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5 de febrero de 2025/Adiel Armando Bolio/Fotos: Emilio Méndez
Si usted amigo aficionado quiere saber lo que es un ídolo, lo de este día en el LXXIX aniversario de la Monumental Plaza México, dentro de la quinta corrida del serial mayor, tiene como ejemplo vivo la investidura de un gran torero, figura mundial, el que más ha toreado en la historia del toreo, ese es el español Enrique Ponce, quien, así como canta una sevillana, también se echa al agua cantando “El Rey”.
Efectivamente, la tarde estaba cuesta arriba para Ponce y gracias al cariño de la gente, después de que su lote fue infumable se encontró con un toro de regalo, que no era una perita en dulce por su debilidad y nobleza que rayó en la sosería, pero al que supo entender gracias a su magisterio y remató con la estocada para cortar las orejas, en medio de la entrega total de la gente.
Sin embargo, nominalmente, el triunfador de la función fue Diego Silveti al hacerse de dos orejas para salir en hombros junto con Enrique Ponce por la Puerta Grande de “El Encierro”. El otro alternante, Alejandro Adame, quien confirmó su doctorado fue una más que agradable sorpresa al poder bien con el compromiso hasta cortar una oreja bien ganada.
Para dar paso al emocionante despeje de cuadrillas, la banda de Guerra de la Policía Bancaria e Industrial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México ante nuestro monumental Lábaro Patrio, se le rindieron los correspondientes emotivos honores incluyendo el canto solemne de nuestro Himno Nacional y entre gritos de ¡Viva México! ¡Viva la Fiesta Brava! y ¡Viva la Libertad!
Hecho el paseíllo, la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos, Rejoneadores y Similares, representada por el matador Francisco Dóddoli, entregó una placa al maestro Enrique Ponce por su gran trayectoria en los ruedos, además, de rendírsele una gran ovación en el tercio.
Ante un casi lleno en la zona numerada y más de media en el departamento general, en tarde de agradable clima, se lidiaron siete débiles ejemplares de la dehesa queretana de Los Encinos siendo uno de ellos de regalo, destacando el primero y el tercero además del regular séptimo. Lo demás, para el arrastre.
En el toro que abrió plaza, llamado «Farruco», número 17 y con 493 kilos, muy noble, pero acusando falta de fuerza, el acalitense Alejandro Adame bregó de forma atingente. Vino entonces la ceremonia de confirmación bajo el apadrinamiento de Enrique Ponce y ante la presencia de Diego Silveti. Con la muleta, tras brindarle a su hermano, el diestro Luis David, Alejandro empezó dando atractivos, artísticos y estudiosos pases para medir la embestida del burel, continuando con tres tandas derechistas que fueron a más. Al natural templó, mandó y dio brillante exposición en dos series. Más aplicación diestra de manera empeñosa. Volvió al perfil siniestro voluntarioso y se lució al hacer el toreo en redondo por ambos perfiles, destacando por el derecho, incluyendo un cambio de mano por delante. Manoletinas para cerrar y acabó de estocada trasera y desprendida para obtener una más que merecida oreja.
El valenciano Enrique Ponce, a su primero, débil, pero, de buena voluntad para embestir, lo lanceó bien. Con la sarga, tras la devolución de trastos, dio algunos pases de inicio, pero el astado se le derrumbaba. Lo fue estudiando, sobando y media altura, le logró algún pase meritorio, sin embargo, el encinero era un inválido. Terminó de estocada baja y tendida para escuchar aplausos.
Ponce, en su segundo, «Protagonista», 24 y con 495 kilos, el de su adiós de México, capoteó de forma bien intencionada y estudiosa. Con la franela, el de Chiva, Valencia, inició doblándose suavemente para instrumentar, bajo las sentimentales notas musicales de Las Golondrinas, una faena en la que el alma y el corazón de Ponce si querían, pero la debilidad de su antagonista no le dejaba explotar todo eso que llevaba dentro y, que sólo por chispazos de arte, se pudo disfrutar muy a pesar, se reitera, de las enormes intenciones de quien ha sido el matador que más ha toreado en la historia del toreo. Concluyó de atinada estocada y la gente se le entregó por completo tributándole gritos de ¡torero! a la par de una gran ovación en el tercio.
En su primero, «Lironcito», de poca fuerza, pero noble ejemplar, el irapuatense Diego Silveti lanceó bien a pies juntos y mejor se vio un sutil quite por tafalleras. Con la pañosa, comenzó talentosamente doblándose suavemente, rematando con estético desdén. Siguió por derechazos en un par de racimos templados y enclasados. Con la mano izquierda no tuvo la misma suerte por lo que la vereda diestra fue la conducente en otras cuatro tandas de calidad excelsa, mismas en las que fue acortando distancias, metiéndose entre los pitones e intercalando toreros adornos como un cambiado por la espalda en corto. Luego sin valerse del ayudado le aplicó ceñidas joselillinas para abrochar. Mató de certera estocada y cortó dos apéndices.
