
12 de julio de 2025/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos Emilio Méndez
Pamplona ha celebrado su sexta corrida de toros de San Fermín, en la que los diestros Rafael Rubio «Rafaelillo», Fernando Robleño y Juan de Castilla se midieron a los ejemplares de la ganadería de José Escolar. Los animales fueron complejos y presentaron muchísimas teclas en la faena, desarrollando y sabiendo lo que dejaban atrás. Destacó el tercero, el más llevadero y que permitió el acople y armonía en la labor del colombiano. Rafaelillo derrochó entrega y mucho oficio ante un toro complejo y con teclas que no decía demasiado con su embestida, llevándolo mayoritariamente por el pitón derecho. Su faena al cuarto fue creciendo en complejidad después de que fuera prendido, quedando claramente mermado y teniendo que abreviar. Robleño llevó con oficio e incluso poder al segundo, un toro con teclas y que no permitía margen de error, pero al que también logró meter y robarle las embestidas. La entrega y el oficio de Robleño hicieron posible su faena al quinto, un toro que pasó y con el que dejó naturales de calidad aunque sin ligazón, pues el de Escolar no se lo permitió. Juan de Castilla aprovechó al tercero, un toro con ciertas condiciones, pero complejo y de teclas, con el que encontró armonía y acople, cortando la primera oreja de la tarde. El sexto no le brindó opciones al colombiano, era ajeno a las demandas de un diestro que se vació queriendo torear a un toro que no quiso.
Rafaelillo, entrega y oficio ante un complejo primero
Rafaelillo saludó con una larga cambiada de rodillas al hilo de las tablas al primero de la tarde. Después siguió con una brega llevada con la que le fue ganando terreno sin poder estirarse con el. Se alcanzó la faena de muleta y Rafaelillo tiró del animal para sacarlo rápidamente de tablas y llevárselo más allá del tercio. El de José Escolar era reservón, incierto y muy brusco en sus embestidas, pasaba midiendo al diestro. Rafaelillo logró robarle las embestidas a base de mucho oficio, siempre con un toque fijador delantero, pasándolo de uno en uno, esperando, colocándose, buscando los terrenos y la distancia. El animal no se empleaba, tampoco humillaba, pero pareció no importarle al murciano, tratando de lucirse con algún que otro molinete y una faena llevada sobre el pitón derecho. Pases cortos, sin poder ligar para evitar que se desordenara. Cambió al izquierdo, aguantando las miradas de un José Escolar al que le costaba mucho pasar, sin completar los naturales. Sin embargo, no tardó en retomar el pitón derecho, cruzándose tratando de robarles algún muletazo más. Mató con acierto, a pesar de que el animal se levantara.
Poder de Robleño ante un segundo de teclas pero con matices
Fernando Robleño saludó al segundo de la tarde en su capote, bregándolo por abajo, ganándole terreno, llevándoselo a los medios hasta rematarlo con una media muy torera. Después de que pasara por el caballo el de Escolar, Juan de Castilla se dispuso con el capote a la espalda para desarrollar un lucido y arriesgado quite, que fue reconocido por el respetable. Brindó Robleño desde los medios para después comenzar su faena por abajo, por doblones, sacándolo del tercio. Se decidió por el pitón derecho para llevarlo en una primera tanda de cierto acople, tocándole con insistencia, siempre dejándosela en la cara para llevarlo metido en el engaño. Continuó sobre el mismo pitón, bajándole la mano para desarrollar un toreo en redondo, llegando con su labor a los tendidos. Le dio tiempo y sitio, pero justo antes de iniciar una nueva tanda por el derecho se le arrancó con brusquedad y casi lo prende. Cambió al pitón izquierdo, marcando con la ayuda, sin poder evitar que le hubiera visto y se le viniera al cuerpo, desarrollando. Sin embargo, el oficio de Robleño le hizo sobreponerse y meterlo también al natural, robándole unos cuantos pases de cierto poder y mérito. Recuperó el pitón derecho, llevándolo muy tapado, pues no permitía margen de error. Pinchó, logrando meter el acero al segundo intento.
Juan de Castilla corta la primera oreja de la tarde
Juan de Castilla saludó con solvencia y firmeza al primero de su lote, pudiendo estirarse. Se alcanzó la faena de muleta y el colombiano la inició de rodillas desde los medios, aprovechando la inercia para envolvérselo y ligarlo haciendo un inicio de calado y mucha emoción. Continuó sobre el pitón derecho, llevándolo por abajo, ligando, pudiendo darle continuidad a una serie en la que se encontró a un toro con movilidad. Cambió al natural, aprovechando las buenas condiciones que le prestó por el pitón izquierdo, citándolo con un toque delantero y suave. El animal siguió el engaño con cierta armonía, habiendo acople entre ambos, embistiendo con ritmo, sin embargo, el de Escolar perdió las manos e interrumpió aquella continuidad. Recuperó el pitón derecho, culminando con algunos desplantes, que dieron pase a una nueva tanda por el derecho, en la que se encajó en un toreo de riñones y mano baja. Culminó con unas manoletinas de rodillas en las que casi lo prende, librándose por el buen quite de Raúl Cervantes. Sin embargo, aquello no hizo que el colombiano pasara a la suerte suprema, sino que completó las manoletinas de rodillas para después matar tirándose muy recto, llevándose un pitonazo en el pecho sin aparentes consecuencias. Mató al segundo intento con mucho acierto.
