20 de septiembre de 2023/Patricia Prudencio Muñoz / Fotos: Emilio Méndez
Logroño acogía la tercera de abono de la Feria de San Mateo este miércoles 20 de septiembre. En el cartel se anunciaban los matadores de toros Diego Urdiales, que sustituía a Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Andrés Roca Rey, que se midieron a los de García Jiménez, de buen comportamiento, en líneas generales, destacando el cuarto, un toro infinito que no dejó de embestir; siendo el quinto el peor que saliera en la tarde. Urdiales dejó una primera faena de menos a más, en la que lo acabó metiendo por el izquierdo, dejando una buena faena al natural, pero muy larga que acabó pinchando. Se vació con el segundo de su lote, ralentizando las embestidas, toreando encajado, con cadencia y despaciosidad, deleitandoa los tendidos. Talavante, en un momento de plenitud, selló una de las mejores faenas de la tarde con el primero de su lote. Nada pudo hacer con el quinto, que no le brindó opciones. Roca Rey se asentó y apuró en las distancias cortas con un toro que acometió con fijeza y nobleza. El peruano no tuvo mucho que añadir con el sexto, no se lo permitió. A pesar de que estuvo muy voluntarioso en ambos.
«Estereo» abría la tarde en las manos de Diego Urdiales, que recogió la embestida junto a tablas, metiéndola en los vuelos para después ganarle terreno. Se dejó un protestado tercio de varas. Se alcanzó la faena de muleta y el riojano lo tanteó por ambos pitones, sacándolo del tercio hasta definirse por la mano derecha, uno a uno empujando la embestida. Dejó una primera tanda breve, a la que siguió otra por el mismo pitón, tocó y tiró, de uno en uno, rectificando, sin confiarse con un toro que se le metió por dentro. Cambió al izquierdo, echándole los vuelos con sutileza al morrillo, pero terminó por tocarlo con firmeza y brusquedad para que siguiera la muleta. Encontró una expresión, gusto y gustándose. Siguió al natural, pero sin poder confiarse, lo abrió y logró tocar y llevar con acople. Le dio amplitud con los vuelos, sacando partido a ese pitón izquierdo. Retomó la mano derecha, bajándole la tela, aguantando en el uno a uno, llevándolo muy metido. Cerró por ayudados y unos cuantos pases al natural, deleitando al respetable. Falló con los aceros.
«Trainero» entró en los vuelos del percal de Talavante, que lo metió, dirigió y lució al compás de los «olé» de la plaza. Roca Rey, tras concluir el tercio de varas, se fue directo a los medios para lucirse con un variado quite, del que hubo réplica por parte de Talavante. El diestro lo recibió en la franela a pies juntos, sin moverse ni un solo centímetro, pasándolo por ambos pitones por alto. Continuó sobre el pitón derecho, tocando y llevando sin que la embestida cesara, con ritmo y ligazón. El animal necesitaba que le tocara con firmeza, una vez pasado el primer muletazo, al resto le seguía la inercia. Se echó el engaño a la mano izquierda, balanceando los vuelos en el morrillo para adentrar la embestida en el trazo, un trazo lento y templado que ambos dibujaron a un mismo compás. Insistió por aquel pitón, se deshizo de la ayuda y continuó toreando con quietud y un dominio absoluto de las distancias y del toreo al natural con un toro noble y de gran fijeza. Tiró la muleta y cerró con un desplante que terminó de poner de acuerdo a los tendidos. Lo pasó, lo colocó en suertes y dejó una estocada con la que tardó pero dobló.
