Isaac Fonseca entra a la final de la Copa Chenel tras triunfar de forma rotunda en Alalpardo

10 de junio de 2023/Patricia Prudencio Muñoz

Alalpardo albergaba la primera final a tres de la Copa Chenel. En el cartel se anunciaban Juan del Álamo, Borja Jiménez e Isaac Fonseca, que se midieron a los de Ana Romero y Victoriano del Río. El encierro fue variado en juego, dejándose manejar en la tela, con entrega y sometimiento, demandando el sitio y la altura. El tercero, un toro de Victoriano del Río, fue uno de los más ovacionados ante su calidad en la faena. Juan del Álamo quiso reinventarse y no quedarse atrás, pasando de las pinceladas al surrealismo en la suerte suprema. No se le reconoció con el segundo de su lote, a pesar del arrojo depositado. A Borja Jiménez le falló la espada, que fue la que le robó los triunfos, a pesar de que con el quinto dejara una faena atropellada en la que quiso sacar mucho en muy poco. Sería el mexicano Isaac Fonseca el que marcara la tarde, tiñéndola de esa raza que tanto le caracteriza que le hicieron desorejar al primero de su lote y robarle una oreja al sexto. Diseñó faenas de trazo largo y profundo, con el que se los envolvió y caló hondo entre los aficionados. 

Abría la tarde Juan del Álamo, parando en su capote a «Mariguana», un toro de Ana Romero con el que se estiró a la verónica, ganándole terreno, sacándole a los medios.  Después de que el animal saliera del caballo, el diestro se lució con un quite por chicuelinas, cambiando así el tercio. Tomó la muleta pidió permiso y brindó al publico en los medios. A continuación, con un ligero tanteo iniciado en tablas, se lo fue llevando al tercio, pasándolo por ambos pitones hasta cerrar con el de pecho.  Siguió sobre el mismo pitón, llevándole a media altura y bajándole gradualmente la mano, pero terminó por desarmarlo, ya que su embestida era algo incierta, manteniendo las miradas constantes durante toda la faena.  Volvió a la cara del animal recuperando las distancias cortas y la media altura, robándole una tanda tras otra. Cambió al pitón derecho, pitón por el que mostraba más movilidad y recorrido aunque con una embestida algo rebrincada. Poco a poco se iba agotando, pero Juan del Álamo insistió sobre el animal, culminando con algunos pases en redondo y manoletinas. Cambió la ayuda por la espada y dejó un estocada caída pero efectiva. 

Salió el segundo de la tarde, al que el sevillano Borja Jiménez recibió en un saludo breve en el que pudo dejar un par de verónicas, sacándolo rápidamente fuera del tercio. «Carteado» se lo puso difícil a los de plata, dificultando el tercio de banderillas en sus salidas, en las que buscaba con la cara arriba. Se alcanzó la faena de muleta, la cual inició Borja genuflexo, bajándole la mana, aguantando el ritmo de la embestida sin quitarle la franela del morrillo. Una vez finalizadas las presentaciones en la franela, se decidió por el pitón derecho, tirando del animal hacia adelante, tocándolo con firmeza y echándoselo hacia dentro, sujetándolo dentro de la serie. Siguió sobre el pitón derecho, sin dejar de tocarlo en la cara, evitando que el animal se detuviera y se le desligara. Cambió al toreo al natural, teniendo que marcar el recorrido con la ayuda, para que no se le viniera por dentro. Sin embargo, no tardó en recuperar la mano derecha, atacándolo para que entrara y tirando del animal con el pico de la muleta. La faena ya estaba hecha, así que dio paso a la suerte suprema, hundiéndola al segundo intento. 

«Barbuquejo», el primer toro de Victoriano del Río, fue ovacionado por el respetable en su salida. Sería el mexicano Isaac Fonseca quien lo recibiera en su capote, frenándolo de rodillas con una larga cambiada, para después levantarse y seguirle a la verónica. El tercero soltaba la cara bruscamente y eso le pasó factura a Juan Carlos Rey, que le soltó un derrote seco en el tercer par. A pesar de todo, el mexicano decidió iniciar la faena de rodillas, sin probaturas, con pases cambiados por la espalda, dejando toda una declaración de intenciones. Siguió con la mano derecha, dándole tiempo y sitio, ordenando la embestida, templándola en un paso largo y un sutil giro de muñeca en la muerta del derechazo para dejarlo colocado. Dosificó y encontró el acople con el de Victoriano del Río, dándole sitio y acortando las tandas. Empezó el toreo al natural, bajándole la mano, pero teniendo que perderle pasos, sin quitarle los vuelos, los que siempre guiaron la embestida, de principio a fin, marcando con la ayuda y tratando de alargarlo. Volvió a echarse la muleta a la mano derecha, encontrando una embestida cada vez más desigual e incierta. Sin embargo, a pesar de saber de que ya lo había vaciado, se metió entre pitones para terminar de arrancarle lo que tenía y mantener al público metido en la faena. Cerró por manoletinas y una estocada efectiva, aunque no perfecta en colocación, a un toro de condiciones y calidad. 

