16 de marzo de 2024/Suertematador.com
La ficha dirá que Roca Rey cortó una oreja, mientras que Sebastián Castella y Pablo Aguado se repartieron silencios y ovaciones en una tarde de reventón en la taquilla. Sin embargo, sería injusto quedarse sólo en eso, pues los tres toreros, cada uno fiel a su estilo, tan entregados en una tarde en la que compitieron con sus compañeros y con ellos mismos, no tuvieron respuesta en el juego de la ganadería, que se quedó a medio camino, que apuntó, pero que nunca rompió.
Sebastián Castella, Roca Rey y Pablo Aguado trenzaban el paseíllo, este sábado, en la sexta de la Feria de Fallas, un festejo en el que se lidiaban toros de Victoriano del Río con un llenazo.
Castella se impone a la falta de raza del toro y al quite de Roca Rey en el primero
Calentó pronto la tarde Sebastián Castella cuando replicó el quite de Roca Rey, por tafalleras, con unas chicuelinas de mano baja tan ceñidas que hicieron rugir la plaza. No parecía un toro con mucho fondo, pero la competencia obligó al francés que quiere ratificarse como máxima figura. Y, mientras José Chacón se entretuvo en una lidia soberbia, otra en su colección, el francés brindó a Enrique Ponce antes de doblarse por bajo, tan torero como templado. Sin embargo, a pesar del viento y de la falta de ritmo del toro, Sebastián se impuso sin poder alcanzar mayor lucimiento. Tuvo tiempo para mandar con autoridad en dos series de derechazos, firmes y sólidos, pero el toro ya no quiso más. Castella adornó los finales para vestir una faena capaz, a la que le faltó oponente.
Poco toro para tanta apuesta en el segundo
Aunque era el toro de Roca Rey, se quiso sumar Pablo Aguado al duelo inicial de quites con unas verónicas a las que el viento le robó su tersura, razón, seguramente, por las que el peruano no vio necesidad en replicar. Eso y que el toro tampoco prometía demasiada duración, más aún, cuando Andrés suele castigar tanto con la muleta. Sin embargo, tampoco eso pudo hacer, pues la mansedumbre del segundo condicionó mucho su esforzado quehacer. Es cierto que lo intentó, jugando alturas, terrenos y toques, pero el toro renunció a acometer con intensidad, pues sólo pasaba por allí, desentendido. El peruano porfió y al final de la faena obligó mucho en dos series de soberbio poderío, antes de meterse en los pitones para exprimir los circulares cuando ya quedaba poco o nada más que hacer con tan poco material. Los pinchazos emborronaron su seria apuesta.
Torería y suavidad de Pablo Aguado con el tercero
Volvió a molestar el viento en el capote de Pablo Aguado que, sin embargo, se afirmó en la arena para cuajar varias verónicas en los dos quites que interpretó, pero fue una media cadenciosa y templada la que destacó sobre las demás. Aunque el toro derribó al picador en varas, careció de poder en la muleta, lo que sumado a su nobleza permitió al diestro sevillano torear con mucha suavidad, a pesar del viento. La pena fue que el toro no tuvo repetición y codicia, pero a pesar de ello y del viento, Aguado fue hilvanando, poco a poco, muletazos tersos, a media altura, que adquirieron mayor dimensión al natural. Un molinete brotó escandaloso. Es cierto que en el ambiente flotaba la sensación de cosas importantes, un tanto aisladas, aunque suficientes para el trofeo, de haber viajado la espada certera y no con los defectos que finalmente tuvo.
La capacidad y autoridad de Castella se estrella contra la falta de raza del cuarto
Se enrolló al cuarto a su cintura Sebastián Castella en el saludo por chicuelinas, antes de que el toro se metiera con brío bajo el peto del picador, empujando con franqueza. Sin embargo, no mostró la misma virtud en la muleta del francés que, tan firme y entregado, apenas dejó opciones al toro más que para seguir la muleta, en la que el de Victoriano dudó y nunca embistió dos veces iguales, sin entrega ni codicia. Castella, no obstante, se plantó en el sitio, donde aquello quema, para robar series largas. Una de hasta siete naturales fue un auténtico abuso de autoridad. La voluntad del francés quedó en evidencia cuando, a pesar de la condición del toro, insistió y se prolongó en una faena de larga duración, que llegó a ser avisada incluso antes de tomar la espada. Labor de torero serio decidido.
Roca Rey se convierte en dictador y cobra una oreja de ley al quinto
No prometió mucho el quinto, que miró a los tendidos tras cada lance de recibo, olvidándose del capote con una ausencia total de celo. Sin embargo, tras un paso ligero por los caballos y una inspección al interior de un burladero, en el que metió la cabeza, se fue centrando en la muleta del peruano exclusivamente porque el peruano se lo ordenó. No sin antes, en los inicios, ligar varios derechazos de rodillas buenos de verdad, encajados. Fue después cuando se empeñó en adueñarse de la voluntad de un toro que no quería quedarse nunca en la suerte. Decisión, firmeza, colocación y autoridad fue la receta para centrar la esquiva atención bobina en una labor dilatada que vio su premio al final, cuando consiguió atar los pitones del toro a la muleta en hasta tres series de mando dictatorial. El aviso pareció una diana floreada cuando Andrés se seguía enroscando al toro en un circular invertido, con el público por fin rompiendo en palmas, justo después de que los naturales que cambiaron el rumbo de la faena habían pasado inadvertidos. La travesía de la espada, que demoró el efecto de la espada, pudo condicionar la concesión de un segundo trofeo merecido.
La cosa iba de “medias” en el sexto
Ya había dibujado Pablo Aguado una media verónica dulce y sentida en el tercero, pero en el sexto, aunque intentó el lance fundamental, la verónica, en el saludo, y dejó un par de verdadero regusto, fue la media del remate, la que resultó soberbia. Y aún la mejoraría con un verdadero monumento a la media verónica con el que dejó al toro en el caballo. Tanto, que quiso repetirla tras un bonito quite por chicuelinas, pero aunque la media fue preciosa, fue la falta de fuerza del toro la que redujo su belleza. Y es que de “medias” iba el asunto, pues el toro se quedó a medio camino, medido el gas, medida la fuerza y medida la casta. Por mucho que se moviera rebrincado y aparentemente temperamental al inicio del último tercio. Fue cuando el sevillano intentó obligar por abajo para sujetar esa cara suelta y ordenar las embestidas cuando el toro se afligió y mostró su “medio” fondo. Así era muy difícil lucir, sólo antes de la suerte suprema consiguió, Aguado, templar un puñado de naturales a pie junto, uno a uno, que sirvieron de epílogo.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Sexta de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Lleno de «no hay billetes».
Toros de Victoriano del Rio, variados de presencia y pelaje, primero cinqueño, serio y cuajado, sin maldad, pero que pronto se rajó; segundo cinqueño, terciado en su presencia y soso y desentendido en su manso comportamiento; correcto en su presencia el noble y blando tercero; serio y ofensivo el cuarto, que a pesar de que tuvo fijeza y duración, nunca se entregó; armónico y bien hecho el quinto, distraído, sin celo pero noble y agradecido y bien hecho aunque terciado el sexto, deslucido y cambiante.
Sebastián Castella (purísima y oro), ovación y silencio tras aviso.
Roca Rey (rosa y otro con remates negros), silencio y oreja tras dos avisos.
Pablo Aguado (azul noche y oro), ovación y silencio tras aviso.
Incidencias: Saludaron una ovación José Chacón y Luis Blázquez, tras un gran tercio de banderillas en el cuarto de la tarde. (CULTORO)