8 de junio de 2023/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos: Emilio Méndez
Toledo celebraba su día grande este jueves 8 de junio con el Corpus. Los matadores de toros El Juli, Andrés Roca Rey y Tomás Rufo se midieron a los de Alcurrucén. El encierro fue desigual, siendo el primero y el segundo, quizá, los más pasables del festejo. Permitieron algo más el lucimiento y la expresión de los diestros. El madrileño dejó pinceladas de su cadencia, gusto y despaciosidad con el primero de la tarde y de su lote. Roca Rey dejó una obra de artesanía con el quinto, un toro del que no se esperaba absolutamente nada y con el que hizo faena. Rufo se midió a un mermado tercero, con el que dejó las maneras, pero sin la materia prima. Con el sexto, a pesar de no ser el mejor toro de la tarde, logró arrancarle una oreja.
Abrió la tarde El Juli, lanceando al primero de su lote, con gusto, junto a las tablas. Tras un polémico tercio de varas, se dio el cambio para que los de plata dejaran los palos, muy ovacionados, por cierto. Se alcanzó la faena de muleta, con un inicio en el que El Juli lo fue trasteando ganándole terreno hasta sacarlo del tercio. Una vez hechas las presentaciones, empezó a llevarlo con cadencia y temple, citándolo con los vuelos, con la muleta más bien plana. Cambió de pitón, toreándolo al natural, pero la embestida no era tan armónica. Seguía la tela y obedecía, incluso planeaba, pero sin humillar. Recuperó el pitón derecho, con aquel tranco cansino, pero con el que tragaba y se dejaba manejar, ya que se mantuvo fijo en la tela. Lo pudo llevar con suavidad y delicadeza, encontrando el compás al que gustarse y gustar. Falló con la espada.
Al segundo de la tarde le costó entrar en los vuelos de Andrés Roca Rey. Lo frenó, pero después tardaría en retomar el saludo capotero, al que el peruano bregó hasta meterlo y después estirarse. Sería en el quite donde terminó de cautivar a los tendidos. El turno de banderillas destacó con el nombre de Antonio Chacón, que levantó los tendidos. El peruano lo recibió en la franela por estatuarios, anclado al firme sin rectificar, esperándolo. Tanto lo apuró que terminó echándoselo encima. Pero volvió a la cara del animal para terminar lo que había empezado, solo que ahora desde los medios. Después de aquel inicio, le dio tiempo y sitio para seguirle por el pitón derecho, doblándose con el animal, bajándole la mano. El animal salía buscando, a veces demasiado encima, obligando al diestro a rectificar. Al natural logró enganchar la embestida adelantando la mano, pero cada vez le costaba más pasar y la continuidad se volvía intermitente, con parones entre pases, aguantándolo. Volvió a meterse entre pitones, arañando aquellas últimas embestidas, hasta vaciarlo. Le falló la espada, que deslució su entrega.
Tomás Rufo salió para frenar al primero de su lote y tercero de la tarde. Lo frenó, pero después el animal saldría suelto. Tuvo que ser ya fuera del tercio donde se produjera aquel reencuentro con el percal del espada. En el último tercio, Rufo salió a los medios para brindar al público, después, bordeando las tablas, se pondría de rodillas para dejar los primeros pases, sin probaturas. Finalmente terminó por levantarse, rematando así el inicio. El de Alcurrucén estaba mermado, no se le podía exigir por abajo, así que el diestro acompañó la embestida con la franela, pero sin exigencias, simplemente, dibujando el trazo. Lo movió y lo pasó, dejando la colocación y las buenas maneras, pero sin una embestida que acompañara. Le puso todo lo que el astado no podía darle. Se tiró con todo, pero lograría hundir el acero al segundo intento.
El saludo capotero que marcaba el ecuador del festejo fue el de Julián López «El Juli». El diestro lo frenó, pero salió suelto, así que después de dejarlo correr, volvió a entrar en la seda del madrileño, que se estiró hasta rematarlo. Después de un cuestionable tercio de banderillas, el diestro tomó la muleta, la ayuda y la montera y se dirigió a los medios para brindar al respetable. Seguiría con un ligero trasteo por abajo, en el que lo pasó por ambos pitones, con repetición y movilidad. Poco le duraría al de Alcurrucén, por el pitón izquierdo no culminaba un natural, sin entrega ni transmisión. Por el derecho lo citó con firmeza, tocándolo, pero sin ninguna uniformidad. Continuó alternando pitones, sin una definición, solo pases incompletos y salidas por alto. Pinchó con la espada.
El quinto se demoró en salir de chiqueros, después se emplazaría en los medios y por último, no sin antes recorrerse la plaza, entraría en el capote de Roca Rey, que lo bregó. El de Alcurrucén llegó al último tercio paseándose entre los estatuarios del peruano, que después trató de sacarlo del tercio y llevárselo a los medios. Allí eligió el pitón derecho para continuar, uno a uno, con voz y toque firme. A base de paciencia y suavidad, le fue sacando las embestidas, liándolas, envolviéndoselas a su alrededor sin quitarle la franela del morrillo. El diestro volvía a inventarse una faena inexistente, mostrándolo además por ambos pitones, alargando al natural, con los vuelos y su particular giro de muñeca, con el que se lo echó a los riñones. Terminó abriendo el compás, abriendo más la embestida, sin dejar de tocarlo en el morrillo para que terminará de pasar. Pasó de que le pidieran que lo matara a torear al compás de los «olé». Lo mantuvo dentro de la faena, a pesar de las condiciones que en un inicio le mostró el astado. Pisó sus terrenos y este le arreó, prendiéndolo con fealdad. Se recompuso y volvió para terminar metido entre pitones, sin darlo por perdido. Mató con una estocada completa.
Cerraba la tarde Tomás Rufo con el sexto al trazó un saludo bregado, conduciendo la embestida, envolviéndolo en la tela. Volvían a lucirse los de plata en el tercio de banderillas, sobre todo Fernando Sánchez. Se alcanzó la faena de muleta y el diestro lo recibió genuflexo, pasándolo por ambos pitones, ganándole terreno. Poco a poco le fue alargando el trazo, llevando la embestida hasta definirse por el pitón derecho. Le costaba ligar, así que tiró de despaciosidad y ternura en el engaño para enganchar la embestida y llevarla de principio a fin. El de Alcurrucén seguía la tela, solo tenía que involucrarlo más en sus salidas, dejándosela puesta y tirando del animal con el pico. Cambió al natural, dando mayor amplitud al natural con los vuelos, unos vuelos que adelantó al morrillo, adentrándolo en el trazo. Recuperó el pitón derecho pero cada vez se quedaba más corto, obligando al diestro a rectificar para que no se le quedara encima y darle sitio para estructurar el siguiente muletazo. Mató con aseo y acierto
Toledo. Toros de Alcurrucén, variados de presentación y juego. Entrada: Lleno en tarde nublada. Julián López “El Juli”, silencio y silencio; Andrés Roca Rey, ovación y dos orejas; Tomás Rufo, ovación con un aviso y oreja. Incidentes: El matador de toros Andrés Roca Rey sufrió un fuerte percance en la lidia del quinto toro de la tarde, por lo que una vez que dio la vuelta al ruedo con las dos orejas, de inmediato se fue a la enfermería de la plaza para ser atendido por lo que al final del festejo no pudo salir a hombros.