Comenzó la feria que goza de más salud en Colombia, la de Manizales.

3 de enero de 2022/David Jaramillo

Comenzó la feria que goza de más salud en Colombia, la de Manizales, esa “irreductible aldea” montañera que defiende el toreo por que aquí sigue siendo del pueblo, está en el ADN de todos.

Por eso, a pesar de la amenaza de lluvia, media plaza se vio cubierta de aficionados, casi todos jóvenes, para presenciar la novillada con la que el ciclo cafetero rompió fuegos.

Y aunque el resultado final sólo hable de un trofeo, en el plomizo ruedo manizalita hubo muchas cosas de verdadero interés. Lo primero, la novillada. Los seis utreros tuvieron seriedad e interés, vendieron cara cada embestida y, para que esta tuviera franqueza, calidad y hondura, se necesitó de una muleta poderosa, una que supiera descifrar la perfecta colocación, altura, distancia, los toques y el sitio necesarios. Cierto es que adolecieron de una mayor fortaleza y chispa, para que hubiese una mayor transmisión y duración, pero aun con ese hándicap, la novillada sirvió. Quizá los quinto y sexto, los más cuajados, bajaron el tono porque se pararon pronto.

En cambio, el mejor lote cayó en las manos más expertas, las de Andrés Manrique, que se mostró sólido, firme, sereno y, sobre todo, torero. Ya la forma de volar los vuelos de su capote a la verónica ante el primero fue un regalo y, con la muleta en la mano derecha, se le vio seguro, otorgando distancia, pero obligando en el bajo trazo de cada pase, ese que empezaba en un toque fuerte, porque si no era así, el novillo se venía vencido, queriendo hacer hilo con el torero, al que cazó en un único momento de dudas. Pero Manrique se recompuso, ligó series macizas por ambos pitones y agarró un espadazo que puso en sus manos el primer trofeo de ese ciclo y, a la postre, el único de la tarde. Pudo el bogotano obtener otro del cuarto, pero esta vez el acero no funcionó igual. No así su toreo, que volvió a lucir redondo, muy hecho.

La otra grata sorpresa de la tarde fue Ánderson Sánchez, el más nuevo del cartel, bisoñez que se hizo evidente en sus formas, pero que, a pesar de esto, demostró un concepto refrescante por su verdad y valor, que a ratos hacía equilibrio entre la inocencia y la inconciencia, pero que se encontró siempre dentro de la sinceridad. Su faena al buen tercero, un novillo que pesó lo suyo en la muleta, tuvo temple, gusto y talones asentados. Era de premio, pero la espada es algo que tiene que trabajar. Sí que le funcionó con el sexto, el único novillo que no dio opciones en el último tercio, pues se paró muy pronto. Aún así, le valió para dejar claro su deseo y decisión de ser alguien en esto.

Gitanillo de América también tuvo su oportunidad de brillar con el quinto, un novillo enclasado al que abrieron en canal en varas, razón por la que el gentío se puso a la contra y no le echó cuentas a la sobriedad y aplomo con el que Santiago le quiso torear, después de librar el tercio de banderillas con más soltura que acierto. Menos centrado estuvo con el suelto segundo, que exigió un mando que el novel torero no terminó de encontrar, más preocupado por vestir el muletazo, que por dotarlo de dominio.

FICHA DEL FESTEJO

Lunes 3 de enero. Plaza de toros de Manizales. Tarde plomiza y fresca. Un poco menos de media entrada.

Novillos de Achury Viejos, correctamente presentados y de buen juego en general. Encastados, de embestidas serias y exigentes, excepto el desfondado 6º.

Andrés Manrique (rosa y oro): Oreja y palmas.

Gitanillo de América (sangre de toro y oro): Silencio y silencio tras aviso.

Ánderson Sánchez (azul rey y oro): Palmas tras aviso y silencio.

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