9 de junio de 2024/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos Emilio Méndez
Las Ventas celebraba la corrida de toros de Beneficencia, presidida por su majestad la Infanta Dña. Elena. Los matadores de toros Sebastián Castella y Fernando Adrián se midieron a los ejemplares de la ganadería de Garcigrande y El Pilar (3°). Los animales dieron esperanzas en el inicio del festejo, pareciendo que iban a dar el juego y las opciones esperadas. Sin embargo, les faltó fuerza y por mucho que quisieran no daban para mucho más. Lo más destacado fueron el segundo y el sexto, dos toros de motor y obediencia, que le permitieron a Fernando Adrián la Puerta Grande. Sebastián Castella diseñó una faena excesivamente larga con un toro noble. No hubo acople ni la faena rompió con aquel tercero que no tenía fuerza. Con el tercero de su lote tuvo la necesidad de pedir calma al tendido siete, pues trató de buscarle una faena viable a un toro soso y escaso. Fernando Adrián dejó una gran faena ante el segundo de la tarde, derrochando valor y seguridad. Con el cuarto fue una faena desconcertante en la que se le intentaba sacar lo poco que tenía mientras el tendido siete no paraba de protestar que hubiera sido devuelto. Con el sexto desarrolló una faena de intensidad en la que solo la espada deslució, pero que no impidió que cortará su segunda oreja de la tarde.
Abría la tarde un toro de Garcigrande al que saludó con intermitencia Castella, pues salía suelto de la tela. El diestro se lo fue llevando a los medios y allí se dispuso de rodillas para después levantarse y estirarse con el. El quite de Fernando Adrián en los medios pareció desarrollarse a cámara lenta. Hubo réplica en las manos de Castella, convirtiéndose en una pelea de gallos. Brindó a la Infanta y se dirigió al primero de su lote para pasarlo en la muleta por ambos pitones. El animal tenía movilidad y ritmo, por lo que permitió un inició explosivo. Continuó por el izquierdo, pero se lo pensó algo más, le costó entrar, pero los siguientes naturales llegaron seguidos, apretándole el diestro al toro. Le dio tiempo y sitio para seguirle por el derecho, con la muleta a la espalda, esperando para adelantársela en la media distancia y empezar a pasarlo en línea hasta envolvérselo y echárselo a la espalda. El toro aguantó y el público rompió. El francés siguió dosificando para después volver a exigirle, acoplándose con el a partir del tercer muletazo. En el uno a uno y asentado lo siguió pasando hasta que tiró la muleta e hizo su desplante a aquel toro noble que cada vez le costaba más pasar. Sin acierto con la espada.
Saltó al ruedo el segundo de la tarde, un toro protestado al que Fernando Adrián saludó con cinco faroles de rodillas. También brindó a la Infanta antes de iniciar su faena, la cual inició a pies juntos, pasándoselo incluso por la espalda, sin rectificar. El animal cayó y Fernando Adrián decidió aflojar en aquel inicio en el que no faltó mando. Continuó con la muleta montada sobre la mano derecha, con variedad y recursos en unas tandas en las que el toro andaba más que justo de fuerzas, perdiendo las manos. Cambió al natural, en un trazo largo y profundo que el animal siguió al compás que pudo. El de Garcigrande pasaba pero se quedaba corto, con una embestida obediente y bien llevada en la que quería más que podía. Tenía nobleza y el diestro lo aprovechó para pasárselo por donde quiso, teniendo que esperar cada vez la embestida para arrastrarla y llevarla. Desprendió valor y seguridad, culminando su faena con un desplante entre pitones en el que soltó la muleta. Cerró por bernardinas y una estocada en la que lo mató en corto y por derecho.
