
El de Gerena le corta las orejas a otro grandísimo toro de Las Tiesas, mientras Daniel Luque pincha una faena de enorme exposición y fe en una tarde El Cid se fue silencia
3 de mayo de 2025/Pablo López Rioboo/Foto: Procuna
Se rozaban las nueve de la noche y la Maestranza veía como una de las tardes de mayor expectación de la temporada se iba por el sumidero. Victorino trajo a Sevilla -como de costumbre- una corrida de impecable presentación, pero en esta ocasión exenta de esa bravura encastada que permite el toreo. Por la puerta de chiqueros fueron saliendo una sucesión de animales sin casta ni entrega que no ayudaron a una terna de especialistas. Pero el quinto capítulo del festejo nos traía el premio gordo, un astado de altísima nota que cayó en las manos de Manuel Escribano. Manuel conseguiría tomarle el ritmo a un toro que gateó por el pitón izquierdo, un animal que se redujo cuando el muletazo veía enganchado delante y soltando tras la cadera. A derechas también cuajó las encastadas embestida de un toro que exigió la máxima apuesta por parte de su matador. Una faena volcánica, un trasteo que agigantó su leyenda, esa en la que entró a formar parte un Mosquetón premiado con el pañuelo azul. Una tarde donde Luque mostró su madurez absoluta ante un tercero al que le planteó un cara a cara sin dobleces en un trasteo sin fisuras. No dio un paso atrás en una tarde de gran verdad. Sin suerte salió el Cid de una tarde a contraestilo.
El Cid abrevia con el orientado primero de Victorino
Le costó de salir de chiqueros al primero, un astado de nombre Planetario serio y fino de cabos que se emplazó en el tercio quedándose este muy corto en el capote de un valentísimo Juan Sierra -hombre de confianza de Manuel- que tragó una enormidad con el toro quedándose muy abajo. Tuvo la virtud de la humillación un astado que tampoco se rebosó en el capote del de Salteras y al que le costó un mundo acudir al jaco. Su pelea en varas fue desigual en un tercio donde Ignacio Rodríguez se encargó de administrarle castigo. Ya en banderillas esperó un mundo a unos hombres de plata que se las vieron y se las desearon para cumplimentar el tercio con dignidad. Muy inteligente volvió a estar Sierra cerrando el animal antes de tomar la muleta su jefe de filas. A la condición de animal se sumó el molesto viento que reinaba a esa hora de la tarde en la plaza. Una prenda el astado de Victorino, toro esperó una enormidad y que tendía a cambiar su velocidad cuando llegaba al embroque. Viendo la imposibilidad de ahormar faena se fue a por la espada. Tras tres pinchazos y una estocada algo tendida y perpendicular fue silenciado.
Escribano traga ante un segundo al que toreó con templanza y largura al natural
Sueltecito salió el segundo de la tarde, astado fino de hechuras y algo más manilargo que el que abrió el festejo. Anduvo dispuesto Manuel, intentando este abrirle los caminos con verónicas a media alturita. Al igual que su hermano jugado en primer lugar, a este también le costó acudir al jaco, empujando este sin demasiada entrega una vez llegó a la jurisdicción del picador. Porfió Luque en un corto, pero desigual quite por delantales donde palpó la desigual embestida de un astado que le arrolló en el segundo lance. Victorino que esperó siempre y al que había que llegarle una enormidad, algo que se palpó a la perfección también en un tercio de banderillas donde vimos a un solvente y valentísimo Escribano. Acertadamente lo cambió de terrenos para comenzar un trasteo donde el viento volvió a hacer de las suyas. Tragó Manuel ante un toro de corto viaje que nunca quiso empujar por abajo, otro astado con complicaciones que no permitía ni una duda por parte del sevillano. Por el izquierdo, y siempre perdiéndole un paso, consiguió templar a un astado que tuvo buen embroque por ese pitón. Muy decidido anduvo con un toro al que había que llevar empapado de muleta y abrirle algo al muletazo al venir muchas veces en línea recta. Volvió al toreo en redondo donde poco a poco fue metiendo en las telas a un animal que nunca se entregó por ese pitón. La última serie al natural, por su verdad y entrega, caló enormemente en los tendidos. Se la dejó siempre muerta y pulseó la humilladora embestida de un astado que tuvo mayor franqueza por ese pitón. Tras pinchazo y estocada saludaría una cerrada ovación -tras aviso- por parte de una plaza que valoró en todo momento todo lo que hizo delante del animal.
