El grupo aportó 500 mil pesos para iniciar la obra, pero la realidad superó lo presupuestado, pues, al inaugurarse la plaza se llevaban 160 mil pesos más
17 de mayo de 2020/Adiel Armando Bolio
Una vez que nuestro país, en concreto la Ciudad de México, empezó a definirse a principios del siglo XX en la forma de asimilar, entender, interpretar y poner en función de manera particular la Fiesta de los Toros, ya bien asentada y enraizada en suelo nacional, los taurinos empezaron a darse cuenta que aunque ha habían plazas de relevancia, la capital del país necesitaba de un coso de categoría, digno del ambiente taurómaco que se vivía en la naciente centuria, lo que originó el surgimiento y toda la problemática de la plaza de toros El Toreo de la Condesa.
Es por ello que, nuevamente, nos meteremos al túnel del tiempo a través de la obra del escritor don Guillermo E.Padilla, “Historia de la plaza El Toreo”, para saber lo que sucedía aquel entonces.
“Iniciado apenas el año de 1907, la sociedad que proyectó y realizó la construcción de la plaza El Toreo fue legalizada, quedando denominada como ‘El Toreo’ S.A., para lo cual los socios aportaron la suma de 500 mil pesos, que fue el capital inicial con que se emprendió la obra del monumental coso. Medio millón de pesos que por aquel entonces era una cosa muy seria. Ahora que, como es costumbre siempre que se trata de cálculos sobre construcciones, la realidad superó al presupuestado, pues, al inaugurarse la plaza se llevaban gastados 660 mil pesos, o sea, 160 mil pesos más de lo calculado, y eso que el estreno se hizo cuando todavía faltaba bastante para que el coso quedara completamente terminado.
Fue en terrenos de la colonia Roma, en la ex Hacienda de la Condesa, donde se eligió el lugar para levantar el edificio, habiéndose adquirido un lote de 18 mil metros cuadrados, correspondientes a una manzana completa, con un costo de 184 mil pesos.
La forma del terreno era pentagonal, razón por la cual, una vez terminada la plaza, quedó rodeada por cinco calles que fueron las siguientes: Oaxaca, Colima, Salamanca, Durango y Valladolid.
Al punto se procedió a la bendición del terreno, ceremonia que ejecutó el entonces Arzobispo de México, don Próspero María Alarcón Sánchez de la Barquera, el día 28 de enero de 1907 y, poco después, el 7 de febrero del citado año, fue colocada la primera piedra en sencillo acto al que asistieron don Manuel Fernández del Castillo, presidente y gerente la sociedad ‘El Toreo’; el doctor Carlos Cuesta Baquero, comisario de la misma; don Emilio Rodríguez, vocal tercero de la asociación constructora; don José del Rivero, accionista de la mencionada compañía y empresario de la plaza que iba a construirse; el matador de toros madrileño Vicente Pastor, quien accidentalmente se encontraba en la República Mexicana, a donde había el viaje, no con la finalidad de torear sino para visitar a unos familiares que radicaban en Monterrey; el licenciado don José Segura, periodista que escribía en el diario El País; don Pedro Marroquín Aguirre, escritor taurino y connotado aficionado; el picador español de mote ‘El Castañero’ y varias personas más.
Fue precisamente el señor Fernández del Castillo quien colocó la primera piedra, después de que el abogado don José Segura, en breve discurso, deseó a los miembros de la sociedad constructora que la obra se llevase a feliz término dentro del plazo que se había fijado. Terminada la ceremonia, los integrantes del consejo administrativo y varios invitados tomaron un lunch-champagne en el restaurante que entonces había en la entrada del Bosque de Chapultepec.
El trazo del redondel lo hizo con una estaca don Enrique Rodríguez, padre del matador Paco Rodríguez, días antes de que se efectuara la ceremonia de la bendición del terreno en que luego se levantó el monumental coso.
Inmediatamente después se dio principio a las obras, que estarían apegadas al proyecto encomendado al arquitecto don Alberto Robles Gil, las cuales fueron dirigidas por el ingeniero don Eduardo Sabathé.
Los principales materiales que intervinieron en dicha fábrica fueron: mil toneladas de hierro importado de Bélgica, operación que se hizo por conducto de don Óscar Braniff; 800 mil tabiques y 3 mil 500 barricas de cemento.
De la fundición del hierro para la estructura de la plaza, se contrató al belga Van der Perenbrun. La obra de carpintería se encomendó a don Eduardo Angulo, la pintura corrió a cargo de Alberto Cosío ‘Patatero’ y el suministro de otros materiales a don Agustín Ondarza.
Al llegar el mes de septiembre del citado año (1907), la plaza aún no estaba terminada, pero urgía ‘echarla a andar’ porque los fondos de la sociedad estaban agotados, es más, había un déficit de 170 mil pesos, que explica fácilmente por qué fue adelantado el estreno del coso. Ante tal situación, la empresa resolvió iniciar cuanto antes las actividades taurinas, a fin de que la plaza produjera lo que faltaba para su total terminación y, una vez concluida la obra, se hiciese una inauguración formal. Desgraciadamente, pronto surgirían diferencias entre los socios propietarios, motivando ello que la plaza quedase son terminar y que su exterior, que según el proyecto, hubiese sido magnífico, nunca se terminara. Esto ocasionaría que la afición mexicana tuviese la pena de ver la Catedral Taurina de América mostrando siempre la desnudez de su estructura.
El cupo original del coso fue de 20 mil espectadores, capacidad que posteriormente le fue aumentada a 23 mil 895, una vez que se le hicieran 85 palcos, dos pisos de lumbreras y el acondicionamiento de la azotea.
El diámetro del redondel fue de 45 metros y la altura de la barrera de metro y medio. En las bien acondicionadas corraletas había cupo hasta para cinco corridas.
La plaza, poco antes de inaugurarse, a pesar de no estar concluida, presentaba un aspecto imponente, tanto que se cuenta que Rodolfo Gaona, en aquellos momentos aventajado discípulo de Saturnino Frutos ‘Ojitos’, en ocasión de haber visitado las obras de la plaza, exclamó asombrado y con cierta preocupación: ‘Pero ¿quién será el torero capaz de llenarla?’. No imaginaba entonces el futuro ‘Califa del León’, que sería él precisamente quien la llenara hasta las azoteas en incontables tardes de apoteosis”. En nuestra siguiente entrega recordaremos el por qué se le dio a la plaza el nombre de “El Toreo” y la corrida inaugural.
DATO
El cupo original de El Toreo de la Condesa fue de 20 mil espectadores y después fue aumentado a 23 mil 895 por los arreglos que se le hicieron