Una de ellas consistía en detener a caballo al toro en su carrera con una vara larga, la cual llevaba casi siempre una puya en su extremo
8 de abril de 2020/Adiel Armando Bolio
Del toreo en la primera mitad del siglo XVIII se conoce a través de la obra de don Heriberto Lanfranchi, “La Fiesta Brava en México y en España”, se sabe que a finales del siglo XVII empezó a ser usual en los festejos taurinos, una nueva suerte a caballo que, sin embargo, no era practicada por los caballeros.
“Consistía en detener al toro en su carrera con una vara larga, la cual llevaba casi siempre una puya en su extremo. Era suerte acostumbrada en las ganaderías y fueron, precisamente, vaqueros o gente del campo los primeros en darla a conocer en los cosos citadinos. Con el paso del tiempo, esta suerte habría de transformarse bastante hasta llegar a ser la actual suerte de varas que todos conocemos.
Precisamente, dichos varilargueros o picadores, en unión de los ayudantes a pie de los caballeros, fueron los que tomaron el lugar de éstos en los cosos taurinos, cuando la nobleza, de acuerdo con el gusto real, los abandonó a principios del siglo XVIII.
Además, la fiesta taurina no solamente se hizo plebeya sino que se convirtió para los que tomaban parte en ella en un oficio remunerado. Hasta finales del siglo XVII, las corridas de toros eran una actividad no lucrativa, pero ya a partir del XVIII todo aquel que se enfrentó a los toros, a pie o a caballo, ya no lo hizo por simple afición sino como un profesional que recibe dinero a cambio de su trabajo. Los espectadores, de la misma manera, al tener que pagar para presenciar el espectáculo que hasta entonces casi siempre había sido gratuito, empezaron a extremar sus exigencias con los lidiadores.
Durante la primera mitad del siglo XVIII, el toreo a pie, excepto en el momento de la estocada, siguió subordinado al toreo a caballo. Los varilargueros, como reminiscencia del toreo caballeresco, siguieron siendo las figuras principales del espectáculo, permanecían en el ruedo durante toda la lidia del toro e intervenían cuando buenamente querían, repartiendo puyazos a diestra y siniestra.
Por otra parte, los toreros a pie también intervenían en la lidia sin orden alguno, buscando sólo su lucimiento personal, ésta era desordenada al máximo y no tenía ni remotamente la formalidad que hoy en día se exige. Si con algo tendríamos que comparar aquellos festejos taurinos, sería con las actuales capeas pueblerinas, donde cada improvisado lidiador hace lo que le da la gana.
Sin embargo, la estructura rudimentaria que en aquella época tenía la lidia, así como los lidiadores que en ella intervenían, matadores, picadores y peones, no habría de modificarse ya en lo esencial sino simplemente ordenarse, perfeccionarse y reglamentarse para darle coherencia al espectáculo y acabar por dividirlo en los tres tercios tradicionales bien definidos: Capa-caballos, banderillas, muleta-estoque”. Continuará…
DATO
Los toreros a pie también intervenían en la lidia sin orden alguno, buscando sólo su lucimiento personal pues ésta era desordenada al máximo
Pie. Así empezó la suerte de matar / ADARBO