Víctor Hernández abre la Puerta Grande en Torres de la Alameda

6 de abril de 2024/Texto y foto: Patricia Prudencio Muñoz

Torres de la Alameda celebraba una corrida de toros clasificatoria de la Copa Chenel. En el cartel se anunciaban los diestros Rubén Sanz, Manuel Diosleguarde y Víctor Hernández que se midieron a los de Lora Sangrán (1°, 5° y 6°), Guadajira (3° y 4°) y Concha y Sierra (2° y 2°Bis). Los animales dieron un juego desigual, el cual hubo que buscar y tocar muchas teclas para poder aprovechar. Solo el primero, un ejemplar de Lora Sangrán fue ovacionado en la tarde, un buen toro que acometió con franqueza y entrega, permitiendo que Sanz se gustase y gustara. Siendo el lote de Diosleguarde el más complejo de la tarde, le tocó bailar con las más feas. En la tarde hubo muchas ganas, más que opciones, fue un querer y no poder. Además, se cortaron un total de tres orejas, una para Rubén Sanz y dos para Víctor, que salió en hombros tras dos importantes faenas en las que hubo entendimiento y determinación con los de su lote.

Saludó Rubén Sanz al abre plaza, sin demasiado lucimiento, pudiendo estirarse más posteriormente. Lo recibió en la franela, pero al primer pase, el toro arrasó con la muleta. Una vez que volvió a la cara del animal lo siguió probando por abajo, hasta levantarse y ganarle terreno con torería y despaciosidad. Poco a poco se lo fue ciñiendo vistiendo el muletazo, toreando al compás de las ovaciones y los «olé» de los tendidos. Mantuvo la firmeza, toreando con poso a un toro que acudía rápido al cite y seguía bien los engaños, noble y entregado a las demandas de un diestro que parecía tener la ilusión del que empieza. Una faena de emoción y calado en la que toreó asentado y con mucho, pero que empañó por el mal uso de la espada.

El toro de Diosleguarde salió suelto, pasaba por el capote pero sin que lograra encelarlo. Sería en los medios y después del tercio de varas cuando dejara unas bonitas pinceladas. El diestro estaba brindando al público mientras los de plata lo mantenían en el burladero, en un remate dobló y quedó inmóvil teniendo que ser apuntillado. El presidente sacó el pañuelo verde y saltó a la plaza un toro de Concha y Sierra. Manuel lo metió en su capote y dejó un saludo breve pero bien ejecutado. Inició la faena fenuflexo, exigiéndole por abajo a un toro que perdía las manos, por lo que tuvo que levantarle la mano y seguir con el inicio. Continuó por el pitón derecho, dándole mucho sitio y tiempo, toreando muy despacio, aguantándolo y tratando de que no se le cayera. Un toro de poca fuerza que no tenía dos embestidas iguales. Si le levantaba la mano le soltaba la cara en la salida y a pesar de que atendiera al cite y fuera noble fueron más las ganas que el poder. Falló con la espada.

Víctor Hernández saludaba al primero de su lote bregándolo. No tuvo un inicio de faena demasiado certero con un toro reservón y bronco con el que tuvo que apurar más las distancias. Lo recibió por estatuarios, pero rápidamente tomó la franela con la mano derecha y se puso a torear, entre muchas teclas. Lo mostró también al natural, tratando de darle mayor amplitud, pero siempre de uno a uno en tandas cortas en las que las embestidas no decían absolutamente nada. Continuó por aquel pitón, el izquierdo, apurando las distancias, metiéndose entre pitones prácticamente, quizá en exceso. Repitió la tanda ahora por la derecha hasta culminar la faena. Le metió bien la mano, pero se demoró en doblar.

Rubén Sanz bregó al cuarto, sin poder lucirse en su saludo capotero. Entró en la muleta y Rubén lo llevó por abajo, obligándolo, ganándole terreno, empujándolo. Siguió, al natural, encontrando la distancia, echándole ligeramente los vuelos al hocico. Aunque también lo mostró por el derecho, no tardó en recuperar el pitón izquierdo, dándole continuidad al dejarle la muleta ya puesta. Culminó de nuevo por el derecho, haciéndolo pasar, completando él la embestida. Cambió la ayuda por la espada y sin demorarse, lo colocó y hundió con acierto el acero.

Saludó Diosleguarde al segundo de su lote, un toro que no lo puso fácil en los sucesivos tercios. La faena de muleta la inició desentendido, sin interés en la franela, algo que se convirtió en la tónica del último tercio. Tuvo que ser el diestro quien a base de insistencia lo hiciera pasar, tocándolo con firmeza y brusquedad para meterlo en el muletazo. Era reservón, incierto y bastante brusco, soltando la cara. Fue sobre el pitón izquierdo, abriéndolo un poco más y marcándole el recorrido con la ayuda logró algunos naturales de intensidad. Lo mostró por ambos pitones, siendo los últimos compases los de mayor entendimiento, llevándolo muy despacio en el uno a uno. Le metió bien la mano, pero sin acierto, fallando con el descabello.

Muy abanto de salida resultó el segundo del lote de Víctor Hernández. Se le venía recto el de Lora Sangrán, un toro que apretaba y al que rápidamente quiso sacar de «tablas», aunque manteniéndolo en la raya. Al natural aprovechó los vuelos y le dio amplitud, dejándosela muerta y tirando de una embestida a la que supo coger muy bien el aire. Aprovechó su movilidad para darle continuidad y lucimiento a las series, dándole alegría y llegando a los tendidos. Se le acabó rajando, yéndose a tablas, pero Víctor, no dejó que se le fuera, lo sacó de aquellos terrenos, le bajó la mano y culminó su faena entre ovaciones. Fue a por la espada, pero antes de matarlo remató con unas bernadinas, dando paso a la suerte suprema, hundiendo el acero al segundo intento.

Torres de la Alameda. Toros de Lora Sangrán (1°, 5° y 6°), Guadajira (3° y 4°) y Concha y Sierra (2° y 2°Bis). Los animales dieron un juego desigual, el cual hubo que buscar y tocar muchas teclas para poder aprovechar. Solo el primero, un ejemplar de Lora Sangrán fue ovacionado en la tarde, un buen toro que acometió con franqueza y entrega. Rubén Sanz, ovación y oreja; Manuel Diosleguarde, silencio tras aviso y ovación tras dos avisos; Víctor Hernández, oreja tras aviso y oreja.

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