Alejandro Peñaranda, nombre propio de la nocturna de Madrid

20 de julio de 2023/Patricia Prudencio Muñoz/

La Plaza de toros de Las Ventas celebraba este jueves 20 de julio su tercera novillada nocturna. Los espadas José Antonio Valencia, Alejandro Peñaranda y Jesús de la Calzada, todos ellos se presentaban en Las Ventas, se midieron a los de Guadajira. Los novillos tuvieron sus más y sus menos, con variedad en su comportamiento y entrega, destacando el lote de Alejandro Peñaranda, el segundo y el quinto, por encima del resto del encierro. Sería precisamente Peñaranda el nombre más destacado de la noche, ya que de no haber fallado con la espada en el quinto se podría hablar de triunfo mayor, ya que paseó una oreja del segundo. Toreó con embroque, clase y muy asentado, demostrando que hay torero y futuro en sus manos. Sus compañeros de terna no se quedaron atrás, pero las opciones de sus respectivos lotes y las espadas fueron apagando sus posibilidades de triunfo. José Antonio Valencia no le faltó valor ante las adversidades. Jesús de la Calzada que también vino con hambre, dejando momentos como su portagayola de espaldas. La otra cara de la moneda la vivió José Ney Zambrano, el picador de la cuadrilla de Valencia, que tras ser derribado del caballo, fue herido por asta de toro.

Abría la tarde «Polaco» al que saludó José Antonio Valencia, con un recibo lucido aunque sin despaciosidad. Se completó el tercio de banderillas viendo grandes pares. El espada se dirigió a presidencia, brindó al público e inició la faena de muleta con un trasteo por abajo, sacándolo mientras lo pasaba por ambos pitones. Eligió la mano derecha, uno a uno, buscando el sitio, sin sacarlo del tercio. El animal soltaba la cara arriba y rápido perdía las manos.  Cambió al natural y la tónica era la misma, tocar y tirar, pero sin limpiar el muletazo. Logró ralentizar el ritmo y el animal pudo seguir el engaño. Volvió al pitón derecho cada vez más metido en el tercio, abriéndolo cuando este pasaba. No había mucho más que pasar por la muleta No terminaba un pase, le costaba cumplir en la tela, mucho menos al natural, quedándose parado. Falló con la espada.

Peñaranda recibió en su capote a un novillo incierto y suelto al que pudo bregar sin estirarse con el. Tomó los trastos y dejó unos primeros compases de faena muy ovacionados, con la rodilla en el albero lo fue pasando, sin rectificar, prácticamente, bajo los terrenos del siete. Salió del tercio y lo empezó a deslizar sobre el pitón derecho, templando con mucha suavidad. El de Guadajira punteaba la tela e impedía que se limpiará el muletazo. Le dio tiempo y sitio, para después continuar sobre el mismo pitón ahora mucho más asentado con el, buscándolo abajo, encontrando la ligazon y acople. Lo mismo buscó por el izquierdo, cruzándose y tocándolo con mucha suavidad, anclándose en la arena para pasarlo alrededor de su cintura. Según se acercaba la suerte suprema, cada vez exigía más, había que llevarlo hasta el final. Recuperó la mano derecha, con pases largos, con la continuidad de dejársela puesta y seguir. Mató de media estocada en el sitio.

Saltó al ruedo «Aureolo» al que se encargó de saludar Jesús de la Calzada. Dejó un saludo capotero comedido y breve que desarrolló por verónicas. Jaime Bermejo saludó una sonora ovación tras culminar el tercio de banderillas. Se alcanzó la faena de muleta con un inicio de rodillas, sin probaturas, aguantándolo mientras lo pasaba por ambos pitones. Se levantó y siguió toreando, ahora con la mano izquierda, pero sin la certeza de saber si atendería a la tela. El animal lo miraba y se le venía a sus salidas. Viendo que no atendía por aquel pitón, montó la muleta y lo empezó a llevar con la derecha, adelantándole el pico para después aprovechar la inercia del primer muletazo y llevarlo metido. Sin embargo, se paraba y había que insistirlo para que entrara, sacando aquellas embestidas violentas en cuento tocaba la tela. De hecho, llegó a desarmarlo. Retomó el pitón derecho, cada vez más agresivo a su paso, sin encontrarse con del animal, ni el acople entre ambos. Recurrió a la voz y a las distancias cortas para arrancarle los pases. Antes de cerrar, dejó una nueva tanda al natural,  en la que pasaba a base de insistencia, pero sin entrega. Volvió a la mano derecha, cruzándose y apurando, con un toro que pasaba por encima del estaquillador, soltando la cara. Probó de más. Falla con los aceros, logrando hundirlo al segundo intento.

