Conocida igualmente como coso taurino, la plaza de toros es un sitio cerrado, generalmente circular y descubierto, donde se celebran las corridas
15 de mayo de 2020/Adiel Armando Bolio
La plaza de toros, ese inmueble en el que un hombre vestido de arlequín se juega la vida burlando inteligente, valiente, graciosa y artísticamente las bravas embestidas de un ser encornado e irracional, es el templo en el que el torero oficia a través de la liturgia de su tauromaquia para emocionar con su homilía exponiendo sus motivos a los feligreses taurinos tarde a tarde.
Pero, ese espacio de arena dorada, donde se llevan a cabo las heroicas hazañas de los espadas con el auténtico protagonista de la Fiesta Brava, el toro, que en términos generales debe tener sus localidades divididas en las zonas de barreras, tendido y general, incluido el palco de la autoridad, su contrabarrera, el callejón con sus contra burladeros, la tablas o barreras, mismas que cuentan con cuatro tradicionales burladeros, el de matadores ubicado frente a la puerta de toriles, el de aviso a la izquierda de toriles; el de contra aviso, a la derecha de toriles y, el de ayuda, así como aparte de toriles otras dos puertas de acceso al ruedo, la de cuadrillas y caballos o arrastre; su enfermería, su capilla, su patio de caballos, desembarcadero, corrales y zona de entorilamiento, también tiene su historia y evolución, por lo que de la siguiente manera la describen sus historiadores.
Conocida igualmente como coso taurino, la plaza de toros es un recinto cerrado, generalmente circular y descubierto, donde se celebran las llamadas corridas de toros. Hay que se señalar que también existe la de construcción más moderna como la cubierta y la portátil.
Su estilo arquitectónico es diverso de acuerdo al mayor o menor grado de antigüedad, si bien en la actualidad predomina, se dice, la de estilo neomudéjar. Este foro de expresión tiene su origen en la Europa antigua.
Principalmente consiste en un anfiteatro cerrado de forma aproximadamente circular con graderías y servicios que rodean un espacio central donde se realiza el espectáculo taurino, llamado ruedo o redondel, es decir, un terreno de tierra batida (arena o albero) rodeado de un callejón donde se preparan y refugian los toreros y subalternos. El callejón está separado del ruedo por una estructura o pared, generalmente de madera y de aproximadamente 150 centímetros de altura, que posee estribos hacia el ruedo y en ocasiones también hacia el callejón para facilitar el acceso de los alternantes en caso de una emergencia.
Dispone de portones de acceso batientes para la entrada y salida de los participantes, la llamada puerta de cuadrillas, la de los toros, señalada como puerta de toriles y la de arrastre, aunque la cantidad y disposición de estos accesos varía de un recinto a otro.
De igual manera existen plazas de toros portátiles, construidas a base de una estructura metálica o de otro tipo para aislar un espacio y que se montan y desmontan tradicionalmente en pueblos y ciudades que no disponen de un coso fijo.
Se apunta que el desarrollo de recintos con características específicas para la realización de las corridas de toros está relacionado con la popularización y la profesionalización de los espectáculos taurinos.
Si bien en la antigüedad los anfiteatros romanos tenían características similares a las de las actuales plazas de toros, de hecho los cosos de Nimes y Arles, en Francia, son anfiteatros romanos y el origen de las corridas está muy relacionado con las antiguas tradiciones romanas.
La tauromaquia es la evolución de los trabajos ganaderos de conducción, encierro y sacrificio en los macelos o mataderos urbanos que comenzaron a construirse en España durante el siglo XVI. Estos profesionales de la conducción del ganado vacuno, entonces todo bravo, y los matarifes aportaron creatividad y virtuosismo a las tareas más arriesgadas, que inmediatamente fueron de interés para los más diversos espectadores.
Las primeras noticias sobre estas suertes prodigiosas son del Matadero de Sevilla, en el cual además está documentada la presidencia encarnada por un representante de la autoridad municipal, situado en una torre mirador o palco, proyectado por el arquitecto Asensio de Maeda y conocido por una importante cantidad de óleos que recogen la actividad taurina en ese momento. En el matadero sevillano también se proyectaron las primeras tribunas para espectadores en la segunda mitad del siglo XVI.
Durante el establecimiento de la tauromaquia en la península ibérica las plazas de toros no fueron comúnmente utilizados para estos festejos. Cuando las fiestas taurinas eran principalmente realizadas a caballo, los espectáculos eran públicos y se realizaban en las plazas principales de las ciudades. Solo en el siglo XVIII, al evolucionar el toreo hacia la faena a pie con el surgimiento de figuras como Joaquín Rodríguez “Costillares”, Pedro Romero y José Delgado “Pepe Hillo” y ante el desorden reinante durante estas fiestas, se hace imperante la creación de espacios que albergasen apropiadamente al público.
De hecho, tras ser autorizada en 1730 la construcción de la plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla para realizar corridas de toros, el coso original tenía forma rectangular y no se comenzó la estructura circular actual sino tres años después. Continuará…
DATO
Las primeras noticias sobre las suertes torera son del Matadero de Sevilla, en el cual está documentada la presidencia encarnada por un representante de la autoridad municipal