo a zurdas. Por el derecho había que tragarle más, algo que no arredró a José Antonio. Acertó en terrenos y alturas, siempre buscando que el toro se sintiera a gusto embistiendo. Tras pinchazo y estocada saludó desde el tercio.

Ortega saluda una ovación con el desclasado segundo

Más fino de cabos fue el castaño que hizo segundo, un toro con mayor viveza de salida pero que ya en los capotes dejó claro que no iba a tener la clase de su hermano. Lanceó con suavidad un Ortega que venía inmaculadamente vestido. Lances de cartel ante un toro de irregular embestida. La media a pies juntos fue soberbia. Quitó el sevillano por chicuelinas, lances de mano baja que recordaron al añorado Manzanares. Volvió a cerrar el quite con una media de seda. Todo lo que hace tiene gran prestancia, siempre recogiendo el capote por la esclavina y toreando con las muñecas. El toro tenía la virtud de la movilidad, lo que aprovechó Abraham Neiro para soplarle dos pares que le valieron el reconocimiento de la plaza. Antes había dejado Aguado un quite por chicuelinas marca de la casa. Comenzó su labor al hilo de tablas con la muleta plegada en unos primeros muletazos con buen ritmo. El toro conforme iba perdiendo la movilidad iba enseñando su verdadera condición. No tenía raza para empujar de verdad tras los chismes. Juan anduvo siempre en torero, perfectamente colocado y citando al toro con la panza de la muleta. Pese a la falta de clase del astado Ortega le planteó una faena con la premisa del temple, pero el toro no correspondió a la entrega del torero. Tras pasaportar al animal saludó desde el tercio.

Silenciado Aguado con un sobrero de Juan Pedro que nunca se entregó

Tras devolverse al precioso tercero de la tarde salió un sobrero con el hierro, un astado acapachado y cornalón. Se lo sacó toreando el sevillano hasta casi la boca de riego en un saludo capotero a la verónica. Destacaron dos dentro de la docena que recetó. Siempre toreando con las dos manos y jugando con las muñecas, enganchando al animal adelante y soltándolo atrás. Quiere hacerlo tan despacio que hay veces que de tanto dormirse el lance le sale algo atropellado. Se midió al toro en el jaco antes que Iván García dejase un último par brillante. Comenzó abriéndole los caminos, siempre por la vía de la suavidad. A zurdas venía dormido, por lo que era fundamental pulsearlo y darle toques fijadores. A derechas si pudo dejar muletazos sueltos en los que se vio ese concepto de enganchar adelante y soltar atrás. Pese a la condición del astado Aguado busco llevárselo siempre tras la cadera y no abusar de la línea recta, pero no había agua en el pozo, la casta del Juan Pedro estaba bajo mínimos. Abrevió y tras dar muerte al castaño de Juan Pedro fue silenciado.

Morante abrevia con el desclasado sobrero de Virgen María y es silenciado

Tampoco levantó la tarde con el sobrero de Virgen María, un toro que nunca se fue tras los vuelos y con el que estuvo poco más que discreto el de la Puebla. Se volvió en las manos en los lances de capote, para llegar a la muleta evidenciando que todo lo que se le hiciera tenía que ser a su favor. Inició agarrado a tablas en un comienzo de faena a la antigua. Pero todo fue un espejismo, Morante ya había decidido despachar al animal. El de Virgen María tenía defectos, pero José Antonio en vez de limarlos se contagió del hastío de la tarde. Todo fueron muletazos por alto, con aroma y recuerdos de primeros de siglo, pero a la contra de un toro que no quería nada por alto. Mató de estocada baja y fue silenciado.

Silenciado Ortega con otro Juan Pedro vacío de casta

Tampoco dio opciones el quinto de Juan Pedro, un animal descastado que no puso lo más mínimo para que Ortega pudiera hilvanar faena. Juan realiza un toreo de suavidad, colocándose siempre semi de frente y cogiendo la muleta por el centro del palillo. Dibujó muletazos sueltos pero faltó continuidad en el astado. No hubo toro. La gente andaba desesperada ante otra faena en la que los toreros no encontraron oponente. Tras pinchazo y estocada algo caída fue silenciado.

Silenciado Aguado con un sexto de buena clase y entrega pero limitado en su fortaleza

El sexto de la tarde fue el animal de mayor clase y entrega del encierro. Un toro que siempre quiso tomar los vuelos, pero el cual no tenía la fuerza necesaria para empujar de verdad con los riñones. Compuso la figura en los lances a la verónica, recordó al maestro Pepe Luis en unos pasajes el los que acompañó al astado con las dos manos. Los vacía, se recrea, siempre llevando al animal muy toreado con la mano de fuera y partiendo la cintura. Pero el punto álgido vino en el duelo de quites con Morante. El cigarrero dejó lances con la premisa de la suavidad, muy encajado y sacando el pecho. La media fue de cartel. Por su parte Aguado hizo un quite a pies juntos. Entremezcló verónicas y delantales en lances en los que siempre llevó enganchado al toro. Utiliza el capote como si fuera una muleta; toreando con las palmas de la manos. La media tuvo gran sabor. Pero el toro no aguantó, Aguado intentó acariciar la embestida a media altura, pero el toro no podía con su alma. Quería más que podía un astado que siempre tuvo la intención de humillar e irse tras los vuelos. Todo se vino a bajo y la faena quedó en silencio. Esta vez el paracaídas no se abrió y la tarde acabó de una forma que nadie deseaba.

FICHA DEL FESTEJO

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Corrida del Domingo de Resurrección. No hay billetes.

Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados dentro de la seriedad que demanda Sevilla, pero vacíos de raza y sin un mínimo de emoción en su nobleza, y un sobrero de Virgen María, cuarto bis, deslucido y sin entrega ni clase.

Morante de la Puebla: ovación con saludos y silencio

Juan Ortega: Ovación con saludos y silencio

Pablo Aguado: Silencio en ambos

 

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