A su segundo, débil y deslucido, Diego le jugó bien los brazos en lances a la verónica y valiente quitó por gaoneras. Con la tela escarlata, tras brindarle al director técnico de la selección nacional de futbol profesional, Javier «El Vasco» Aguirre, de igual manera, comenzó doblándose para, entonces, darse a la tarea de largar derechazos, pero el toro se la cayó por débil. Aun así, le insistió a media altura y le sacó pases meritorios por ambos lados, sin embargo, el juego del burel hizo que el trasteo decayera a pesar de la gran voluntad de Silveti, quien tuvo sus mejores pasajes con la diestra y metiéndose en terrenos comprometidos. Terminó de pinchazo y estocada para ser aplaudido.
Tras la lidia del quinto toro, vino la despedida del subalterno de a pie Fernando García Araujo, tras poco más de 33 años como torero, 31 de ellos como socio oficial de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros y cerca de cumplir 50 años de vida. Fue entonces su hijo, también rehiletero, Fernando García López, quien le cortó el añadido y, después dar emotiva media vuelta al ruedo.
Y en el toro que cerró el festejo, débil y soso, Alejandro veroniqueó artísticamente y de igual manera realizó chicuelinas, además de quitar también por estéticas chicuelinas cuando falló parte del alumbrado de la plaza. Con la manta grana, en los medios, ejecutó un cambiado por la espalda, el de pecho y entusiastas derechazos para continuar un trasteo por el mismo pitón con otra serie bien trazada. Con la izquierda le echó tipo, pero, el astado se le caía. Otra dosis diestra empeñosa, sacando pases uno a uno, pero pudo más la sosería del toro. Le insistió, le piso los terrenos, pero no fue suficiente. Acabó de pinchazo y estocada haciéndose aplaudir.
A pesar de que no iba a haber regalos en el serial, la gente, a petición general, le pidió el regalo a Ponce y este accedió gustoso.
Así que, como séptimo, salió la tercera reserva, de la misma dehesa titular, «Indiano» de nombre, de Los Encinos, soso, pero dejándose, protestado por el público, al que lanceó Ponce bellamente a la verónica y mejor aún quitó por una chicuelina y una verónica. Luego del segundo tercio, se destocaron Fernando García López y Cándido Ruiz. Con la muleta, tras tirarse al ruedo un espontáneo que pegó tres brillantes naturales ante el consentimiento y apapacho de Ponce para, luego él, largar dos brillantes series derechistas al soso encinero. Por naturales, se mostró empeñoso y, después vinieron derechazos a media altura, al más puro estilo de la casa, lleno de ritmo y arte. Serie de molinetes personales, más diestra de calidad, con el fondo, nuevamente de «Las Golondrinas». Sus poncinas a petición general rematadas con pases de bella filigrana entre gritos de ¡torero! Mató de atinada estocada y se le concedieron las orejas para dar una clamorosa vuelta al ruedo con música de mariachi en la arena y teniendo sorpresivamente como cantante a la estrella de nuestra canción Pepe Aguilar, le dedicaron “El son de La Negra», «El Rey», “Cielito Lindo” y “México lindo y querido”, todo dentro de un espectáculo de luz y sonido que alumbraba una frase en el ruedo que decía “Enrique Ponce hasta siempre”.
Al final, Diego Silveti, triunfador de la corrida, compartió la salida en hombros con Enrique Ponce por la Puerta Grande de «El Encierro» entre vitores y palmas.
FICHA
LUGAR: Ciudad de México, CDMX.
EVENTO: Quinta corrida del serial de aniversario y con la que el gran coso cumplió 79 años de historia.
PLAZA: Monumental México.
ENTRADA: Casi lleno en la zona numerada y más de media en el departamento general.
GANADO: Se lidiaron siete débiles ejemplares de la dehesa queretana de Los Encinos siendo uno de ellos de regalo, destacando el primero y el tercero además del regular séptimo. Lo demás, para el arrastre.
CARTEL: El valenciano Enrique Ponce, en su adiós a los ruedos: palmas, al tercio y dos orejas en el de regalo. Diego Silveti: dos orejas y palmas. Alejandro Adame, quien confirmó su alternativa: una oreja y palmas.
INCIDENCIAS: Tras la lidia del quinto toro tras 31 años como socio activo de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros y cerca de los 50 años de vida, se despidió de los ruedos el banderillero Fernando García Araujo, siendo su hijo Fernando García López quien le cortó el añadido.
Antes de que saliera el cuarto toro de la tarde, saltó al ruedo un espontáneo tlaxcalteca pidiendo una oportunidad de nombre Enrique Reyes Ronquillo.
Y cuando Enrique Ponce terminada de brindar el toro de regalo, se le tiró otro espontáneo, el colombiano Mikel Ramírez, quien al lograr zafarse de las cuadrillas y de la autoridad tuvo la fortuna de ligar tres estupendos naturales ante la complacencia y apapacho de Enrique.