José Antonio Valencia frenó, envolvió y guio al cuarto de la tarde durante el saludo capotero.  Durante el tercio de varas, José Ney Zambrano fue derribado del caballo y quedó a merced de las astas, con un toro que hizo por él y lo prendió. A pesar de que querían que abandonara el ruedo, entre forcejeos quiso volver a subirse al caballo para terminar de picar a «Repartidor». Se cambió el tercio entre ovaciones por los palos y el espada se fue directo a la puerta de la enfermería para dejar allí su montera. Después  se fue al encuentro con el animal lo tanteó genuflexo mientras le iba ganando terreno y sacándolo a los medios. Continuó sobre el pitón derecho, sin terminar de sacarlo del tercio, echándole los vuelos al morrillo y tirar del animal. Todo lo hizo con excesiva suavidad. Tiró de el y lo sacó de aquellos terrenos, tomando la franela con la mano izquierda para empezar a pasarlo al natural. Trató de abrir y llevar, pero tenía qje mostrarle la salida, se le echaba al pecho. Cambió de nuevo de mano, cruzándose para meterlo y después cortar para reestructurar y que las embestidas no se escaparan de su control. Siguió alternando pitones, ante la incertidumbre en la tela, aunque por el izquierdo tenía un punto más de peligrosidad y si cabe. Se le volvía con rapidez, parecía que tenía un látigo por cuello. Mató con aseo facilidad y acierto.

Peñaranda pudo bregar más que poder lucirse con el quinto, un novillo muy protestado durante el tercio de varas y del que se pedía el cambio. Eligió un tanteo genuflexo, con el que le exigió por abajo. Siguió entre ovaciones del respetable, con acople y despaciosidad con un novillo que se los tragó con obediencia, nobleza y humillación inicial. El espada se cruzó y buscó el sitio, dejando naturales de calidad, que aunque fueron de uno en uno, encontró el entendimiento mutuo con el animal.  Evitó que le tocará la tela y se descompusiera, por lo que logró limpiar los muletazos y vaciarlos, con un astado de Guadajira que acometía con prontitud y obediencia a las demandas del novillero. Le faltó algo de fuerza, pero que Alejandro supo disimular con su toreo delicado y lento en el que no dejó nada al azar. Terminó metido en tablas, con un novillo cada vez más apagado y noblón, al que le arrancó todo lo que tuvo, con embroque y clase. Fue la espada la que empañó su meritoria faena.

Jesús de la Calzada salió a por todas, recibiendo al sexto de la tarde a portagayola, dándole la espalda, para después levantarse y seguir con el a la verónica. Los tercios de varas y banderillas pasaron entre protestas. El espada tomó la franela y bajo los terrenos del siete comenzó el último tercio, entre probaturas, lentas y pausadas, encontrando el ritmo. Al animal le faltaba motor y prontitud, así que dosificó y acortó las tandas, dándole sitio y tiempo. Cambió los terrenos y lo llevó a los medios, uno a uno, recomponiendo y cortando la ligazón. Al natural ocurrió algo parecido, solo que abrió algo más el compás y le dio salida, evitando que se le venciera. Cada vez acortaba más las distancias con el astado, poniéndosela en el morrillo a un animal que miraba y que se resistía a pasar. No decía nada, a pesar de la insistencia y entrega que le puso Jesús de la Calzada, que a base de mucha voz lo pudo guiar.  Le bajó mano a más no poder y se metió entre pitones en el toreo al natural, pero no pasaba. Falló con los aceros.

Madrid. Novillos de Guadajira para José Antonio Valencia, silencio y silencio tras aviso; Alejandro Peñaranda, oreja y ovación tras aviso; Jesús de la Calzada, ovación tras aviso y silencio tras aviso.

Incidentes: Pronóstico grave para el picador José Ney Zambrano / Herida por asta de toro 1/3 superior cara anterior muslo derecho, con dos trayectorias, una ascendente de 15 cm. que produce destrozos en músculo sartorio y recto anterior y otra hacia atrás de 20 cm. que produce destrozos en músculos sartorios y cuadriceps alcanzando el fémur y contusionando arteria femoral.

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