Daniel Luque muestra su verdad y su asentamiento ante un tercero de compleja embestida
Ovacionado de salida resultó el tercero, un cárdeno de Victorino que salió suelto antes de fijarlo el de Gerena en el capote. Fruto de un arreón del animal Luque tomó el capote a una mano para dejar varios lances -por ambos pitones- a un toro al que también torearía con temple a la verónica. Apareció el espíritu de José y José Antonio, de Joselito y Morante, en varios lances que calaron enormidad en el respetable. Pesador, que así se llamaba el animal, acometió con bravura al jaco en dos entradas donde nunca hizo sonar el estribo del picador. Luque decidió no entrar en su turno de quites y esperar a la muleta para volver a ponerse delante de un toro al que se le atisbaban ciertas virtudes pese a estar sin definir. Brindó al cielo -a su padre recién fallecido- un animal que no permitía duda alguna, astado fijo y pronto al que Daniel le dejó una primera serie de gran disposición. Pesó también mucho en los trastos un ejemplar de cambiante embestida al que le costó entregarse. A natural los muletazos fueron brotando de uno en uno, sin atosigar a un astado con sus complejidades. Acertó en terrenos y alturas, todo lo hizo a favor de obra para que Pesador se deslizara tras la pañosa. Asentó zapatillas, le la presentó con mucha verdad, le aguantó miradas y algún que otro arreón en un trasteo que se vivió con sumo interés desde los tendidos. Expuso una barbaridad el de Gerena con un toro que al sentirse podido acabó rajándose, ese con el que realizó una de esas faenas que llenan por completo a un torero. La estocada pondría la rúbrica a una labor de gran asentamiento y verdad, esa que no sería premiada con una oreja tras no existir mayoría de pañuelos. La ovación fue de clamor.
El Cid porfía -sin lucimiento- ante el descastado cuarto
Tampoco quiso deslizarse tras el vuelo de los capotes el cuarto, otro toro que empujó de forma desigual al jaco. Al igual que pasara con el abreplaza volvió a destacar un Juan Sierra que saludó montera en mano junto a Maguilla en un tercio de banderillas de gran exposición. Apostó el de Saltera por esa mano que tanta gloria le dio en su carrera para comenzar su trasteo. Pese a cincelar una tanda de desigual metraje, este dejó un ramillete de naturales marca de la casa. Por el lado derecho también tuvo sus complicaciones un toro que se frenaba si no se la dejabas puesta en la cara. Manuel porfió sin lucimiento ante otro ejemplar que exigió firmeza, ese que no te permitía dudar en ningún momento. No acabaron de entenderse toro y torero en una faena que nunca tomó vuelo. Se atascó con los aceros, sonó un aviso y fue silenciado.
Escribano le pasea las dos orejas a un Mosquetón de vuelta al ruedo
Se fue Manuel a la puerta de chiqueros a recibir al quinto de la tarde, otro toro serio y en tipo de la ganadería cacereña. Se puso más allá del tercio para soltar una larga de gran exposición antes de dejar varias verónicas de mérito ante un toro que embistió con fiereza. Tuvo verdad el tercio de varas, ese en el que destacó la entrega de Mosquetón y la destreza de un Juan Francisco Peña ovacionado por el respetable. Se movió como un obús un toro que obligó a Escribano a jugar con las inercias y las querencias de este. El de Gerena se dejó llegar una enormidad un toro que se dolió de una de las banderillas al caer esta en el puyazo. El último par al quiebro sentado en el estribo puso a la gente en piel. Le presentó cara Manuel al encastado animal de Victorino, un toro que embistió con motor y humillación a la pañosa, ese que acrecentaba su entrega cuando se le apretaba por abajo. Sonaban los acordes de La Giralda mientras el gerenense le perdía un pasito al vibrante animal para poder ligar los derechazos, esos que fluyeron con verdad y mando, con pulso y asentamiento. Una vez reducida esa volcánica embestida Escribano cinceló los derechazos más pausados de su faena, esos donde redujo la embestida de un toro de gran nota. Tras varios enganchones, Manuel conseguiría tomarle nuevamente el ritmo a un toro que gateó por el pitón izquierdo, un animal que se redujo cuando el muletazo veía enganchado delante y soltando tras la cadera. A mayor exigencia más entrega del animal, ese que derramó su bravura en un ruedo fetiche para esta casa ganadera. El sevillano estaba cuajando a un toro de nota, un astado que no fue sencillo por la exigencia que pedía de su matador, ese que se le entregó en cuerpo y alma para clamor de una plaza que rugió con el toreo de su paisano. Tras volcarse en la estocada este pasearía las dos orejas de un astado de vuelta al ruedo, un torrente de bravura.
Luque queda inédito con el imposible sexto
Se mostró muy decidido Luque con el hondo y cuajado sexto, un toro que embistió con transmisión pese a faltarle un punto de entrega en el percal. Pese a encelarse con la cabalgadura le faltó mayor celo y empuje a un animal que se entregó algo más en el segundo puyazo de un Jabato que fue ovacionado por los tendidos conforme pasaba por el callejón. Suelto y desentendido salió de los capotes un animal que marcó varias veces con salirse suelto, un astado siempre que acometió con transmisión fue a favor de querencia. Daniel era consciente que no podía apretarle de inicio al astado, de ahí que la primera tanda fuera a media altura y en línea recta. Pese a ese buen trato el astado tendió a frenarse una vez llegaba al embroque, soltando este la caraintentando quitarle el corbatín al de Gerena. No se dio coba el de Gerena yéndose esta a por la espada viendo la imposibilidad de meter en el canasto a un toro de tan avieso comportamiento. Tras pasaportar al animal este sería finalmente silenciado.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Octava de abono. Corrida de toros. Lleno.
Toros de Victorino Martín, de avisesa y orientada embestida un primero que humillo pero que nunca ir hacia adelante; de exigente y cambiante embestida un segundo que pesó una enormidad en los trastos; con aristas un exigente tercero que acabó rajándose; sin celo ni ritmo, un exigente cuarto que no se empleó en los trastos; incansable bravura un Mosquetón de premiado con la vuelta al ruedo; de avieso comportamiento el imposible sexto.