3 de agosto de 2023/Patricia Prudencio Muñoz/Foto: Plaza 1
La Plaza de toros de Las Ventas albergaba este jueves 3 de agosto la Final de Las novilladas nocturnas. Jorge Molina, Christian Parejo y Alejandro Peñaranda se midieron a los astados de Fermín Bohórquez. Resultó un encierro escaso en entrega y muy venido a menos a partir de la segunda y tercera tandas. Nulos al natural y planteando muchas complicaciones, metiéndose por dentro y buscando. Más de una voltereta se pudo apreciar en la tarde, volteretas que pudieron tener peor desenlace. De hecho, Parejo no pudo completar el festejo tras ser herido por asta de toro en el primero de su lote y segundo de la noche. Peñaranda fue la forma de asentarse y pasárselos alrededor de su cintura, con acople, firmeza y dominio. Molina toreó con gusto y clase, mientras que Parejo tuvo el trazo, además de saborear la otra cara de la moneda, la más amarga. Los aceros y los astados no dejaron una tarde lucida, pero sí de entrega.
«Joyerito» abría la tarde en las manos de Jorge Molina, que no se pudo terminar de estirar con el animal en el saludo capotero. Parejo salió al quite, pero terminó por descomponerse y enredarse en los vuelos. Se alcanzó la faena de muleta, la cual inició con un trasteo por estatuarios, pasándolo por alto, muy en el sitio, muy en torero. Continuó por el pitón derecho, pero el viento molestaba bastante. El animal tenía ritmo, siguiendo los vuelos con aparente uniformidad. Iba a su tranco, solo había que buscarle el compás, por lo que paró y rectificó, dándole tiempo y sitio para volver a atarlo en corto y ligarlo. Cambió los terrenos, estirandonlos muletazos por el pitón derecho, llegando a los tendidos. Ya bajo el tendido cinco, empezó a llevarlo al natural, mucho más incierto, pero se confío y arremetió. Lo sacó del tercio y volvió a intentarlo, pero lo prendió feamente, aunque sin aparentes consecuencias. Cambió la muleta de mano y decidió seguir por el derecho, tocándolo abajo y abriéndolo. Sin embargo, cada vez se quedaba más parado, era para tirar y pasar saliva. Cerró por manoletinas y volvió a prenderlo, aún así se recompuso y terminó las manoletinas para colocarlo en suertes y dejar una estocada en la que hundió el acero sin demasiado acierto.
Hubo delicadeza y lucimiento en el saludo capotero de Parejo al segundo de la tarde. En el tercio de banderillas destacó el último par del tercio, en manos de Monteño, siendo muy ovacionado. El espada tomó la franela y empezó a pasarlo por estatuarios, sin rectificar, bajo los terrenos del tendido siete. Siguió entre adornos, sacándolo del tercio para tirar del animal por el pitón derecho, adelantándole la mano en el primer cite y dejándosela muy puesta en el resto, tratando de ligar en la continuidad intermitente del de Fermín Bohórquez. Siguió, llevándoselo hacia atrás, alargando el muletazo, pero sin la chispa para que aquella faena terminará de romper. Muy buenas maneras sin materia prima que exprimir. Al natural se vencía, metiéndose por dentro, por lo que trató de llevarlo con los extremos, intentado abrir y dar amplitud, porque se terminaban cerrando, acortando su recorrido en los pases. A punto estuvo de prenderlo en varias ocasiones. Insistió al natural, pero poco a poco iba cantando el astado, sin entrega, sin casta, sin nada que darle al espada.
El recibo de Peñaranda se desarrolló entre palmas de tango. El espada lo metió y recogió envolviéndolo en la seda para llevarlo y estirarse con el. Se dispuso con la franela de rodillas para empezar a pasarlo, siguiendo con un trasteo genuflexo con el que le fue ganando terreno. Eligió la mano derecha para seguir, tocando y deslizando en el trazo largo. Se la dejó puesta, manteniéndose en el sitio, cruzándose y asentándose con el animal para verlo pasar alrededor de su cintura. Cambió de mano y lo mostró por el izquierdo, dosificando la serie, ligando o apartando la muleta en función del desarrollo de la misma, jugando a su favor, sin deslucir. Retomó el pitón derecho, bajándole la mano, tanto que el astado alcanzó a pisar la franela. Las distancias fueron cortas y el poder del de Iniesta fue decisivo para imponerse a unas embestidas que crecieron de casta y entrega. Al natural volvió a probarlo, pero no terminaba de pasar, descomponiendo el balance del último tercio. Cambió la ayuda por la espada, desluciendo con los aceros en la suerte suprema.
