Las negociaciones rotas la pasada semana por el agravio comparativo que suponía aceptar el mismo dinero por retransmitir Vistalegre que por Barcarrota ya han tenido buen fin. Pero esto pasará factura.
11 de mayo de 2021/Cultoro
Y llegó el momento de recoger lo sembrado. Tenía que llegar la hora en la que al toro se le explicase que no puede tratar a los que se acercan como si fueran imbéciles o mucho peor, como si acudieran a él cual vulgares pagafantas. «Nos hemos unido», coreaban por las esquinas. «Es una unión histórica», lanzaban sus eslóganes como si, de repente, todos los males del toreo hubiesen desaparecido de golpe por obra y gracia de Movistar. Pero el gigante empresarial es eso, un gigante, y ahora ya sabe cómo se trabaja en el interior y cuáles son los puntos débiles, y quiere -como es natural en toda actividad liberal- sacar el mayor rédito posible de sus inversiones. ¿O pensaban los taurinos cortoplacistas que su intento de explotar a Frauca iba a salirles gratis?
Les ponemos en antecedentes para no resultar más crípticos y hablar clarito para que se pueda discutir en la taberna: la II Gira de Reconstrucción, ese intento ruin y descabezado de seguir exprimiendo la teta de Movistar, sacó la pasada semana a la luz su primera víctima. Se presentó como la panacea. Se exhibió como la gran salvación de la tauromaquia justo en el momento en el que ésta lo necesitaba. Se lidió como la gran llave del candado del futuro del sector… Pero después se abusó, y se exprimió y se buscó rascarle el fondo como el que rebaña los últimos restos de las natillas que hizo mamá; y lo que ha hecho, de momento, es estar a punto de destrozar el plazo medio que ésta prometía. La tierra prometida lastrada por un Mar Rojo que ha irrumpido con fuerza cuando la “nueva normalidad” ha llegado a la tauromaquia.
El mecanismo era sencillo y se cacareó en la presentación de las cuentas: el millón novecientos mil que tenía la tele de presupuesto se dividía -previa retirada del impuesto revolucionario- entre los 21 festejos que se querían ofrecer y salía un precio fijo para cada una de las modalidades de retransmisión En lo tocante a corridas de toros, 84.000 lereles. 84.000, oiga, que pagaban cuatro toros con la exigencia justa de un gache y una imagen de desinterés en los tendidos en la que jamás se pararon a pensar. Por cortoplacistas. Y el mundo del toro, que es especialista en recoger sin trabajar, estaba encantado con el pagafantas, que incluso accedía a participar en una nueva gira mientras la temporada 2021 ya está en marcha a base del esfuerzo de unos empresarios que sí merecían su ayuda.
Y los daños colaterales de los 84.000 euros por festejo en una retransmisión de cuatro toros a plaza vacía ha estado a punto de pagarlos el San Isidro de Vistalegre. Carabanchel ha estado muy cerca de pagar la ronda que se tomaron unos cuantos, una ronda que veníamos predicando desde hacía semanas y que todo el sector estaba callando. Porque el que más y el que menos esperaba que le tocase a él. Porque el que más y el que menos pensaba poder entrar en la rueda y volver así a torear para regresar al escaparate que tan complicado se había puesto. Porque a ver quién le explicaba a Morante, a Juli o a Manzanares que había que cobrar lo mismo por televisarse en una de tercera que delante de la afición de Madrid.
Y ese es el problema, no hay otro. Movistar, que no ha llegado a ser la empresa que es pagando las fantas de nadie, ofrecía 85.000 euros por tarde para retransmitir el único San Isidro que tendremos este año. Y Toño Matilla, que no es amigo de la Fundación, pero sí contrapoder suficiente para ser peligroso delante, ha sido el primer damnificado. El tipo que idea la manera de devolver los toros a Madrid cuando menos esperanza existía, el que recurrió a la iniciativa privada cuando se enquistó lo público de la calle de Alcalá, el que se jugó su pasta en Carabanchel para seguir apostando por este espectáculo en un golpe de efecto marca de la casa -la Casa Matilla, claro está- ha sido el primero en sufrir los recortes en la aportación del gigante Movistar. Y por eso -hasta hoy- no había tele en Vistalegre: por andar gastándose las perras en pagar la ronda equivocada.
Las negociaciones rotas la pasada semana no auguraban ni retomarse ni resolverse, y todo por el agravio comparativo que suponía aceptar “esa leña” por, entre otras, tardes como las de Zafra, con 80 personas en el tendido. Sólo ese hecho era tan lamentable que hasta el propio Manzanares decidió quitarse de en medio de la nueva gira para no ser partícipe de la reconstrucción de ese desaguisado. «Es que eso no es culpa de la Fundación», decían el día 2 en Las Ventas. Y se equivocaban sin ser conscientes, porque es el paraguas de la Fundación el que alberga en su seno el roto que va a terminar por cargarse una buena idea por dejar a los taurinos meter la mano de más.
Vistalegre finalmente será retransmitida, pero el mal ya está hecho: el agravio comparativo ya está creado. Toño lo ha salvado con lo más parecido al Mundial del Toreo que verá este abrupto principio de temporada. Ahora ese problema que tendremos tras esta Feria lo deberá arreglar la entidad que no iba a entrometerse en los asuntos internos del sector, la laureada “Administración” de la tauromaquia. Este problema lo deberá poner derecho la entidad que intentó ser juez y parte en esta batalla… para finalmente casi destrozar la cobertura -aunque aún no hayan comprendido su culpa- de la primera gran Feria de un 2021 lastrada por los daños colaterales de una Gira de Reconstrucción de la que, tarde o temprano, íbamos a pagar la factura. Y mira que fue generosa la ronda a la que invitamos.