Nacieron entonces en la segunda mitad del siglo XVIII, las que se consideran las castas fundacionales de las que parten los encastes actuales
19 de abril de 2020/Adiel Armando Bolio
El ejercicio de la lidia en la que se da una sucesión de suertes ejecutadas por los toreros en las corridas de toros desde que el astado sale al ruedo y hasta que el diestro le ha dado muerte, son una serie de características que han variado tanto a lo largo de los siglos como en el toreo mismo, manteniéndose como sostén del mismo un único denominador común: la bravura del toro.
Nacieron entonces, según lo que dictan los expertos en el tema, que ya en la segunda mitad del siglo XVIII, las que se consideran las castas fundacionales de las que parten los encastes actuales: Morucha Castellana (Boecillo), Navarra. Toros la Tierra y Jijona (Madrid y la Mancha). Cabrera y Gallardo (El Puerto de Santa María). Vazqueña, Vega-Villar (Utrera) y Vistahermosa, siendo que en la actualidad el 90 % de las divisas existentes proceden todas de esta última.
CASTA NAVARRA: El ganado navarro, que para llegar a pastar en el Valle del Ebro tuvieron que trasponer los Pirineos, son toros que endurecieron sus patas en la sierra. Dentro de su especie son comparables a esos caballejos de humilde aspecto que pastaban entre los riscos de Alasasua y Estella, sin apariencia, pero duros de resuello, ágiles como cabras y porteadores insustituibles en tan agreste paisaje. Los toros navarros, hoy inexistentes como tales, aunque han sido representantes de dicha casta en España los toros de Carriquiri y en México los de Lecumberri Hemanos, fueron toros de sierra, pequeños de tamaño, de temperamento bronco y casta señalada que suplían su falta de trapío con acometividad y bravura.
CASTA JIJONA: Se sabe de un don Blas Jijón que en 1654 tuvo una ganadería en Villarrubia de los Ojos del Guadiana, en la provincia de Ciudad Real, pero no es el fundador de la dehesa. Su antepasado, don José Jijón, es quien la forma. Esta casta es reconocible por sus muchos ejemplares de pelo colorado. Todavía hoy se denomina a los animales de este pelaje como toros jijones.
CASTA CASTELLANA O MORUCHA-CASTELLANA: Era una vacada de nobles pergaminos, tanto que los toros que de ella provenían gozaban del privilegio de romper plaza en las corridas reales, los cual quiere decir que se las tenían tiesas, en punto a antigüedad, con los mismísimos jijones de Villarrubia de los Ojos. Eran toros vallisoletanos grandes, duros de lidiar y de pinta negra, con listón en el lomo.
CASTA ANDALUZA: Según el escritor vallisoletano don José María de Cossío, debería ocupar el primer lugar en consideración por haber sido la que ha logrado el prototipo y epítome (lograr una mayor claridad de lo dicho) del toro de lidia o toro bravo.
CASTA CABRERA: Fue fundada en el último tercio de siglo XVIII por don José Rafael Cabrera en la ciudad de Utrera. De gran alzada, cuerpo largo y agalgado, con defensas muy desarrolladas, de la que proceden, entre otros, los ejemplares de Miura.
CASTA VAZQUEÑA: Fundada hacia 1780 por don Gregorio Vázquez reuniendo los mejores ejemplares de ganaderías castellanas y andaluzas. Fue adquirida por el rey Fernando VII y, después, por el Duque de Veragua. Es únicamente comparable a la noble sangre de Vistahermosa.
CASTA VISTAHERMOSA: Fundada por el conde de Vistahermosa en 1772, estirpe de la que proceden la mayoría de las reses que se lidian en la actualidad. El orgullo de todo ganadero de toros de lidia es que la sangre de su ganado se inserte en el frondoso árbol de Vistahermosa. Toma el nombre del título de conde de Vistahermosa que tenía don Pedro Luis de Ulloa. De esta casta es de donde se desprende la base fundamental del toro bravo mexicano, a través de la dehesa de San Mateo.
CASTA ATANASIO-FERNÁNDEZ: Toros de cabeza grande, ancha y con la cornamenta dirigida hacia arriba, tienen el pecho ancho, la cola larga y gruesa. Actualmente hay pocos ejemplares. Se puede considerar que está en peligro de desaparecer.
El toro de lidia, según la zoología, es un animal gregario, que halla seguridad y refugio en una mamada. Después del nacimiento y, antes del destete, el becerro vivirá ocho o nueve meses alimentado y protegido por su madre. Dado que su madurez sexual se produce a los 16 meses aproximadamente, poco después del año se separan machos y hembras, que, a partir de ese momento, vivirán en cercados diferentes. Las diferentes edades se denominan con nombres específicos: añojos (un año), erales (dos años), utreros (tres años), cuatreños (cuatro años) y cinqueños (cinco años).
En las manadas de toros se establece una rigurosa jerarquía. Se denomina mandón al toro dominante y que maltrata a los demás. Con cierta frecuencia, este jefe es desafiado por otro miembro de la torada para arrebatarle el liderato, produciéndose violentas peleas. El toro derrotado se denomina abochornado y es atacado y perseguido por el resto de la manada, quedando apartado de la misma y volviéndose irascible y peligroso.
Es una creencia extendida que a los toros supuestamente les altera de alguna manera el color rojo. Esta creencia es falsa, como también lo es que estos animales vean en blanco y negro, pues en realidad los toros cuentan con visión dicromática específicamente deuteranopía, es decir, tienen capacidad de descomponer el espectro luminoso en dos componentes esenciales, y según la cantidad de cada uno son capaces de diferenciar los diferentes colores pero carecen de los fotorreceptores retinianos del verde. En realidad, a los toros no les altera el rojo, lo ven, pero no les crea una conducta agresiva, cuando cargan contra el capote, cargan contra el movimiento. Continuará…
DATO
Es falsa la creencia de que a los toros supuestamente les altera el color rojo y que vean en blanco y negro, pues en realidad cuentan con una visión dicromática