Rafaelillo corta una oreja tras una faena en la que tuvo que abreviar después de fuera prendido bruscamente por el cuarto de la tarde
Rafaelillo se fue a la puerta de chiqueros para recibir al segundo de su lote a portagayola sin poder lucirse, puesto que se le vino muy recto y muy encima. Después trató de seguir con un nuevo farol de rodillas al hilo de las tablas de mucho peligro, continuando con una brega llevada por abajo. Rafaelillo brindó al público desde los medios para después comenzar su faena junto a las tablas, recibiéndolo en el engaño de rodillas, siguiendo con un toreo bajo bien llevado en el que el de José Escolar no mostró malas condiciones. Continuó sobre el pitón derecho, sin encontrar ese acople en un toro que sacó la cara alta, desluciendo el trazo. Cambió al natural, llevándolo a media altura, con ligazón y mucho ritmo, lo que le permitió a Rafaelillo desarrollar una tanda larga. Insistió por aquel pitón izquierdo, sintiéndose cómodo con aquellas embestidas. Sin embargo, al retomar el pitón derecho, el animal se le arrancó y lo volteó con brusquedad, prendiéndole en diversas ocasiones. A pesar del percance, Rafaelillo parecía estar bien, por lo que con vergüenza torera volvió a la cara del animal para pegar una tanda de raza y mucho valor ante un toro que medía y sabía donde estaba el cuerpo. El diestro quiso seguir, pero lo volvió a desarmar con aquella media arrancada en la que casi lo prende. No tuvo más opción que pedir el acero ante la imposibilidad de poder continuar. Lo mató con acierto.
Robleño empaña con el acero una labor de oficio y acople al natural con un toro que no le permitió la ligazón
Salió el quinto, un toro al que saludó Robleño con un recibo capotero llevado, frenando la embestida y metiéndola en el capote para poder estirarse, dejando buenas pinceladas. Volvió a lucirse en el quite Juan de Castilla. Inició la faena con doblones por abajo, ganándole terreno para después decidirse por el pitón derecho. Lo llevó de uno en uno, tocando y pasando, ordenando y estructurando con pulcritud y firmeza. Continuó por aquel pitón, encontrando asperezas y un peligro sordo. Tuvo que rectificar Robleño y seguir llevándolo pase a pase, sin ligarlo para intentar no atropellar los muletazos. Cambió al izquierdo, en un toreo al natural pausado en la que lo metió echándole los vuelos a la cara para después arrastrar la embestida detrás del engaño. Lo buscó y no paró de insistir en una serie de naturales profundos y de calidad, aunque sin ligazón. Siguió, marcándolo con la ayuda, tratando de pasarlo en largo, culminando una faena laboriosa basada en su oficio y entrega. Falló con el acero, empañando su labor.
Juan de Castilla, sin opciones con un sexto ajeno a una faena de máxima entrega y disposición
Juan de Castilla recibió en su capote al sexto de la tarde, tratando de bregar con un toro bronco e incierto al que sacó rápidamente de tablas. El de José Escolar era ajeno a todo lo que le demandaban en el ruedo, estaba a todo y a nada, guardando en su interior un peligro sordo. A pesar de las condiciones que mostró el animal, Juan de Castilla no dudó en irse a los medios para recibir en su muleta al sexto, teniendo que rectificar para evitar que se lo llevara por delante. El animal no humillaba, pasaba por alto, pero el colombiano le robó los muletazos con firmeza y mucha habilidad. Continuó sobre el pitón izquierdo, teniendo que insistir en el cite, incluso teniendo que moverlo para intentar volver a comenzar la serie. El animal era ajeno a las demandas de Castilla, saliendo mirando al tendido. Juan salió con intención de abrir la Puerta Grande, pero su adversario no le prestó opciones para ello. Cambió al pitón derecho, encontrando una embestida brusca y desinteresada en la que topaba en la tela, descomponiéndose. Juan insistió, volviendo al pitón izquierdo, pasando aquel ejemplar que seguía saliendo suelto. Logró sujetarlo para seguir llevando aquella media embestida en una serie que no había forma de completar. El colombiano siguió pasándolo, con muletazos de rodillas incluidos, buscando cualquier tipo de opción para que pasara en la tela. Le metió la mano con habilidad a un toro que no colaboró en la suerte suprema. Sin embargo, la estocada no fue efectiva y el colombiano tuvo que volver a entrar a matar.
Ficha del festejo:
Pamplona. Toros de José Escolar. Los animales fueron complejos y presentaron muchísimas teclas en la faena, desarrollando y sabiendo lo que dejaban atrás. Destacó el tercero, el más llevadero y que permitió el acople y armonía en la labor del colombiano. Rafael Rubio «Rafaelillo», silencio y oreja; Fernando Robleño, silencio y silencio tras aviso; Juan de Castilla, oreja y silencio tras dos avisos.