29 de diciembre de 2024/David Jaramillo/Foto:Alais
Antonio Ferrera fue el encargado de abrir plaza, y lo hizo con una faena que marcó el camino de la noche; Fernando Adrián, quien llegó con una espina clavada tras su presentación accidentada en Cali días atrás, salió al ruedo vestido de cafetero, reivindicando su sitio con una actuación llena de firmeza y profundidad.
Con Cañaveralejo iluminado por los farolillos de los aficionados y el ambiente impregnado de entusiasmo, el festival nocturno de Cali arrancó con la solemnidad de la procesión de la Virgen de la Macarena. Más que un simple prólogo, este acto llenó de emoción los tendidos, donde los espectadores, animados y fieles, se dispusieron a vivir una velada especial.
Antonio Ferrera fue el encargado de abrir plaza, y lo hizo con una faena que marcó el camino de la noche. Ante un novillo bien hecho, aunque manso en varas, el extremeño construyó una labor sólida y pausada. Con su particular inspiración y temple, logró potenciar el fondo de calidad que el astado traía de serie. Tres naturales al ralentí fueron el punto álgido de una faena que supo administrar con inteligencia y arte. El público, entregado, premió su obra con dos orejas que confirmaron el dominio y la maestría de Ferrera.
Fernando Adrián, quien llegó con una espina clavada tras su presentación accidentada en Cali días atrás, salió al ruedo vestido de cafetero, reivindicando su sitio con una actuación llena de firmeza y profundidad. Su novillo, aunque de escasa duración, sacó un fondo bueno, y Adrián logró encauzar su embestida desde las primeras verónicas hasta los profundos derechazos que culminaron en tres naturales soberbios. La faena, siempre maciza y de gran pulso, fue coronada con una estocada que puso las dos orejas en sus manos y una sonrisa de satisfacción en su rostro.
El Payo protagonizó uno de los momentos de más gusto de la noche. Vestido de charro, recibió al cuarto con un poderoso capote y se adornó con dos medias verónicas de cartel. En la muleta, la nobleza del astado permitió al mexicano imprimir su sello de clase y lentitud en varios muletazos encajados que fueron un deleite para los sentidos. Aunque la faena careció de la emoción que da la bravura más entregada, quedó patente el gusto y el empaque del torero.
Guillermo Valencia tuvo que emplearse a fondo con el séptimo, un novillo con chispa y transmisión que vendía cara su muerte. El payanés, consciente de lo que se jugaba, tiró de recursos y valentía para imponerse y lograr una oreja tras la estocada. Fue una faena de esfuerzo y dignidad, que permitió al colombiano mantener el nivel del festival.
Las demás actuaciones, aunque limitadas por las condiciones de los astados, dejaron muestras del esfuerzo y la disposición de los toreros. Castella y Talavante se toparon con novillos mansos y deslucidos, que apenas ofrecieron opciones. La misma mala suerte que corrió Castrillón, mientras que Juan Sebastián Hernández cerró la noche con un astado a la defensiva, que se refugió en tablas y no permitió el lucimiento el colombiano, más allá de una serie de derechazos mandones.
FICHA DEL FESTEJO
Domingo 29 de diciembre. Plaza de toros de Cañaveralejo, Cali (Colombia). Cuarta de la Feria del Señor de los Cristales. Festival nocturno. Un tercio de entrada en noche agradable.
Novillos de Salento, desiguales de presencia y juego, en general mansos, aunque destacó la chispa y pronta fijeza del séptimo, el buen fondo del quinto y la noble clase del primero, «Furioso», nº 147, premiado con la vuelta al ruedo.
Antonio Ferrera, pinchazo y estocada (dos orejas).
Sebastián Castella, estocada trasera y estocada (silencio).
Alejandro Talavante, estocada y descabello (silencio).
El Payo, estocada caída (vuelta).
Fernando Adrián, estocada (dos orejas).
Luis Miguel Castellón, pinchazo, estocada defectuosa, aviso y tres descabellos (silencio).
Guillermo Valencia, estocada (oreja).
Juan Sebastián Hernández, estocada (silencio).