De Justo emborracha de toreo el regreso de El Cordobés en San Lucar de Barrameda

El extremeño y Faltón, de Juan Pedro Domecq, protagonizaron una tarde de emociones en la que Manuel Díaz volvía a vestir el terno de torear tres años después.

17 de abril de 2021/Pablo López Riobo / Foto: Eva Morales

El bello escenario de la plaza de toros de la ciudad gaditana de Sanlúcar de Barrameda había escogido este sábado Manuel Díaz «El Cordobés» para volver a los ruedos tras su lesión, y una corrida de Juan Pedro la materia prima ganadera para la ocasión. Enrique Ponce y Emilio de Justo lo acompañaban en el cartel.

Abrió la tarde un ejemplar de Juan Pedro con movilidad y cierta nobleza pero al que le faltó clase y entrega. Un animal manejable con el que Ponce estuvo a buen nivel. Ya con el capote se vio que todo iba a tener que ser a favor del toro. Verónicas de buen trazo pero sin poder bajar la mano. Fue dos veces al caballo debido a ese punto de geniecito que tenía el animal. Brindó la faena a Manuel Díaz en un claro signo de respeto hacia El Cordobés. El de Juan Pedro tuvo la virtud de la movilidad, lo que aprovechó Ponce para torearlo en redondo a media altura. El de Chiva intentó apretarle pero ahí soltaba la cara el animal. Tuvo mayor ritmo a zurda s, por ese pitón dejó lo más destacable de un trasteo limpio y templado. Un animal que a partir del tercer muletazo se aburria. Fueron fundamentales los tiempos y las alturas para que el animal no bajase la persiana. Bonito fue el final de faena por bajo. Lástima que fallara al primer intento, de ahí que cambiara la oreja por las palmas del respetable.

El Cordobés volvió como se fue, no perdió su carisma, ese que le hizo ser querido por los públicos. Tuvo en primer lugar a un astado al que le costó entregarse de salida. Lo lanceó El Cordobés con más intención que lucimiento. Un toro que fue viniendo arriba tras pasar por el caballo. No le obligó Manuel en una primera parte de la faena en la que acompañó la embestida del animal en muletazos por el lado derecho. Un toro que pedía mando, aguantarle el paroncito y tiral de el. Le costó cogerle el ritmo, en una faena que sin embargo fue muy jaleada. Fue agarrando ritmo y clase conforme fue asentándose. Inteligentemente jugó Manuel con distancias, alturas y querencias, el de Juan Pedro se abría en la muleta debido a ese puntito de mansedumbre que tenía. Se centró más en una segunda parte del trasteo en la que pese a no someter al animal si lo acompañó, dejando pasajes estimables. Muy dispuesto anduvo Manuel que no defraudó a los allí presentes. Finalizó en la distancia corta, para más tarde dejar una estocada algo trasera. La oreja fue un justo premio a una labor marca de la casa.

No tuvo suerte De Justo con el tercero de la tarde, un animal que acusó siempre su mansedumbre. Lo toreó con medio capotito a media altura para no quebrantarlo. Su quite por chicuelinas tuvo garbo, gracia y pinturería. Todo lo hizo con una gran pureza y hondura. En la muleta anduvo muy dispuesto, toreando con todo el cuerpo en muletazos importantes, desenmuñecando y alargando así la embestida. No podía someter al animal debido a su justeza de raza, pero eso no fue óbice para que Emilio regalara a la plaza de El Pino una faena que pese a no ser rotunda si gustó mucho a los aficionados. Le faltó empuje a un toro que acabó rajadito. Cerró en la corta distancia, cortando las dos orejas tras un gran volapié.

El cuarto de Parladé tuvo hasta que se rajó lo que le faltó a, sus hermanos, transmisión, raza y cierta emotividad. De salida embistió con las manos por delante, sin entregarse, lo que no dejó a Ponce lucirse de salida. Apretó en el caballo y se movió en banderillas, llegando a la muleta con muchos pies. Ya en la muleta embistió con cierto carácter y emoción en muletazos en los que nunca pudo relajarse el torero. Pegajoso este de Parladé al que había que llevar empapado en las telas, sino se quedaba debajo. Tuvo la virtud de la prontitud y la fijeza, pero cuando llegaba a los trastos se tornaba en cierto genio. Cantó la gallina cuando Ponce consiguió aguantarlo, ahí no quiso pelea y se puso a la defensiva. Tras mucho porfiar consiguió una tanda muy jaleada en la que a base de llevarlo muy cosido consiguió que se quedara en la muleta, pero fue un espejismo. Acortó distancias pero no quiso pelea el animal, defendiéndose y soltando la cara. Desconcertó el toro a un Enrique Ponce al que le costó matar a un toro que se puso muy gazapón. Sonó un aviso y escuchó leves palmas.

Tras devolverse el quinto por partirse un pitón salió un sobrero de Juan Pedro con el denominador común del temple y la nobleza. Un ejemplar al que se le pegó mucho en el caballo, llegando paradito a la muleta. Toro ideal para El Cordobés con el cual deleitó a sus seguidores. Ligó muletazos en redondo con cierta templanza para más tarde meterse en los terrenos del animal. Destacó su toreo a derechas ante un toro que quiso más que pudo. Conectó Manuel con un tendido que jaleó la faena pese a que no siempre salieron los muletazos limpios y templados. Ya en los terrenos del toro, no falló su habitual salto de la rana. No se le notó la inactividad a un Cordobés que se dejó todo en el ruedo. Tras una estocada y varios descabellos sonó un aviso. Dando finalmente la vuelta al ruedo.

Y salió Faltón, un toro de bandera por su clase, entrega y bravura, un de esos animales con los que sueña todo aquel que se viste de torero, un toro con el que vimos tocar el cielo a un De Justo en sazón. Antes había saludado Odero por dos pares de gran verdad. Realizó el extremeño una faena de quilates, una obra solo al alcance de unos pocos. De Justo se rompió en una obra difícilmente catalogable por su composición. Se durmió en muletazos al ralentí, de mano baja, compás y abierto. Dibujó pases de pecho a la hombrera contraria de gran pinturería. Cuajó al sensacional toro de Juan Pedro. Un animal que se no se mereció irse al desolladero sin un homenaje póstumo como la vuelta al ruedo. De Justo toreó para él mismo, se olvidó de toda técnica y dejó fluir su toreo. Todo lo hizo como lo siente, sin prisas, sin brusquedades. El toreo nació de sus muñecas rotas, del corazón de un hombre que sabe lo que es pasar hambre. Sanlúcar disfrutó de una faena de máxima calidad, un trasteo de torero cuajado. El de Juan Pedro tuvo la virtud de reducirse en cada embestida, colocando la cara y buscando la pañosa con clase. De Justo reivindicó el toreo clásico, ese que no pasa de moda. Se le pidió el indulto al bravo Juan Pedro, una lástima que lo pinchara; obras así no pueden quedar sin firma.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de El Pino, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Corrida de toros de primavera. Lleno en el aforo permitido (20% del coso).

Toros de Juan Pedro Domecq. Correctos de presencia y con calidad en general.

Enrique Ponce, palmas y palmas.

Manuel Díaz «El Cordobés», oreja y vuelta al ruedo.

Emilio de Justo, dos orejas y ovación.

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