José Tomás, como único espada, trenzaba el paseíllo frente a cuatro toros este domingo 12 de junio en el Coso de la Alameda de Jaén… pero no fue una de sus tardes que pasarán a la historia. A pesar de cortar oreja y oreja, no salió en hombros e incluso no paseó uno de los premios.
12 de junio de 2022/David Jaramillo/Fotos: Emilio Méndez
No será la de Jaén una de esas tardes que marcan la incuestionable trayectoria de José Tomás. Se repitió el lleno, el brutal impacto de su presencia en la ciudad y esa expectación que lo viste todo de gran acontecimiento. Pero faltó sustancia. Primero, en el toro. La presencia de los segundo y cuarto dejó bastante qué desear en un torero que siempre fue intachable en este aspecto y, después en contenido. Es cierto que los toros tampoco sacaron la casta que se necesita para que todo tenga ese tono efervescente, pero al torero tampoco se le vio del todo cómodo con un público que estuvo un tanto hostil y que saltó a la la primera (no sin razón). Pero, sin duda, el invento de los cuatro toros dejó a todos con la miel en los labios. Justo cuando la tarde comenzaba a tomar vuelo, todo terminó.
José Tomás pincha el toro de su regreso en el Coso de la Alameda
Muy suelto fue el burraco de Victoriano del Río en su salida a la arena, pero si José Tomás se tomó su tiempo para volver a los ruedos, no iba a tener prisas para dejar que volviera a su capote después de cada conato de verónica, que algunas vecss deslució el viento y otras tantas se quedaba huérfana de la siguiente por ese salir abanto el toro. Así ganó los medios el de Galapagar, donde con u a media verónica preciosa pareció encelarse definitivamente el toro, que se quedó para otra más ceñida todavía y una revolera lentísima. Cumplió el toro en varas y volvió a los medios, donde José Tomás lo esperó para un apretado y suave quite por chicuelinas, rubricado con una larga afarolada. Sin prisas, ya con la muleta en la mano, dejó que el toro siguiera a su aire, pasándolo por estatutarios, muy quieto, dándole ventajas al toro, que poco a poco se fue enterando, hasta que le sopló un trincherazo con el que toro y público ya entraron en faena. Entonces sí era el momento de apretar, y con la muleta en la mano derecha José Tomás empezó a dibujar el toreo en redondo, con mucha intensidad al principio, cuando en toro empujó de verdad detrás de las telas, humillado y codicioso, fijo y profundo, tan templado como el madrileño lo llevó en las tres tandas que tomó con entrega. Toreo verdadero. Pero todo cambió cuando se llevó la muleta a la izquierda, por donde el toro se quedó corto y perdió el interés. Quiso José Tomás retomar el pulso por la derecha, pero el toro ya no era el mismo. Además, pinchó y necesitó varios golpes de descabello para finiquitar al toro antes de que las palmas del tendido premiaran lo que supo a un delicioso aperitivo.
José Tomás se impone al deslucido segundo en un esfuerzo sin respuesta
Se protestó la cómoda cara del segundo de Álvaro Núñez, un toro que se frenó en cada embroque capotero y que por el pitón derecho se quiso colar siempre. Un poderoso inicio por bajo, intentando hacer romper al toro fue el prólogo de una faena de mucha verdad y exposición, pues el toro, con un punto de genio, se revolvió pronto y soltó la cara descompuesto. Pero, ni así, José Tomás renunció a su sitio, ajustándose siempre, ganando el paso y apoderándose de los terrenos del toro. Un detalle: tras un apretado pase de pecho, José Tomás perdió una zapatilla y, en vez de quitarse la otra, cómo hacen todos, se la calzó nuevamente. Hasta en eso es diferente. Una vez podido el toro, se redujo, haciendo que el esfuerzo del torero por imponerse pareciera vano, inútil, sin recompensa ni respuesta en el tendido. Volvió a pinchar y el silencio expectante empezó a tener matices de inquietud.
