Oda al toreo: el día que Morante tocó el cielo con las manos en Sevilla

Una corrida de Matilla de escaso juego lastra las opciones de la terna, únicamente Morante supo encontrar el fondo escaso de bravura que tenían los astados salmantinos.

24 de septiembre de 2022/Pablo López Rioboo/Fotos: Emilio Méndez

Y Morante se retiró a pie, sonriente, agradecido ante una afición que le esperaba, sin fruncir el ceño tras pinchar la faena de su vida. Salía contento, con paso firme y la montera calada. Sabía que había rozado el cielo con las manos, que había entregado su alma ante la embestida costosa de un Matilla sin un ápice de entrega en sus embestidas. Fue el claro ejemplo de querer es poder, de la fe inquebrantable de un torero que hoy por fin había conseguido aquello que tanto buscaba. Poco amigo de la embestida dócil y facilona, hoy le entregó su vida a un toro con mirada felina y movilidad díscola. Únicamente la espada le privó del corte de los máximos trofeos, si, leen bien, máximos trofeos, pese a que a muchos toreros, véase Curro Romero, solo le parecieran despojos. Su salida en hombros era de ley, sin embargo salió caminando unos segundos antes que un Juan Ortega que pese a chocarse con un lote infumable se vació toreando de capa. Rufo se topó con un sexto geniudo y un tercero que mientras que duró pudo sentirlo toreando en la tarde en la que José Antonio Carretero se cortó la coleta delante de su hija.

Ovacionada la torería y el empaque de Morante con un primero a menos

Se durmió José Antonio lanceando a la verónica al primero, un animal que se fue a los vuelos del capote de Morante pese a mostrar una justeza de fuerzas. Dibujó un ramillete de verónicas aterciopeladas, toreando con las palmas y buscando quedarse perfectamente colocado para el siguiente. Sevilla se entregó ante un recibo rematado con una media tras la cadera. Se le midió en el jaco para dejar posteriormente un quite por el mismo palo tan breve como rítmico. Su inicio fue por bajo, junto a tablas, en una primera serie donde hubo torería y mucho empaque. Siempre buscó pulsear las embestidas de un animal de buena clase, toreando con los vuelos y buscando que el animal se sintiera a gusto embistiendo. Todo fue a media alturita ante un toro que siempre quiso más que pudo. Siempre perfectamente colocado y dándole el medio pecho fue dibujando de rechazos y naturales de una gran belleza. Faltó continuidad por la falta de fuerzas del animal, pero merecieron la pena los quince pases que pegó. Un ejemplar agradecido y que siempre embistió mas y mejor cuando iba enganchado y se pulseaba el muletazo. Dejó una media que acabó con el de Matilla en el albero. La ovación fue un justo premio a lo realizado.

Silenciado Ortega con el descastado segundo

Pocas por no decir ninguna opción le dio el descartado segundo a Ortega, torero que venía a Sevilla tras cogerle el aire a una temporada que empezó torcida. Buscó lancearlo con suavidad, pero el de Matilla siempre pasó, que no embistió a media altura. Empujó con genio al jaco para ponerse ariscón en el tercio de banderillas. Antes había dejado Rufo un quite por chicuelinas rematado con una larga muy templada. Le abrió los caminos en la primera serie, buscando pulsearlo y que fuera cogiendo ese celo que le faltaba. Buscó no apretar al astado, dibujando multados por el lado derecho, pero el toro nunca se salía del muletazo, por lo que era imposible vaciarlo tras la cadera. Ortega busco y rebuscó el fondo del animal sin nunca hallarlo, entre otras cosas por que no lo tenía. Tras pasaportar al astado fue silenciado.

Rufo exprime al tercero pero es ovacionado tras una faena de más a menos

Muy dispuesto anduvo Rufo en el recibo capotero al castaño que hizo tercero, un astado que tuvo movilidad y emoción pero el cual se acabó rajando. No le pudo bajar la mano en un saludo capotero con más intención que lucimiento. Tras pasar por el caballo saludaron montera en mano Fernando Sánchez y Sergio Blasco. Rufo apostó por el animal desde un principio dejando dos series templadas que llegaron rápidamente a los tendidos. Se la dejó siempre puesta y tiró del animal. Forjó la primera parte de la faena a base de firmeza de plantas, cabeza fría y juego de muñecas. Desplegó sus armas el de Pepino para canalizar las transmisoras embestidas del animal en su muleta. Por el izquierdo tendió siempre a meterse por dentro y embestir con la cara a media alturita. Anduvo firme y centrado, apostando por un pitón con el que era muy difícil conseguir el triunfo. Cuando volvió a la derecha el animal ya estaba rajado, imposibilitando así el lucimiento en la parte final del trasteo. Escuchó una ovación tras pasaportar al animal.

