2 de mayo de 2024/Patricia Prudencio Muñoz/Foto: Plaza 1
Las Ventas se engalanaba, este 2 de mayo, día festivo en la Comunidad de Madrid se celebraba la tradicional corrida Goyesca. Los matadores de toros Fernando Robleño, Javier Cortés y Francisco José Espada se midieron a los de El Montecillo. Una corrida muy bien presentada, pero que no dio las opciones, mostrando una embestida descompuesta y poco colaborativa para la lidia. No se entregaron y lo poco que se les pudo sacar fue a base de empeño y un férreo valor seco, desarrollando faenas de mucha técnica y teclas, alejadas del lucimiento. Tampoco hubo demasiado acierto con los aceros, empañando así lo acontecido en la faena de muleta. Robleño se la jugó ante un toro imposible, siendo merecidamente ovacionado por el respetable. Cortés no tuvo demasiado acierto con los aceros, apagando faenas de entendimiento y mayor acople, siempre en el tira y afloja. Francisco José Espada ejecutó faenas de intensidad, valor seco y distancias excesivamente cortas, perdiendo la oreja con la espada.
Salió «Fandanguero», un toro muy aplaudido de El Montecillo al que frenó y bregó Robleño. Entró en la muleta del diestro y lo probó por ambos pitones, ganándole terreno, pero sin todavía fijarlo. Fue ya, prácticamente, en los medios cuando empezara a meterlo y a darle continuidad. El de El Montecillo atendía con obediencia, con mejor entrada que salida en la tela, teniendo que evitar Robleño que se la tocara. Siguió por el derecho, bajándole la mano, pero no en exceso para evitar que perdiera las manos. El trazo fue corto, sosteniendo la embestida y encontrando la conexión con el animal y los tendidos. Al natural, luchando contra el viento, lo tocó secamente y lo llevó, marcando el recorrido con la ayuda, tirando de el para adelante. Fue más de técnica y teclas que de lucimiento. Retomó el pitón derecho, pasándolo al compás de la aceptación del público y algún que otro suspiro de alivio. Pasaba y pasaba pero sin chispa. Mató con aseo y acierto.
Javier Cortés saludó al primero de su lote, en un recibo breve en el que lo intentó pero no le dio opciones. Lo probó en la tela y rápidamente lo sacó de las tablas, llevándolo más allá del tercio. Se puso muy de verdad con un toro que le echaba la cara arriba y le ofrecía una embestida descompuesta en la que no humillaba, pasando por encima del estaquillador. Poco a poco, exigiéndole mucho, imponiéndose logró robarle embestidas en las que le llegó a colocar la cara, eso sí, brevemente. Trató de rectificar sus salidas, aprentándole abajo en las salidas, para después engancharlo delantero, haciendo romper la embestida. Había conseguido expresión y acople en aquel tira y afloja en el que tuvo que tragar. Fue a por la espada, lo pasó a pies juntos, algún otro pase genuflexo y lo colocó en suerte. Falló con la espada.
Mayor lucimiento logró Francisco con el capote saludando al tercero de la tarde. Le echó garra al inicio el diestro, para después seguirle por el derecho, dándole la salida, pero siempre recogiendo para encontrar la continuidad y la ligazón. La faena tuvo emoción, pero no por las condiciones del animal, sino por la manera en la que Francisco se puso con el. Al natural, en el uno a uno, siempre recomponiendo, a vueltas con los pasos, e intentando ahormar aquella embestida descompuesta y discontinua que puso la faena cuesta arriba. Se lo pasó incluso por la espalda, jugándose la voltereta, pisando terrenos comprometidos. Al de El Montecillo se lo pasó más que ceñido, poniendo a aplaudir a los tendidos en los últimos compases. Falló con la espada.
Robleño recogió y bregó al segundo de su lote, llevándolo muy despacio, mostrándolo también por abajo. Lo saludó en la franela, obligándolo por abajo al tiempo que le iba ganando terreno en un inicio muy aplaudido. Se decidió por el pitón derecho, uno a uno, dándole tiempo y sitio, para después echarle la muleta a la cara. Tuvo que aguantarlo y tragar, porque cada vez se le volvía antes, se le quedaba más y más corto. Logró arrancarle las embestidas para construir series largas de esfuerzo y mucho mérito, llevándolo bien tapadito, toreándolo entre las rayas. Cambió al natural, adelantándole la mano, llevándolo con los vuelos, marcando con la ayuda el recorrido, haciendo fácil lo difícil. Embestía Robleño más que el de El Montecillo, sacando lo que pudo y dándole sentido a la faena. Falló con los aceros, logrando pasaportarlo con el golpe de verduguillo.
Javier logró estirarse algo más con el quinto, un toro muy ovacionado a su salida. Lo trasteó como pudo en el inicio de faena, cambiando los terrenos rápidamente para después seguirle por el derecho, toreandolo muy lento, asentando los pases, en el uno a uno, tratando de evitar que se descompusiera tocándole la tela. Aún así resultó un toro inquieto al que a base de firmeza y despaciosidad logró encontrar la continuidad. También se puso al natural, pero tras aquella tanda recuperó el pitón derecho, pitón por el que desarrolló la faena. No le adelantó la mano, sino que esperaba a un toro al que le había encontrado las teclas y había conseguido aprovechar, todo lo que le permitía aquella embestida.
Francisco trazó un saludo llevado y breve. Antes de que el diestro saliera a los medios a brindar, los de plata fueron merecidamente ovacionados tras el tercio de banderillas. El animal entró con fuerza en la franela, a punto de llevárselo por delante en aquel inicio por alto. Continuó por el pitón derecho, metiéndose por dentro, mientras trataba de llevarlo en largo, muy en línea, mostrándole la salida. Rápido se le echaba encima. Resultó una faena muy atropellada en los inicios de cada serie, consiguiendo poco a poco ralentizar la embestida. Le dio tiempo y sitio, para iniciar una tanda al natural, echándole los vuelos a la cara y tirar del animal, siempre hacia adelante, uno a uno, tratando de asentar la embestida. Se cruzó y lo llevó en el sitio, tirando del animal donde se quedaba a su salida, dándole continuidad y emoción. El público se entregó con el. Se llegó a asentar con el animal, sin que le sorprendiera. En definitiva, puso al público en pie. Hundió el acero al segundo intento.
Las Ventas (Madrid). Toros de El Montecillo. Una corrida muy bien presentada, pero que no dio las opciones, mostrando una embestida descompuesta y poco colaborativa para la lidia. No se entregaron y lo poco que se les pudo sacar fue a base de empeño y un férreo valor seco, desarrollando faenas de mucha técnica y teclas, alejadas del lucimiento. Fernando Robleño, ovación y silencio tras aviso; Javier Cortés, silencio tras aviso y silencio; Francisco José Espada, ovación y ovación.
Incidencias:
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio. Saludaron una ovación Pascual Mellinas y José Alberto Aponte ‘Candelas’ tras el tercio de banderillas al sexto.