De Justo se rompe a torear y Ortega lo derrama en el final de feria de Leganés

Enrique Ponce, desdibujado, se va con una ovación tras lidiar tres toros de un manejable y mansurrón encierro de Cuvillo

9 de mayo de 2021/Javier Espada/Fotos Luis Olmedo

La corrida de Núñez del Cuvillo cerraba, en la tarde de este 9 de mayo, la Feria de Leganés. Una tarde en la que trenzaban el paseíllo Enrique Ponce, Emilio de Justo y Juan Ortega a partir de las seis y media.

El apretado castaño que hizo de primero le prestó atención al capote de Ponce apenas en dos verónicas que pretendieron ser limpias sobre el trote cansino. Más alegría tuvo en varas, pero el puyazo fue excesivo para un animal que ya había dejado dicho el interés y la entrega que iba a derrochar. Sobresaliente anduvo Jocho en la lidia de banderillas, administrando capotazos por un lado y ofreciéndolos con suavidad, por otro, aunque fueron los compañeros los que saludaron tras los pares. Y apenas se había desorellado el inicio suave y a media altura cuando el albardao decidió echarse a descansar. Lo demás careció de interés. Estocada.

El segundo andaba en la misma hechura que que el primero, más escurrido en el ijar, tal vez, pero con mejor desempeño para llevar larga su humillación en un primoroso saludo a la verónica de Emilio de Justo que, por poner un defecto -si eso lo es-, pecó de emborracharse con la capa, por eso se le quedó debajo del percal en el momento del remate, desluciendo la salida. Y este sí midió el castigo, y sí quiso que estuviera vivito cuando llegase al trapo rojo. Lástima que se descompusiera su embestida en banderillas, dificultando a los de plata la labor. Pero no le costó nada a Emilio reconducir las intenciones en un saludo genuflexo de tanta verdad como largura, ganando el paso en cada pase, pero también pasando el metraje. Hasta ahí. Porque lo demás fue ponerse en el sitio, ofrecer tela y cimbrear cadera a la vez que echaba el palillo recto, el vuelo al morro y la cadera metida. Hasta el de pecho, casi circular completo mientras jaleaba el público. Ha encontrado este torero su forma peculiar de entender el pectoral, que interpreta de forma monumental. Tan entregado estaba que tropezó accidentalmente y el toro lo arrolló, dejándolo conmocionado por momentos. A partir de ahí llegó el desmayo, y los hombros descargados sobre las caderas, y el valor usado para que no te importe que pase cerca. Tampoco al entrar a matar, donde salió prendido y volvió a quedar entre las patas de fea manera. Y tardó en caer antes de pasear Emilio las dos orejas tras aviso. El toro fue ovacionado.

Juan Ortega le propuso al negro tercero las verónicas que él entiende, no las que necesitaba el animal, mas de sobarlo un poco antes de meterse en faena. Pero la intención fue valiente. No pareció duro el castigo en varas, pero sangró profusamente el animal, más díscolo en banderillas. Mucha pausa y media altura le dio Ortega al de Cuvillo, con el que no garantizaba la paciencia que rompiese a bravo. Pero la tuvo el sevillano, y le asentó talón a la pasada en línea recta para tragar como inversión en el toro. Pero no era un activo futurible el animal, que ya tenía echada la persiana, arruinando cualquier intento de brillantez. Un pinchazo hondo y una estocada corta y atravesada bastaron para  pasar el Ecuador.

Con las manos por delante y haciendo gala de evidente flojedad se le vino el negro cuarto al capote de un Ponce que le ofreció mucho sitio corriendo para atrás entre las protestas del tendido. Y hasta metió al caballo en una puerta del callejón en un arreón de manso antes de que fuera devuelto. En su lugar salió un jabonero sucio del mismo hierro, corto de manos pero serio de expresión y temperamental de carácter en los trapos, en los que se empleaba con empeño dispar. A media altura y con un sólo pitón marcó en el peto, con brincos y signos evidentes de mansedumbre al sentir el hierro, volviendo ancas cuando se cambiaba el tercio al cuarto puyazo. Hasta la mano sangraba el animal cuando desaparecieron los picadores. Manso de libro el Cuvillo, pero como tantos otros de huida hacia adelante con los que ha triunfado Enrique en su carrera. Acompañar la huida, trato en la salida, enganche en el último momento y a la noria el toro. Pero este Ponce de 2021 está muy lejos de su mejor versión. Por eso se atragantó con él para pasaportarlo sin más historia.

Al colorado quinto, que le embistió sin inercias en el saludo, le dejó Juan Ortega las verónicas más encajadas, acompasadas y rotundas de la tarde ante un tendido que coreaba cada lance con un olé. Magnífico el toreo de Ortega, muriendo tras la cintura después de remover entrañas. Pero no le sentó nada bien el puyazo que recibió a media altura y dejándose pegar, porque en el quite por el mismo palo que intentó el sevillano ya no quiso tomar la tela igual. Con la cara natural por el derecho, por dentro a zurdas,sin mantener la humillación… Aún así, fue capaz de desmonterarse con él en banderillas. Despacio lo hizo todo Juan, caminando hacia adelante como lo hacía otro Ortega, Domingo, pero cincelando cada trazo de una forma personal, emotiva, pellizcona. Juan torea distinto, muy en corto para sorprender, largo para templar. Siente cada cite, y lo saborea despacio, como la arrancada que gobierna porque se lo pasa muy bien haciendo el toreo. Ayudados a dos manos por alto, toreo bellísimo que ya no se ve; naturales de mentón al pecho y vuelo barredor de polvo… Magnífico, Juan Ortega. Pelín desprendida cayó la estocada, pero no impidió que el doble trofeo coronase la forma de fluir de Juan.

Cerró plaza un toro chico y de muy justo trapío que se aburrió pronto de las verónicas que le lanzaba con muy poca alma Enrique Ponce, al que le hizo daño Juan Ortega por haber tenido mucha solo cinco minutos antes. Fue pronto en la arrancada el animal, pero descompuesto en la embestida y atolondrado en el celo, y le costaba mantener el objeto. Quiso Ponce congraciarse con Leganés brindando al público en una faena que comenzó genuflexo, aprovechando sin exigencias la movilidad del toro, con suavidad y paciencia para sacarlo a los medios. Y allí le puso empeño el valenciano para añadirle al trasteo la pizca de transmisión que le faltaba al animal, pero no pasó de aseado y de desgranar muletazos sin pasión delante de un toro que terminó aburrido. Y no fue el único, probablemente.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de La Cubierta, Leganés, Madrid. Tercera de Feria. Corrida de toros.

Toros de Núñez del Cuvillo. Correctos de presentación. De nobleza bobalicona el castigado primero; entregado, codicioso y con calidad, pero justo de fuelle el segundo; deslucido y mansurrón el negro tercero; devuelto por flojo el cuarto; manso de libro el humillado jabonero cuarto bis; de gran calidad y duración el castaño quinto; de atolondrada movilidad el manejable sexto.

Enrique Ponce, Silencio, pitos y ovación. 

Emilio de Justo, Dos orejas en el único que mató. 

Juan Ortega, Palmas y oreja. 

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