Un mano a mano con balas de fogueo

Morante de la Puebla y Juan Ortega, tarde de detalles y tres ovaciones ante deslucidos toros de El Pilar (1º y 4º), Domingo Hernández (2º y 3º) y Álvaro Núñez (5º y 6º).

23 de julio de 2025/Ismael del Prado/Foto: Arjona/Lances del Futuro

Balas de fogueo, pólvora mojada… usen el eufemismo que quieran, pero, sin paños calientes, el ganado del ansiado mano a mano sevillano en Santander fue puro saldo. Impensable en tres divisas con vitola de élite. Y no fue porque Morante de la Puebla –que dejó lingotes de su toreo inmortal en primero y quinto– o Juan Ortega –que detuvo el tiempo en un quite por acompasadas tafalleras y cinceló una faena torera al segundo– no quisieran, porque ambos jalaron. Incluso hicieron un esfuerzo con toros que no pararon de defenderse y soltar gañafones. Que hubo más de uno. A decir verdad, sólo la clase del humillador segundo, buen toro de Domingo Hernández, surgió de chiqueros como ese manà del que peregrina en el desierto. Un Sáhara, además, a total contra estilo. Del parado y con escasa vida, al desrazado y de vencida embestida, pasando por el bruto que punteaba y se violentaba, o el que fue todo genio y lija… Como entrar en el museo del desencanto. Un catálogo de lo deslucido en tarde de reventón. Cuatro Caminos, al menos, vio desempolvar a Morante el “quite de la escoba” de Antonio Bienvenida en el recibo al tercero, como ya había hecho en San Pedro Regalado en Valladolid. También atisbó muletazos con perfume caro en primero y quinto. Del lado de Ortega, un quite por tafalleras que duró media hora, imposible mecer la seda más despacio, y una faena de orfebre al citado segundo. Demasiado con tan poco arsenal.

Media docena de verónicas y un inicio de pasmoso relajo de Morante con el parado primero

Abrió plaza un toro de El Pilar, estrecho de sienes, algo montado y de morrillo ensortijado, que salió suelto y algo abanto. Lo consiguió sujetar Morante tras varias vueltas al doble anillo y le cosió media docena de verónicas, encajado, reunido, a cámara lenta. Hizo sonar el estribo en el caballo y apretó para dentro en banderillas este “Niñito” con alcurnia en la familia Fraile. Comenzó junto a las tablas intercalando muletazos por alto con trincheras de cartel, que abrochó con un garboso kikirikí y el de pecho. Todos con un relajo pasmoso. El sevillano quiso ayudar a romper al toro, consciente de la falta de raza de su adversario que, lejos de mejorar, se fue parando cada vez más hasta terminar muy aplomado, sin embroque, tras probarlo con la zurda. Antes, eso sí, dejó varios derechazos sueltos estimables y un natural larguísimo, que todavía no acabó. Dejó estocada y saludo desde el tercio.

Faena al ralentí de Juan Ortega, que pincha la oreja del buen segundo de Domingo Hernández

Con vuelta en el pitón, astifino desde la mazorca, cuajado, pero cortito y bajo, el segundo -de Domingo Hernández- no permitió estirarse de capa a Juan Ortega. Sí lo hizo, sin embargo, en un quite por tafalleras y cordobinas muy acompasadas, meciendo de verdad el percal en cada lance, al ralentí, que remató con una chicuelina de mano baja. No se le aplicó mucho castigo en el peto. El de Triana brindó al respetable y arrancó el trasteo, coincidiendo con las primeras astillas de lluvia, templando por toreros doblones, le siguió el molinete andándole y varios de pecho en los que acarició la enclasada acometida del burel. Con gotas de fogueo, que no fueron a más en su labor, sí lo hizo su toreo. Hubo una tanda magnífica con la diestra, encajado, hundidos los talones en la, a priori, recuperada arena. Ligó un par de tandas más, pero fue al echarse la franela a la zurda, cuando volvió a crecer el tono de su labor. Naturales profundos, echando los vuelos y recogiendo cada embestida detrás de la cadera. Enorme gusto en los remates, muy sevillanos, como el final, de rodilla genuflexa. Lo pinchó antes de una estocada caída y saludo desde el tercio.

