“Calita” y Escobedo salen en hombros en el cierre de Teziutlán
18 de agosto de 2019/Adiel Armando Bolio/Foto: Saínos
El cerrojazo de la LXXVI edición de la Feria de Nuestra Señora de la Asunción, en el coso techado “El Pinal”, el que por cierto registró poco más de media entrada, pudo haber tenido un final con mayor seriedad y no con tanto cachondeo solapado por la autoridad representada por don Fernando García Razcón, quien por cierto llegó muy tarde a la hora del sorteo, y con la anuencia de la empresa “Alma Taurina” al inventarse un arrastre lento al séptimo astado y el indulto al octavo, ambos de diferente dehesa, aunque hermanas, restándole mérito a los trasteos de Ernesto Javier “Calita” y Luis Ignacio Escobedo, con el pecado este último de permitir el perdón de la vida a su toro y aceptar que de manera simbólica le entregarán únicamente dos orejas y no el rabo, incluida la cobera invitación al ganadero a dar la vuelta al ruedo. Un auténtico cachondeo. Finalmente salieron en hombros por la Puerta Grande de El Carmen tanto “Calita” como Escobedo.
Se lidiaron seis ejemplares de la dehesa de Toros de Santo Tomás, siendo bueno el séptimo, con exagerado arrastre lento; el segundo, que terminó despitorrándose del lado derecho y regular el cuarto. Los demás fueron descastados. Y dos de Rancho Seco, complicado el quinto y muy bueno el octavo, pero mal indultado.
Jerónimo poca suerte tuvo en su difícil lote, siendo aplaudido en uno y escuchar un aviso en el otro. Siempre mostró deseos por agradar.
José Mauricio por su parte anduvo en todo momento esforzado, pero vio como se despitorró del lado derecho y simplemente tuvo lidiarlo y pasaportarlo para ser aplaudido. En su segundo, un manso, derrochó voluntad y se hizo aplaudir.
Ernesto Javier “Calita” en su primero, por más esfuerzo que hizo no tuvo suerte y mal se vio con la espada para recibir dos avisos. Y a su segundo lo capoteó con torerismo y su faena de muleta fue de gran mérito por ambos lados, gustando al público y gustándose él mismo. Mató al segundo viaje y se le concedieron dos orejas de “Prisionero” de Toros de Santo Tomás, al que le inventaron un arrastre lento.
Luis Ignacio Escobedo a su primero, “Patrón” de Toros de Santo Tomás, le hizo el toreo con calidad tanto con el capote como con la muleta, sobre todo por el pitón derecho. Mató de estocada casi entera y desprendida para obtener un apéndice. Y en el que cerró plaza, “Azcolano” de Rancho Seco, el mejor de la corrida, tras lancearlo bien con el capte y de sufrir una peligrosa cogida por el vientre, se repuso, la gente se emocionó y así lo siguió en su lucido trasteo de muleta hasta que vino el movimiento del indulto desde el callejón y sin tener capacidad para decidir sobre su propia faena, se contagió y esperó de la autoridad el indulto cuando Escobedo debió haberse tirado a matar y alcanzar el gran triunfo. Ni hablar, así terminó la feria.