Juan del Álamo no quiso pasar desapercibido y saludó a «Misigato» de rodillas. Sin embargo, tuvo que levantarse rápidamente y seguirlo, ya que se le había echado demasiado encima y le estaba apretando en tablas. Le ganó terreno y lo sacó a los medios estirándose con el animal. Tras brindar, se quedó en tablas y allí lo recibió en la franela, pasándolo por abajo, manteniéndose genuflexo mientras lo iba sacando del tercio. Fue tirando del animal hacia adelante hasta levantarse con el y culminar el trasteo por ambos pitones. Continuó sobre el pitón derecho, con suavidad, cambiando el pie de apoyo y envolvérselo a su alrededor, pero costándole limpiar el muletazo en los primeros pases de cada serie. Pero poco a poco, al bajarle la mano y templarlo con suavidad, logró ahormar la embestida. Se cambió la muleta de mano y sobre el pitón izquierdo, tocó con voz y firmeza, ligando los pases. El trazo fue largo ante la obediencia y repetición del de Victoriano del Río, solo deslucía cuando el diestro no respetaba el sitio o las distancias, asfixiándolo. El animal repetía con ritmo y pulcritud, cuando se le dejaba. Al final, terminó alargando en exceso con un toro que no se agotaba. Mató recibiendo después de haberse subido a las tablas e ir perfilado hasta encontrarlo y hundir el acero. 

Borja Jiménez sabía lo que se jugaba y se tiró de rodillas para saludar al segundo de su lote, «Bolero» un toro de Toros de Cortés. Dejó un recibo capotero intenso con el que captó la atención de los aficionados. Salió con motor y el sevillano lo aprovechó. Tras un lucido tercio de banderillas, brindó y se dispuso con la muleta. Lo pasó por ambos pitones, por abajo, sacándolo del tercio, sin prisa, pero sin pausa. Una vez fuera del tercio se puso de rodillas para seguir pasándolo. Eligió el pitón derecho, dejando el paso atrás, basculando. Tocó para después seguirlo sin quitarle la franela del morrillo, sin dejar de tocarlo al pitón. Sin embargo, las tandas no fuera excesivamente largas, sino que dosificó el tiempo y la cantidad, para que le aguantara. Buscó la variedad y el lucimiento en la faena, estando siempre en el sitio, tirando del animal hacia adentro en el toreo al natural, sin levantarle la mano. El de Victoriano miraba y sabía lo que dejaba atrás, pero obedecía sometido a las demandas del matador de toros. Se metió en unos terrenos comprometidos en los que terminó por perderle el respeto a un toro, sabiendo que en cualquier arreón le echaría mano. Los pitones le rozaban los mulos, pero siguió tocándolo con suavidad, citándolo antes de que acabara el pase, confundiendo uno con otro. Cerró por manoletinas y siguió de rodillas, para después fallar con la espada. 

Cerraba la tarde «Tecloso», un toro de Ana Romero al que Isaac Fonseca saludó con una larga cambiada de rodillas. Después continuó la brega por abajo, conduciendo la embestida hasta sacarlo a los medios, donde terminó por rematarlo. En el tercio de varas, el picador se cayó del caballo, demorando el tercio  hasta que se subiera otra vez el caballo y lo picara. El animal estaba afectado de los cuartos traseros y el público pidió con insistencia el cambio de toro, pero el presidente no otorgó el cambio. Fonseca lo trasteó por abajo, pero en cuanto le exigió el animal acabó perdiendo las manos. El mexicano le aguantó la altura y lo llevó entre algodones para que el le aguantara la faena completa. En el toreo al natural, dándole sitio, abrió la embestida, dejando que el de Ana Romero siguiera los extremos del engaños. Un toro que seguía con repetición y que quería más que podía, por lo que Fonseca buscó recursos en su Tauromaquia y mucha técnica. Recuperó el pitón derecho, anclándose en el firme para pasarlo a su alrededor, con suavidad y muy despacio, sin contrariarlo. Siguió alternando pitones, con un cite más bien alto para después bajarle la mano gradualmente y ahormar las salidas, acompañando la embestida con todo su cuerpo. Antes de que entrara a matar, unas voces desde el tendido le llamaron la atención y es que alguien se había mareado, por lo que el diestro pidió la asistencia y después cambió la ayuda por a espada. En la suerte suprema hundió el acero con acierto arriba. 

Alalpardo. Toros de Victoriano del Río, Toros de Cortés y Ana Romero para Juan del Álamo, oreja y ovación; Borja Jiménez, ovación y ovación tras aviso; Isaac Fonseca, dos orejas y oreja.

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