La espada deja en una oreja una faena histórica de Morante al cuarto

Se protestó airadamente al cuarto, un animal muy justo de fuerzas que se fue afianzando durante la lidia. El de Matilla iba y venía sin entrega, pasando más que embistiendo, aprovechando Morante para dejar un galleo por chicuelinas con medio capotito en el centro del ruedo. Torerísimo fue su inicio pegado a tablas, tan sereno como arrebatado. Le puso el alma en cada muletazo ante un animal de medias embestidas. Apostó José Antonio y ganó, no por suerte sino por perseverancia. Pese a que el toro cantó siempre dificultades a zurdas el cigarrero tiró la moneda para robarle dos naturales de una gran hondura. Se jugó el pellejo ante un toro que siempre lo tuvo en el punto de mira. Aún así no le perdió la fe y acabó por someterlo. Volvió a la mano derecha para dejar derechazos eternos, de uno en uno pero cada uno mejor que el anterior. Dibujó molinetes, trincherazos, kikirikís de una belleza y una plasticidad que bien hubiera podido pintar el mismo Goya. Nos retrotrajo a ese principio de siglo con un final de faena fuera de catálogo. Su última serie con la zurda son de esas que uno guardará de por vida. Citó completamente de frente, sin ambages, sin medias verdades, todo aquello lo estaba haciendo con el alma. Sevilla crujió y Morante se retiró del toro con el cuerpo roto, se había vaciado, había tirado la moneda al aire y Sevilla ya andaba rendida a sus pies. Un terremoto de pasiones que acabó con el toro sometido por completo. Gritos de torero torero, sombreros volando hacia el ruedo. Entre los pitones acarició los pitones del negro burel, ya estaba todo dicho, el arte no tiene miedo. Se atascó en la suerte suprema y paseó un único trofeo, de llegar a matarlo se hubiera pedido incluso el rabo.

Excelso toreo de capa de Ortega con un quinto sin historia

Era difícil levantar la tarde tras el zambombazo de Morante al cuarto, pero Ortega, más despejado de mente que otras veces pareció abstraerse de ese tsunami de emociones y de durmió pegándole lances al colorado que hizo quinto. Dejó volar su capote para embarcar al de Matilla en lances que parecieron caricias. Embarcó cada embestida con las palmas de las manos, cimbreando la cintura y partiéndose la cadera en cada lance. Todo sin quebranto, sin arrebato, toreo como quien torea al viento, a compás. Pero el animal acusó la entrega y sacó a relucir su escaso fondo. Se puso arisco en banderillas y llegó a la muleta con la lengua por los tobillos. Ortega de colocó en el sitio, con la muleta por el centro del palillo, sin toques bruscos, pero ya el toro había dado lo que llevaba dentro. No estuvo fino con la espada y todo quedó en tibias palmas.

Silenciado Rufo con un sexto que duró un suspiro

No le dio opciones el sexto a Tomás Rufo, un animal que siempre embistió descompuesto y con el que no anduvo fresco de mente el toledano. Brindó a Carretero en un brindis que compartió con toda la plaza, pero la faena nunca pudo tomar vuelo. Rufo no acertó a templar las primeras arrancadas de un animal que de no ir enganchado se violentaba. Lo vio más claro con la zurda, ahí el animal se entregó algo más y pudo cincelar dos naturales presididos por el temple, pero no hubo opción a más. Acortó distancias pero el toro ya no tenía nada que entregarle. Se atascó en la suerte suprema y todo quedó en silencio.

FICHA DEL FESTEJO

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Feria de San Miguel, primera de abono. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada.

Toros de Hermanos García Jiménez, correctos de presencia. De buena clase y ritmo el medido de fuerzas primero; sin entrega ni celo el descastado segundo; con transmisión y emotividad a derechas un tercero que acabó en tablas; de desigual comportamiento a derechas un cuarto con fondo de nobleza; con nobleza pero escaso fondo el marmolillo quinto; pasador sin celo el desrazado cierraplaza.

Morante de la Puebla: ovación y oreja.

Juan Ortega: silencio en ambos.

Tomás Rufo: ovación y silencio.

Incidencias: Al finalizar el festejo, Morante de La Puebla cortó la coleta a José Antonio Carretero, que se despedía así de los ruedos.

 

 

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