José Tomás se niega a pasear una oreja cortada al natural al tercero
Más vida e intención mostró el tercero en su salida, al que el de Galapagar cosió un buen puñado de verónicas, trompicadas las primeras, más encajadas y templadas las demás. El puyazo de Iturralde hizo sangrar el toro hasta la pezuña, pero no perdió ni el fuelle ni el ímpetu, por lo que se arrancó pronto a los medios, donde José Tomás le cuajó un estrecho y templado quite por gaoneras, soberbio. Después, con la montera calada, ganó los medios con ayudados por bajo torerísimos. Una vez en el centro del anillo, quiso José Tomás tirar del toro por el derecho, pero el de Victoriano tardó, se lo pensó y cuando acudió lo hizo sin entrega, a regañadientes. Entonces se cambió los trastos a la izquierda y, cuando todo parecía desvanecerse, empezó a surgir la ilusión. Un natural magnífico revitalizó la tarde, pero luego otros perdían la intensidad por la renuencia del toro y, justo cuando el mismo José Tomás había decidido ir a por la espada, otro natural inmenso le dio un segundo aire. Fue entonces, con la espada de verdad en la mano, cuando empezó lo serio. Muy cruzado, asentado donde aquello quema, jugó los vuelos al ojo contrario del toro, que tomó la muleta con una calidad pasmosa hasta el final, allá, detrás de la cintura del torero. Que repitió si magia una y otra vez, cuajando dos series rotundas. Quizá tardías para algunos que llegaron a pitar la oreja que se le concedió tras la estocada, y que hicieron que el propio torero dejara el trofeo en la arena antes de dar la vuelta al ruedo. El público esperaba más. Pero esos naturales quedaron ahí.
Oreja unánime con el cuarto para JT
Un quite por medios faroles y caleserinas firmaron la paz con el tendido, tras un protestado inicio con el capote al cuarto, más por la presencia del toro de Juan Pedro Domecq, que por las entonadas verónicas del recibo, que ciertamente supieron a poco. Más consistentes fueron los derechazos con los que comenzó su faena en los medios, puesto desde el primero muletazo, firme, encajado, dispuesto y templado a pesar del viento. El juampedro los tomó bien, humillado y con recorrido, lo que aprovechó José Tomás para ceñirse cada vez más, encharcado la taleguilla en la sangre del toro cada que se lo pasaba por la barriga. También en la siguiente serie de naturales, en los que jugó la cintura y la muñeca con el compromiso de siempre. Ahora sí, la unanimidad del público se hizo presente. El toro puso lo suyo, pues a su caliad sumó ese punto de casta que transmitió seriedad en cada embestida, pues nunca terminó de ir entregado, como guardándose algo. El que no se guardó nada fue el torero, que siempre dio el paso, cargó la suerte y aguantó cada viaje en el sitio, imponiendo su ley, la de la sinceridad en cada muletazo. Ni siquiera en los estatutarios del final, con el toro revolviéndose en la cadera y el torero impávido esperando la siguiente embestida. Ahora sí, tras la estocada, cayó la oreja unánime, la que le abría la puerta grande y que cerraba una tarde que supo a poco, que se acabó cuando parecía apenas estar empezando.
FICHA DEL FESTEJO
Coso de la Alameda, Jaén. Corrida de toros. Lleno de No Hay Billetes.
Toros de Victoriano del Río -1º y 4º-, Álvaro Núñez, y Juan Pedro Domecq. De buen pitón derecho el suelto primero, que se vino a menos; sin clase el deslucido segundo, que se redujo una vez se vio podido; de buen fondo y mejor pitón izquierdo cuando finalmente se asentó; con calidad y un punto de casta el cuarto, que transmitió lo suficiente para darle seriedad a lo hecho por el torero.
José Tomás, como único espada, palmas, silencio, oreja y oreja.