Roca Rey frenó, bregó y ganó terreno a «Aguileño». No perdonó tampoco el quite el peruano en su toro. Se alcanzó el último tercio y el diestro, antes de iniciarlo, brindó desde los medios. Allí decidió citarlo, en la larga distancia, de rodillas, sin probaturas, teniendo que rectificar, venía con todo el astado. Tanto le apuró que tuvo que levantarse y culminar el inicio. Lo pasó y montó la muleta en la mano derecha, aprovechando la inercia del primer cite en largo para después acortar las distancias. El peruano no abusó, le dio tiempo y sitio entre tandas para que se recuperase. Retomó sobre el derecho, con un animal que entraba y seguía el engaño, pero no con una uniformidad plena. Cambió al natural abriendo el compás, pasándolo en largo, estirándo la embestida con los vuelos, poniéndosela en la cara y tirando. Volvió a cambiar de pitón, recuperando el inicial, el derecho, bajándole la mano, cruzándose, adelantándole la muleta al morrillo para tocarlo y tirar. El animal, una vez dentro, derrochó nobleza y fijeza, así lo demostró en los circulares invertidos. Se lo ciñó, pasándoselo por donde quiso, mientras el de García Jiménez tragaba. Mató con acierto.
Marcaba el ecuador del festejo Urdiales y un saludo capotero de gusto y torería en el que se lució con el cuarto. Sonó el cambio de tercio y Urdiales, ya con la franela, brindó y se dispuso con un tanteo por alto en el que lo fue sacando al paso. Pedía calma después de que el animal cayera al albero, así que le dio tiempo y sitio, aprovechó la larga distancia para después ligarlo a base de inercia. Después de aquella tanda llegaban los primeros aplausos y los primero acordes de la banda de música. El animal era pronto, con una fijeza absoluta en la tela, embistiendo con ritmo y codicia. Sin embargo, no se le pudo apretar, ya que en cuanto se le exigía más de la cuenta perdía las manos, así que le llevó a media altura con tandas cortas y milimétricas. Derrochó clase y cadencia al natural, ralentizando las embestidas de un astado que parecía moverse a cámara lenta. Resultó un uno a uno dotado de ritmo, aprovechando la movilidad de un animal que cada vez se iba quedando más, pero que seguía pasando ante un Diego Urdiales que se había vaciado. Se tiró muy recto sobre el toro, hundiendo el estoque fin acierto, doblando el animal.
Talavante salió al ruedo para saludar al segundo de su lote, un toro suelto al que no logró encelar. Se excedieron en el tercio de varas con el quinto. En la faena de muleta lo sacó del tercio, cambiándole los terrenos a base de tirar del animal. Con la mano derecha trató de iniciar una primera tanda en la que no habría posibilidad de lucimiento. Cambió al izquierdo, dándole sitio, tratando de abrirlo y darlo salida, evitando que se le quedara encima. Arremetía con medias arrancadas, sin una embestida definida. Por el derecho ni pasaba, teniendo que cruzarse en exceso para que atendiera a las demandas del matador. Retomó el toreo al natural, tocándolo con brusquedad y mucha voz, pero era un toro poco agradecido, al que trató de alargar y llevar hasta el final. No había opción. Falló con los aceros.
Cerraba la tarde Roca Rey con un toro de nombre «Vecino», al que acabó metiendo en la seda, bregándolo junto a tablas, para después sacarlo y seguir llevándolo. Alcanzado el último tercio, el peruano lo pasó por abajo y rápidamente le cambió los terrenos, llevándoselo a los medios. Sobre el pitón derecho se lo empezó a envolver alrededor de su cintura, muy despacio, sin contrariar la embestida del segundo de su lote. Dejándole tiempo y mucho sitio entre series. Volvió sobre el pitón derecho, con un toro que el primer muletazo lo tomaba con fuerza, los siguientes vendrían con la inercia del primero, solo que apagando la continuidad. Al natural lo tuvo que llevar uno a uno, tocando y deslizando, no sin antes cruzarse y buscarlo con los vuelos en el morrillo, a pitón contrario, bajándole la mano, tirando de riñones, pero sin terminar de encontrar el acople. La faena se iba viniendo a menos y no por el peruano, que buscó las opciones y fue alternando de pitones, altura y terrenos, jugando a favor de su adversario. Metió la mano con aseo y habilidad.
Logroño. Toros de García Jiménez, de buen comportamiento, en líneas generales, destacando el cuarto, un toro infinito que no dejó de embestir; siendo el quinto el peor que saliera en la tarde. para Diego Urdiales, silencio tras aviso y dos orejas; Alejandro Talavante, oreja y silencio; Roca Rey, oreja tras aviso y silencio.