Morante abrevia con un tercero muy deslucido, que le arrolló sin consecuencias en un recibo de otro tiempo

El tercero fue un toro ensillado y engatillado, también de Domingo Hernández, que salió enterándose. A su aire, corretón y desentendido, abanto, Morante lo paró con varios lances añejos. Con medio capote, agarrado por la esclavina para pegar cuatro, cinco quizás, chicuelinas, a pies juntos. Ya con el capote desplegado, cuando lo recogía, fue arrrollado, tras ponerle el pitón izquierdo a la altura de la hombrera. Sin consecuencias aparentes. Fue un toro este tercero muy desabrío, que buscó el pecho de la montura en varas y marcó querencias. Obligó a Iván García a un tercio de gran exposición, por el que saludó desde dentro del callejón. Luego Morante lo tanteó en paralelo a las dos rayas, peor el animal, sin humillar, tendía a vencerse por dentro. Motivo por el que su quehacer no pasó de ahí más que un torero macheteo en los costados. No lo vio claro con los aceros.

Silencio para Juan Ortega, incómodo con un cuarto de El Pilar que humilló, pero punteaba mucho las telas

Acapachado y de cuerna acucharada, gachito pero con desarrollo de pitón, el rematado y bien hecho cuarto fue el otro ejemplar de El Pilar. Salió con pies de chiqueros y apenas pudo estirarse Juan Ortega con él en un saludo para ahormarlo. Soltó la cara lo suyo en el encuentro con el del castoreño el toro charro, que salió suelto. Ortega comenzó el trasteo con preciosos ayudados por alto, que remató con una trincherilla de pintura. Caro toreo a dos manos. De buen embroque y perenne embestida por abajo, humillando mucho, el colorado tuvo el molestó defecto de puntear siempre los engaños. Hizo esta brusquedad que Juan Ortega nunca se sintiera cómodo con el “raboso”., pues cada vez que le tropezaba la muleta, cada enganchón, violentaba al astado y aquello era un volver a empezar. Por eso, el sevillano terminó por desistir con el astado ya venido a menos. El acero, romo.

Detalles al natural de Morante con un quinto áspero y que calamocheaba

Fino de cabos y acodado de pitones, el quinto, fue un castaño zancudito de Álvaro Núñez, que tuvo ímpetu y acostumbró a defenderse ya desde el mismo recibo de Morante. Áspero en sus primeros tercios, pese a la buena lidia de Iván García. Morante comenzó de nuevo pegado a los tableros, pasándolo por alto. Con genio, el de Álvaro Núñez, el de La Puebla hizo un esfuerzo con él en una faena fundamentada en el pitón izquierdo, donde, pese a soltar constantemente un seco tornillazo, se dejó algo más, en buena medida, por el mando del sevillano. Lo sometió hasta imponerse extrayendo naturales sin ligar, pero caros, al alcance de muy pocos por la materia prima que había delante. Lo “despenó” con certera celeridad y volvió a saludar una ovación.

Ortega sobrevive al genio y la agresividad de un sexto a la defensiva

Cerró plaza el otro astado de Álvaro Núñez, uno negro y cornidelantero, bien puesto de pitones y mejor hecho, al que recibió Juan Ortega con una larga en pie. Le apretó un mundo para dentro en esos primeros contactos el toro. Tampoco fue franca su pelea en el caballo y hubo que llegarle en banderillas. Ortega prologó por alto en un Alfa que ya atisbó la agresividad de un animal que no dejó de defenderse. Genio por arrobas, su viaje era un ir y venir de trallazos. Imposible vaciar una embestida con limpieza. Tras un inoportuno desarme, calar arriba se convirtió ya en un Everest imposible de escala, por mucho que Ortega quiso limar. Se le fue la mano a los blandos con el acero.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuatro Caminos, en Santander. Quinta de la Feria de Santiago. Lleno.

Toros de El Pilar (1º y 4º), Domingo Hernández (2º y 3º) y Álvaro Núñez (5º y 6º). El 1º, abanto de salida, desrazado, se paró muy pronto; el 2º, pronto y con clase, buen toro, con duración; el 3º, deslucido, sin raza, no humilló y tendió a acostarse en el viaje; el 4º, de buen embroque y con entrega, pero punteó siempre los engaños; el 5º, áspero y brutote, con temperamento;

Morante de la Puebla, de azul pavo e hilo blanco; ovación, silencio y ovación.

Juan Ortega, de verde esperanza y oro; ovación, silencio y silencio.

Incidencias: En el tercero, saludó desde el callejón Iván García.

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