El segundo para Castella entró después de haber corrido la plaza. No fue un saludo capotero lucido pero sí bregado, ganándole terreno para sacarlo a los medios. José Chacón dejó el mejor par del tercio de banderillas, saliendo a saludar una merecida ovación. El francés fue al encuentro con el tercero, iniciando su faena bajo los terrenos del siete, doblándose con el, pero también alternando con pases por alto. Le dio tiempo y sitio para después terminar por definirse por el pitón derecho, llevándolo con suavidad, tratando de acoplarse en aquella primera tanda. El animal humillaba y metía la cara, pero perdía las manos y arremetía con medias arrancadas en las que incluso sorprendió al diestro. Al natural, por abajo y dándole salida no había forma de remontar aquella faena en la que el animal pasaba y pasaba, pero sin decir nada. Tenía sus teclas, no fue sencillo, pero el animal andaba muy escaso de fuerzas. Tras varios intentó logró meterle la espada.
Fernando Adrián se lució y estiró en un saludo capotero bien llevado y elaborado con el que le fue sacando hasta los medios. El público protestó para que el toro fuera devuelto, pero una vez alcanzada la faena, el diestro se dispuso a pasarlo por ambos pitones y el toro cayó sobre el firme. Tiró del animal lo llevó a los medios y empezó a pasarlo sin bajarle la mano. El de Garcigrande entraba y seguía de aquella manera la tela. Le dio mucho tiempo e inició una nueva tanda en la que el animal respondió. Cambió al natural, mimando todo lo que pudo y más la embestida. Fue a por la espada y lo mató con acierto, tirándose a matar con todo.
Castella metió al quinto por abajo en el capote, para después levantarse y seguirle a buen ritmo. Se alcanzó la faena de muleta y Castella enpezó a pasarlo con torería mientra lo andaba y alternaba pitones. Sin una pausa se dispuso a torearlo por el pitón derecho, llevándolo en largo y envolviéndoselo a la cintura en la continuidad del uno a uno. Castella, ante la impaciencia e impertinencia del tendido siete, pidió calma, todavía estaba tratando de darle forma a su faena. Siguió por el derecho, asentándose con el a pesar de que ya sabía que debía mimar las embestidas del de su lote. El animal entraba con obediencia y aunque no fuera la mejor embestida, el diestro quiso torearla. Cambió al natural, muy despacio y con suavidad, de nuevo en el uno a uno, al ritmo que el toro le aguantaba, encontrando el acople que hiciera viable la faena. Mató con aseo.
Fernando Adrián saludó a base de verónicas al cierraplaza desarrollando un saludo ligado y lucido. Tras un buen tercio de banderillas, Fernando Adrián se fue a los medios para brindar al público. Allí se puso de rodillas para recibir al toro con varios pases cambiados por la espalda. Aprovechó la inercia para envolverse al animal y enloquecer a los tendidos, que se levantaron para aplaudir aquel inicio. Con la muleta a la espalda eligió la distancia para citarlo y el toro respondió con prontitud, moviéndose con ritmo y siguiendo la franela con celo y obediencia. Ordenó las embestidas y le dio forma a una faena de emoción y ligazón con un toro que repetía llevando la cara abajo. Se lo enroscó, echándoselo a la cadera, siendo su cuerpo el eje sobre el que llevarlo. Al natural, mostrándole los vuelos algo adelantados enganchó la embestida y la arrastró detrás de la muleta. Volvió a mostrarse con firmeza y determinación en una faena de aplomo y temple que decidió no alargar. Cerró con pases genuflexo y de rodillas, terminando de reventar la plaza. Se tiró con verdad, incluso cayéndose después de hundir la espada. Sin embargo, fue al segundo intento con el que hundió el acero y el animal dobló.
Madrid. Toros de Garcigrande y El Pilar (3°). Los animales dieron esperanzas en el inicio del festejo, pareciendo que iban a dar el juego y las opciones esperadas. Sin embargo, les faltó fuerza y por mucho que quisieran no daban para mucho más. Lo más destacado fueron el segundo y el sexto, dos toros de motor y obediencia, que le permitieron a Fernando Adrián la Puerta Grande. Sebastián Castella, saludos tras aviso, silencio y silencio; Fernando Adrián, oreja, silencio y oreja.