Verdad de Emilio de Justo, torería de Aguado y dos rehuelgas para soñar el toreo en Ceunca

Tarde histórica en el coso del Paseo de ‘Chicuelo II’ gracias a los extraordinarios ‘Lumbrero’ y ‘Callejón’, que en manos de Emilio de Justo y Pablo Aguado pusieron la plaza patas arriba

22 de agosto de 2022/Leo Cortijo/Fotos: Emilio Méndez

Hay tardes a las que uno le sobra todo el papel del mundo para escribir. No pasa nada o casi nada y enfrentarse al folio en blanco es como asomarse al precipicio. La que hoy les vengo a contar no es de esas. Es cierto que todo se concentró en dos toros y medio. Que no hubo más, pero eso fue suficiente para que Cuenca viviera una tarde histórica. La afición conquense disfrutó del toreo puro y clásico de Emilio de Justo, al que parece no pesarle el que un toro casi lo partiera en dos hace tan solo cuatro meses. Aunque con visibles molestias, sigue siendo un martillo pilón a base de encumbrar los cánones de la tauromaquia. Faena para grabar en oro, sobre todo al natural. Si su oponente fue bueno, el sexto que cayó en suerte para Aguado todavía lo fue más. Se le pidió el indulto, y diré que con razón, pues el animal no se cansó de embestir con toda la calidad del mundo además de cumplir en la única vara que se le dio. En esta plaza se han indultado toros de mucha menor condición… Ahí queda. El sevillano estuvo torerísimo con él. El gris en la tarde lo puso Morante, que solo dejó destellos –caros, eso sí– en su segundo. Vamos capítulo a capítulo…

Morante no vio clara la embestida con la que Suareño se presentó en la tarde y su percal fue testimonial. Cierto es que no se empleó con franqueza en ningún momento, iba con las fuerzas cogidas con alfileres. De hecho, empujó con la cara por las nubes en el peto. Un comportamiento incierto al que el de La Puebla encontró acomodo a media altura y sin exigir lo más mínimo. Faena de justificación por ambos lados sin demasiado peso por la inoperancia del oponente. Tras un desarme, el animal incluso se puso a la defensiva y el torero abrevió para terminar escuchando una bronca tras el sainete con la espada. Nada de nada.

A su segundo, Calleja, tampoco lo vio de inicio. Tiró por la calle de en medio y exigió que se le pegara de lo lindo en varas. Quién sabe, pero igual por eso el pobre animal de Rehuelga llegó como llegó al último tercio… Se dejó a media altura, sin más, en la pañosa de Morante, que eso sí, se la presentó con gusto y componiendo a las mil maravillas. Hubo destellos de calidad, pero con un animal al que la falta de fortaleza y el descaste le pesaron demasiado. Hubo torería en todo lo que dispuso –eso se le presupone a un torero como él–, pero faltó profundidad en el conjunto, más por demérito del toro, también es verdad. La oreja cayó de su lado con una petición no excesivamente numerosa. PD. Morante se toma su tiempo para dar la vuelta al ruedo. Un poco más y nos dan las uvas. 

La carta de presentación de Emilio de Justo después de su particular vía crucis ya aventuraba el lío: tres verónicas de altos vuelos a Lumbrero, un ‘abuelo’ que en octubre iba a cumplir los seis años. Pique en quites entre un inspirado Aguado en una media antológica y el extremeño por apretadas chicuelinas y otra media aún mejor. El inicio genuflexo para sacárselo a los medios fue para enmarcar, y a partir de ahí, el todo. Absolutamente todo. Tres primeras series por el derecho donde hubo transmisión y ligazón, aunque faltó cierto ceñimiento. Eso sí, hubo un derechazo en el que se pararon los relojes… Y el de Rehuelga, queriendo cogerla por abajo con exquisita calidad, como si no hubiera mañana. Un avión. ¡Qué toro! Por el izquierdo llegó lo mejor. Ahí rubricó media docena de naturales templadísimos y torerísimos a más no poder. Verdad absoluta cargando la suerte, encajado y relajando la figura. Cámara lenta, pero en vivo. Qué naturales a pies juntos para culminar un parlamento de nota altísima. Gritos de «¡torero, torero!» en la plaza, que acabó rendida a una figura.

Sombrero, que escuchó algunas palmas de salida (bien por los que las dieron) lució una lámina impecable. El de Rehuelga fue solo apariencia. En la muleta se puso gazapón y se movió sin humillar en absoluto. Un pan sin sal que en cuanto se sentía podido, protestaba o acortaba el viaje en mitad del muletazo. Un imposible, vaya, y Emilio, correctamente, abrevió.

Gitanillo fue una pintura santacolomeña, prototipo del encaste, que tristemente no escuchó las palmas de salida. Para eso también hay que estar, Cuenca. Como para premiar la lidia de Iván García, que fue espectacular y que pasó desapercibida. Aguado, que ya se había estirado con gusto a la verónica, brindó faena a Emilio en un gran gesto. Los doblones para abrirle los caminos al cárdeno fueron catedralicios. Pablo cambió terrenos en un par de ocasiones, y es que aunque el animal se dejó por ambos pitones, faltó rotundidad en su embestida. Demasiado pastueña y sin una entrega franca. Con todo, dejó algunos destellos meritorios, sobre todo con la diestra, ante un animal docilón que a poquitos fue acortando más su viaje.

Bullicioso y arrebatado recibo al cierraplaza, Callejón, doblándose con el animal, otra pintura cárdena que cumplió con nota en la jurisdicción del pica. Fenomenal con los palos Iván García… menuda tarde la del madrileño. Aguado apuntó la dimensión de la obra desde los primeros compases, torerísimo de nuevo en el toreo genuflexo. El cambio de mano en la primera tanda fue para ponerlo bucle. El de Rehuelga fue otro torazo para hacer y deshacer en la muleta a tu antojo. Un súper clase para soñar y comprarse tres cortijos. Lo tenía todo. Con él, el hispalense bordó por momentos el toreo al natural, hondo y con todo el poso del mundo. Buscó la rectitud en su figura, hundido en la arena en la que el extraordinario astado se aburrió de dibujar surcos en cada muletazo. El lío gordo vino cuando el público pidió con fuerza el indulto, que también querían torero (lo forzó) y ganadero. El presidente no. Y tuvo que aguantar una bronca descomunal. No ensombreció una tarde para el recuerdo.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuenca. 3ª de la Feria de San Julián. Algo más de 3/4 de entrada en tarde soleada y muy calurosa. Se lidiaron seis toros de Rehuelga, muy bien presentados en líneas generales. Descastado y soso el incierto 1º; con repetición, transmisión y calidad el muy buen 2º, premiado con la vuelta al ruedo; se dejaron a media altura y sin transmitir los suavones 3º y 4º; imposible el reservón 5º; y sublime para soñar el toreo, con todas las condiciones el 6º, que recibió la vuelta al ruedo tras una fuerte petición de indulto no concedido.

Morante de la Puebla (rosa chicle y azabache con remates en oro): algunos pitos y oreja.

Emilio de Justo (azul rey y oro): dos orejas y ovación con saludos.

Pablo Aguado (pizarra y plata): ovación con saludos y dos orejas tras dos avisos.

Nada más romper el pasillo la afición de Cuenca sacó a saludar a Emilio de Justo. Iván García y Pascual Mellinas se desmonteraron tras banderillear al sexto.

 

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