16 de febrero de 2020/Juan Guillermo Palacio / Foto: Diego Alais
Dos Ferreras, como si fuesen las caras de una moneda, vio Bogotá en la tercera de abono. Su nueva vieja tauromaquia convenció y enamoró con su primero, no solo por el hechizo que esparce, sino porque toreó la mitad de la faena sobreponiéndose al dolor de una cornada en la pierna derecha.
Lo extraño es que esa misma manera de andar, de cine de 8 milímetros y 16 cuadros, no se percibió con la misma brillantez ante el sexto, un torito de Gutiérrez que dio un juego aceptable. Lo que tenía el brillo del arte con su primer toro, con el sexto se veía sobreactuado, con andares de torero cómico.
En realidad también toreó bien con su segundo toro. Tiene excesivo mérito hacerlo recién operado. Es solo que, aunque hace los mismos movimientos y gestos, su tauromaquia inspiracional puede percibirse desde ópticas diversas, que van desde la hipnosis a la duda.
En su caso, una delgada línea separa lo caro de lo que no lo es. Cuando su toreo de piernas cruza la línea, se encumbra o se vuelve imperfecta. Cuando hay magia, ésta tapa los defectos, como torear con acelerador a fondo, sacar el trasero y pasarse el toro a prudente distancia. Ah, pero qué hermoso se enrosca los engaños y cómo manda e improvisa artilugios.
Cuando eso no sucede, hecho inexplicable hasta para el método científico, se hace necesario defender el axioma de que el único que se debe mover es el toro.
Así es el arte y así son los artistas que tienen embrujo: contradictorios y bipolares.
Lo único cierto es que Ferrera cortó la única oreja de la corrida y salvo la tarde.
Lo pudo acompañar en el podio el colombiano Luis Bolívar, que estuvo en torero, variado con el capote y asentado con la muleta. Con el quinto bis, un toro que entró inexplicablemente en la nómina porque el de turno oficial era pequeño para la Santamaría o porque se astilló un pitón, Bolívar compuso, en cuatro series, pares de derechazos que tuvieron valor. Un sector de la plaza no se enteró, entre ellos la presidencia, que ordenó la música cuando la faena ya estaba hecha. El autismo de Luis y algunos intermedios que vuelve largos ayudan para que el público no rompa como a veces lo merece. Final de escuela con ese quinto: molinetes, invertido, pase del desprecio y desplante que elevaron un poco los ánimos, pero que fueron insuficiente para Usía, que nunca estuvo convencida.
Con ellos alternó Enrique Ponce. De nuevo no sirvió su lote, especialmente el primero, de Gutiérrez, pues al cuarto, un Juan Bernardo, apenas si lo dejó ver. En realidad se fue inédito de esta temporada colombiana. Eso sucede porque siempre le apuesta a una sola ganadería; cuando la camada no funciona, como en esta temporada, él tampoco se logra ver. Protestas duras de una minoría y agradecimientos de la mayoría para el valenciano.
Este Apunte ha sido una prueba de laboratorio, la crónica de una corrida a la que no asistí, que vi por internet. Con toros que se salen del encuadre y algún tercio en los que se pierde la señal.
Digamos que es un experimento periodístico que podría ser sometido a técnicas de análisis comparado para evaluar qué tan distinto se ve el mundo que se cuenta en redes sociales en la era de la postverdad. La del maestro Ponce, en sus 48 años, la de Antonio Ferrera y su tauromaquia de efectos especiales, y la del incomprendido, hasta en su tierra, Luis Bolívar.
FICHA DEL FESTEJO
Temporada de Bogotá 2020. Tercera corrida. Domingo, 16 de febrero del 2020. Tarde fresca y soleada. Más de media plaza de asistencia.
Se lidiaron tres toros de Ernesto Gutiérrez Arango (Murube Santa Coloma), bien presentados para el promedio del encaste, aunque cómodos de pitones para el deber ser; y tres jaboneros de Juan Bernardo Caicedo (Domecq), con cara y trapío. Se destacaron segundo (JBC) y sexto (Gutiérrez, a pesar de que tenía entumida su mano izquierda por aparente inflamación). Los otros toros de juego discreto, algunos buscaron rápidamente las tablas.
Se cambió el cuarto, de Gutiérrez, inexplicablemente, al parecer por su escasa presentación.
Enrique Ponce: palmas y saludo tras división.
Antonio Ferrera: oreja y palmas tras aviso.
Luis Bolívar: silencio y vuelta tras petición.
Ferrera fue corneado en su primer toro y operado en la enfermería de la plaza. El parte oficial reporta “cornada del triángulo de Escarpa con tres trayectorias superficiales, piel y tejido celular subcutáneo. No compromete vasos, estructuras musculares ni tendones. Se le hizo lavado y desbridamiento, sutura de 8 puntos con anestesia local.”
La temporada bogotana continuará el próximo domingo 22 de febrero con novillos de Armerías para Gitanillo de América hijo, el mexicano Arturo Gilio y Manolo Castañeda.