Molina y «Buscador» marcaron el ecuador del festejo con un saludo bregado y llevado en el que trató de sacarlo a los medios, pero sin poder lucirse con el animal. Brindó a las puertas de la enfermería y acto seguido lo esperó en la raya del tercio citándolo en la larga distancia, para después aprovechar la inercia. Tuvo que rectificar para poder seguir con aquel inicio que planteaba explosivo. Continuó por el pitón derecho, tratando de limpiar las salidas de un animal que soltaba la cara feamente, punteando la tela y costándole completar el pase. Fue componiendo la faena uno a uno, metiéndose cada vez más en tablas. Cambió al natural, pero se le vencía, viniéndose recto al cuerpo, por lo que no tardó en recuperar la mano derecha, perdiéndole pasos a un toro andarín y que de vez en cuando se quedaba parado. Le tocó con firmeza al morrillo para pasarlo. Sin nada más que añadir. Metió la mano con aseo, pero no doblaría hasta el golpe de cruceta.
El de Peñaranda fue un saludo de intermitencia, en el que se fue metiendo en tablas poco a poco. Lo recibió en la muleta genuflexo, guiando aquellas primeras embestidas por abajo, exigiéndole en el tercio. Le dio tiempo y sitio antes de continuar y tomarlo por el pitón derecho, en la media y larga distancia, distancia a la que el animal atendió. Además, después pudo seguirle con la inercia de aquel primer cite. Abarcó el recorrido con toda su cintura, envolviéndoselo a su alrededor, muy despacio y limpiando el muletazo. El cite siguió siendo delantero, enganchando así la embestida y encauzarla en la serie, llevándolo tapadito. Al natural, no completaba los pases, su recorrido era mucho más corto, por lo que tuvo que hacer Peñaranda por terminar los naturales. Volvió a la mano derecha, cada vez más parado punteando la tela a su salida, sin chispa, solo la entrega del novillero. Insistió una y otra vez, pero terminó por ir a por la espada. Cerró por manoletinas y una estocada fallida que culminó con el golpe de cruceta.
Cerraba la noche Molina en su saludo comedido ante un sexto que no se pudo terminar de expresar. Tras un inicio dubitativo, continuó con el trateó hasta colocarlo y empezar a torearlo. Siguió al natural, echándole los vuelos con delicadeza al morrillo, pero el animal soltaba la cara con agresividad, sin permitirle limpiar el muletazo. Retomó aquella mano derecha en la que le adelantó el extremo de la franela, cruzándose, poniéndosela descaradamente en un toque abierto. Tuvo que perderle pasos y recomponer en el uno a una, sin una continuidad que lo llevara a romper en la tela. Siguió alternando pitones, echándose la franela a la mano izquierda, pero no había nada que sacarle al de Fermín Bohórquez. Lo cuadró y hundió el acero, doblando el animal en el descabello.
Madrid. Toros de Fermín Bohórquez para Jorge Molina, ovación tras dos avisos, ovación y silencio; Christian Parejo, ovación, herido; Alejandro Peñaranda, ovación tras dos avisos y ovación.
Incidentes: El novillero Christian Parejo sufrio un percance en la lidia del segundo de su lote resultando herido.
Parte médico:
«Herida por asta de toro en cara lateral tercio medio muslo izquierdo con una trayectoria ascendente y hacia dentro de 20 centímetros que produce destrozos en fascia lata y músculo vasto externo, alcanzando fémur y bordeándolo por su cara interna. Contusión con hematoma en tercio distal muslo derecho. Traumatismo craneoencefálico y erosiones múltiples en cara. Es intervenido bajo anestesia general en la enfermería de la plaza de toros y trasladado al Hospital Jiménez Díaz. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia.
Firmado por el doctor Máximo García Padrós y Máximo García Leirado».