El mexicano resultó herido en una novillada con astados interesantes de Los Maños y en la que ni Carlos Domínguez ni Guillermo García puntuaron
9 de mayo de 2022/David Jaramillo/Foto: Pablo Ramos
Ninguno de los tres novilleros habían pisado el ruedo venteño vestidos de luces y se aventuraba que San Isidro podría demasiado compromiso para la terna. La feria y los ladrillos pesan. Aunque, para ser sinceros, el compromiso no le vino grande a ninguno, pero hubo uno, el mexicano Arturo Gilio, que no sólo no le pesó la tarde sino que se dejó ver hecho como torero, con personalidad y capacidad suficientes para llegar lejos en esto, más allá de que la cornada y la frialdad del público durante toda la tarde, dejará su paso por Madrid con sólo ovaciones en la ficha. Mereció más, mucho más. Sobre todo porque no necesitó de alardes para demostrar el toreo que lleva dentro. Uno asentado y profundo, pero también variado y vistoso, valiente, acompasado y sincero.
Ya lo enseñó con el segundo, que salió atento a todo, o a nada, y que enseñaba las puntitas al cielo en su escasa presencia y que se dejó pegar en el caballo, antes de acudir con ritmo al templado quite por delantales de Guillermo García. Más centrado en banderillas, llegó al último tercio con tanto recorrido como poca clase, sobre todo por la falta de humillación y ese derrote arriba al final de⁸ cada viaje. Sin embargo, Arturo Gilio se mostró puesto y dispuesto, siempre supo qué hacer para resolver cada reto que el novillo le planteó. Primero, con excelente colocación y toques justos para encelarlo, después exigiendo por abajo, con muchísimo temple, para evitar el molesto derrote y, finalmente, dejándole las telas en la cara para que el novillo no perdiera el objeto y repitiera los viajes con ritmo e intensidad. Faena inteligente, entonada y con detalles de gusto a la que le faltó esa serie rotunda que pusiera firma a todo el conjunto, más allá de que la buena estocada liberará algunos pañuelos que pidieron el trofeo, que finalmente se quedó en una sonora ovación tras aviso.
La falta de fuerza condicionó la lidia del quinto, que no pocas veces dobló las manos, aunque se encontró con un Arturo Gilio muy hecho que supo, no sólo cuidarlo, sino potenciarle las virtudes de la humillación, la fijeza y ese ritmo mexicano en su embestida, torrándolo en corto, con los pitones muy cosidos a la muleta, muy despacio y siempre atrás de la cadera, dándole profundidad a la embestidas, con ligazón y también con ese punto de variedad que le puso color a series buenas de verdad por ambos pitones. Llevaba camino de premio la faena, pero justo cuando preparaba al novillo para igualarlo para entrar a matar, se oe quedó debajo de la muleta y lo enganchó violentamente por la pierna izquierda, atravesándolo con el pitón y enviándolo a la enfermería. Una pena, pues merecía firmar la sería tarde de toros que dio el mexicano. Fue Carlos Domínguez quien finiquitó al novillo, pero la ovación fue para el mexicano herido. Un torero que Madrid debe volver a ver.
Suelta pero alegre fue la embestida del primero que una vez encelado (ya mostró señas de calidad en un templado y cadencioso quite por gaoneras de Arturo Gilio), respondió con fijeza y recorrido en la muleta de Carlos Domínguez, la misma que adquirió más vuelo por la izquierda, aunque sacrificando el gobierno de la embestida y, a veces, el temple, pues no pocas veces los pitones del de Los Maños alcanzaron la franela. Es cierto que si hubiera obligado más, bajando la mano y trayéndolo muy embebido en la muleta, probablemente el novillo hubiese entregado la cuchara, pero esa falta de control de la faena pudo pesar en su contra a la hora de evaluar el conjunto, por mucho que hubiese dejado varios muletazos de valor, como un larguísimo natural, un profundo derechazo y un muy bien pasé de pecho. Una estocada, tras un pinchazo hondo, dejó en silencio su labor.
Más cuajado y hecho estaba el cuarto, que empujó con más decisión en el peto, pero que llegó a la muleta sin chispa. A su favor, la humillación y ese templado ritmo en el enclasado viaje. Pero la vibración, que se hizo escasa con la falta de raza del novillo, tenía que correr a cargo del novillero, si queria que aquello subiera con fuerza a los tendidos. Sin embargo, a pesar de os buenos muletazos aislados que consiguió, sobró academia y faltó fibra. Mató de estocada y varios descabellos.
No prometió mucho el tercero en el peto, pues se dejó pegar, derrotó sin clase y salió suelto en los tres encuentros (sólo en dos le metoeronblas cuerdas) y, lo cierto, es que poco tuvo para ofrecer en la muleta, más allá de embestidas rectas, a media altura y sin mucha transmisión, aunque con eso, un punto de fijeza y obediencia, sí que se podía haber construido una faena de más calado que la que consiguió Guillermo García, que lo pasó por ambos pitones con tanta solvencia como poca gracia, diluyendo su labor en un conjunto de muletazos que poco aportaron al conjunto. Una estocada entera selló su presentación ennesta plaza.
El sexto fue el menos potable de la tarde, pues sus reservas a ka hora de acometer y su escaso recorrido fueron suficiente obstáculo para que Guillermo García pudiera sacar lo mejor de sí. Se esforzó y en algún momento llegó a desmayar el trazo, pero la faltabde poder del novillo impidió que la faena pudiera seguir por esos derroteros. García porfió, pero poco pudo hacer, más que matarlo por arriba antes de cerrar la tarde en silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Segunda de la Feria de San Isidro. Novillada con picadores. 14.270 espectadores.
Novillos de Los Maños, escasos de presencia los tres primeros y con más movilidad. Más cuajado los otros tres, aunque con menos prestaciones, dentro de la fijeza y la nobleza que todos demostraron.