Cuatro familias básicas de la ganadería brava mexicana

Los Barbabosa, González, Llaguno y Madrazo son el tronco fundamental de la milagrosa crianza y desarrollo de nuestro toro durante el siglo XX

24 de abril de 2020/Adiel Armando Bolio

Como ya lo habíamos adelantado en nuestra reciente entrega, cuatro son las célebres familias mexicanas que se convirtieron en la milagrosa y prolífica crianza y desarrollo del toro bravo en nuestro país, siendo por ello que de esta cuarteta familiar comenzaremos por recordar o conocer cómo es que se colocó en la historia del toreo la correspondiente a los Barbabosa, por medio de la relatoría que hace nuestro colega y amigo Eduardo Castillo García en su obra “Nuestro Toro”.

“Hacia el año 1835 don José Julio Barbabosa adquiere la dehesa de Santín. Motivado por la afición que existía por las corridas de toros, empezó a separar en su finca las reses que en apariencia serían aptas para la lidia. Al morir en 1860 dejó la hacienda en manos de su hijo, el licenciado Jesús María Barbabosa, quien era igualmente muy aficionado a los toros y para dar más lucimiento a las fiestas, construyó la placita de tienta de adobe, de la cual aún quedan vestigios.

Con la fama que empezaba a hacerse la vacada, el torero Mariano González ‘La Monja’ consiguió que se lidiaran cinco toretes de Santín en la plaza de Toluca el 2 de septiembre de 1866 con un grupo de alumnos del citado espada. Los animales salieron muy buenos para la lidia por lo que don Jesús María se decidió a cuidar y críar la ganadería de bravo con empeño y esa intención.

Se siguieron jugado sus toros en el ruedo toluqueño por varios años y aumentando su cartel. En la ciudad de Puebla lidió formalmente su primera corrida de toros en 1872, la que fue de gran éxito, por lo que empezó a lidiar por todas las plazas de país, mismas en las que actuaban las figuras de aquella época como Bernardo Gaviño, Lino Zamora, Ponciano Díaz y Francisco Gómez ‘Chiclanero’, entre otros.

Don Jesús María falleció en 1888 dejando la dehesa a su hijo José Julio Barbabosa Saldaña, quien continuó con acertada selección el ganado, recordando a ‘Garlopo’, lidiado en 1880 y que dejó extraordinarios sementales que llevaron a esta casa a consolidarse como una de las primeras ganaderías del país, teniendo triunfos importantes en El Toreo de la Condesa.

En 1924 inició la cruza en la dehesa con astados de Antonio Flores (antes Braganza, propiedad del Rey de Portugal), la cual había sido formada con reses del Duque de Veragua y sementales del Marqués de Saltillo, lo que le ligó estupendamente para dar continuidad a la casa mexiquense.

Hereda en 1930 su hijo Agustín Cruz Barbabosa, quien continúa por la senda del triunfo hasta 1956 en que falleció, dejando la ganadería en manos de sus nueve hijos, José, Celia, Carlos, Guadalupe, Guillermo, Margarita, Jesús, Antonio y Salvador.

En 1974, doña Celia Barbabosa viuda de Larregui adquiere la totalidad de la ganadería de Santín hasta el 2002 cuando se la deja a su nieto don César Méndez Larregui, por lo que esta casa ganadera se mantuvo en manos de la misma familia por más de 170 años.

Por otra parte, el hierro de San Diego de los Padres fue fundado por don Rafael Barbabosa Arzate en 1848 con vacas criollas, empezando a lidiar hacia 1860 en la plaza de toros de Toluca por el capitán Pablo Mendoza.

En 1867, con la prohibición de las corridas de toros por don Benito Juárez, el ganado de la familia Barbabosa fue terriblemente afectado, pues se iban los toros al matadero para venderlos como carne sin siquiera haber sido tentados.

Fue entonces en 1878 cuando Barbabosa Arzate adquirió de don José Juan Cervantes, último Conde de Santiago Calimaya, la legendaria hacienda de Atenco. Para 1887, cuando se vuelven a autorizar los festejos taurinos por parte del gobierno, fallece don Rafael dejando las ganaderías en manos de sus herederos, su esposa doña Luz Saldaña y sus hijos Aurelio, Herlinda, Antonio Concepción, Juan de Dios, Rafael y Manuel, quienes fundaron la sociedad ‘Rafael Barbabosa Sucesores’.

El primer semental español que llegó a San Diego de los Padres fue de don Eduardo Ibarra que ligó extraordinariamente. Sobreponiéndose a los tiempos difíciles, trajeron en 1910 seis vacas y dos sementales del Marqués de Saltillo, siendo éstos ‘Medialuna’ y ‘Zamarrero’, encaminando así esta casa por el camino del triunfo, llevándola al más alto nivel, pues competía, además de sus ganaderías hermanas, Atenco y Santín, con las de Piedras Negras, Zotoluca, La Laguna, Coaxamaluca y San Mateo, además de las españolas que se importaban.

En Atenco trataron de reorganizar la vacada trayendo sementales españoles de Zalduendo, que dieron pésimos resultados, por ello hubo que hacerse una escrupulosa selección y se trajeron dos sementales y 10 vacas de Pablo Romero. Después de que en la Revolución se arrasó con la ganadería, en 1949 los hermanos disolvieron la sociedad quedando Atenco para Manuel y, San Diego de los Padres, para Juan de Dios, los demás hermanos fundaron la ganadería de Zamarrero con lo que les correspondió del ganado, que posteriormente adquirió don Agustín R. Barbabosa Ballesteros (hijo de Juan de Dios).

Fueron muchos los toros que le dieron gloria a la familia Barbabosa y que basado en su afición y amor por el toro bravo lograron mediante una cuidadosa selección, sentar las bases de la ganadería mexicana”. En nuestra siguiente entrega sabremos de otra de las puntales cuatro familias ganaderas mexicanas, la de los González.

DATO

La familia Barbabosa inicia su célebre historia en la crianza de ganado bravo al adquirir la dehesa de Santín en 1835

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