2 de julio de 2023/Patricia Prudencio Muñoz
Las Ventas arrancaba el mes de julio con un festejo en el que se acartelaban los diestros José Garrido, Álvaro Lorenzo y Ruiz Muñoz, que confirmaba la alternativa. Los diestros se midieron a los astados de las ganaderías de El Vellosino ( 1º, 2º y 3º), Lagunajanda (4º y 6º) y Martín Lorca (5º). Un encierro variado, dadas las circunstancias, pero que dejaron opciones limitadas, viniéndose a menos y mostrando su querencia a tablas. El sobrero de Las Ramblas, continuó en la línea del festejo, sin nada destacable, quizá con embestidas más agresivas, sin la nobleza del resto. Destacó el quinto, un toro de Martín Lorca de buena condición que permitió la expresión. Garrido mostró su dominio y poder, imponiéndose a su complicado primero, nada pudo hacer con el cuarto de Las Ramblas. Álvaro Lorenzo no pudo expresarse en el tercero, todo lo contrario a lo ocurrido frente al quinto. El de Martín Lorca le dio las herramientas para cortar los apéndices, pero el presidente, una vez más se negó. Ruiz Muñoz encontró un toro muy venido a menos para su confirmación, rápidamente se había decantado. Salió con la misma disposición al sexto, pero sin terminar de acoplarse con el.
Abría la tarde «Barbudo», un toro de El Vellosino, con el que el diestro Ruiz Muñoz confirmaría alternativa, teniendo a José Garrido y Álvaro Lorenzo como padrino y testigo, respectivamente. El saludo de Ruiz Muñoz no tuvo demasiadas opciones para el lucimiento, el toro salió suelto y solo pudo estirarse en un par de verónicas improvisadas. Las protestas se acentuaron después de su paso por el caballo, pero el presidente no otorgó al cambio. Se alcanzó el último tercio y se llevó a cabo la ceremonia de confirmación, una vez concluida dicha ceremonia, el espada inició la faena de muleta bajo los terrenos del siete, amortiguando la embestida, dejándola pasar, tanto que se le fue suelto y tuvo que ir tras el. Cambiaron los terrenos, pero aquel inicio templado y asentado convencieron al respetable. Continuó sobre el pitón derecho, con un toro que seguía el engaño con suavidad nobleza y obediencia. Había que cuidar las embestidas, porque tampoco le sobraban fuerzas, y siempre dejársela puesta para evitar que se le rajara, porque rápido cantó. Ya se había rajado apenas en la tercera tanda. No dejó de tirar del animal, evitando que se le metiera en la querencia, toreándolo en la raya y al natural, fue entonces cuando sonaron las primeras palmas de tango. Retomó el pitón derecho, cada vez más cerca de la madera, pero pasándolo a cámara lenta, hasta donde llegaba. Pasaportó al primero de la tarde.
El segundo que saltaba al ruedo, salió suelto, sin prestar atención al capote de José Garrido. Finalmente, el presidente sacó el pañuelo verde y el toro fue devuelto a corrales. En su lugar salió el que se iba a lidiar en cuarto lugar, un toro de Lagunajanda al que Garrido tampoco pudo dejar un gran saludo capotero, ya que fue una mera brega. El astado complicó el tercio de varas, alargándolo en exceso, era parado y reservón, muy dubitativo, algo que también sacó a relucir durante las banderillas. Sin embargo, a pesar de las dificultades, destacó Vicente Herrera, que recibió una sonora y merecida ovación. Una vez concluida la ceremonia de confirmación, Garrido brindó al público para después irse a los terrenos del siente y empezar a pasarlo de rodillas. Siguió con el trasteo por ambos pitones, pero rápidamente se le fue a tablas. El diestro tiró del animal y lo sacó más allá del tercio, logrando que siguiera en el engaño con temple y pulcritud al bajarle la mano y encajarse a su paso. Lo atacó con toque delantero, llevándolo toreado hasta el final. Siempre esperándolo en el sitio y con la muleta al morrillo, aprovechando cada embestida. Cambió la muleta de mano y uno a uno, al natural, con un trazo más largo, con los vuelos lo fue pasando, pero cada vez era más incierto y parado. Garrido impuso su poder y dominio, toreando los últimos compases en sus terrenos, sin ventajas. Mató de una única estocada.
Álvaro Lorenzo saludó a «Jaleante», un toro de El Vellosino al que solo pudo bregar, sin oportunidad al lucimiento, solo dejó ver una verónica ya en los medios y culminando el saludo. Entre protestas y críticas, Álvaro Lorenzo lo recibía en la franela, con un inicio muy torero en el que le llevó andando hasta los medios. Trató de lucirse y para ello también dosificó y midió muy bien las tandas, dándole tiempo y sitio entre ellas. Sobre el pitón derecho, lo llevó dándole la salida, pasándolo por alto, con un toro que al inicio del cite atendía abajo. El de El Vellosino se arrancaba en la larga distancias, por lo que el diestro trató de aprovechar la inercia para darle ligazón a las series. Cambió al natural, pero pasaba sin más. Abrevió y cambió la ayuda por la espada, la faena se estaba haciendo cuesta arriba con todo el ambiente que se vivía en la plaza. Falló con los aceros, pero logró meterle la mano dejando una espada que no fue suficiente, teniendo que descabellarlo.
Marcaban el ecuador del festejo un toro de la ganadería de Las Ramblas «Tamborero» y José Garrido que, ahora sí, se dejó ver con el percal, pudiendo estirarse con clase y despaciosidad. El tercio de banderillas compensó al de varas, algo que el público venteño supo recompensar. El extremeño lo esperó en el tercio y el toro se arrancó con viveza, tenía genio, protestando en cada muletazo. El espada todavía buscaba el acople con un animal que le pedía la lucha de poder a poder, soltándole la cara y afeando sus salidas en la tela. Se le volvía rápido y le buscaba el cuerpo. Trató de ayudarse con la ayuda, marcando el recorrido, obligándolo a entrar a base de voz y firmeza, pero el de Las Ramblas se resistía a seguir las directrices del espada. Lo tuvo que torear muy cerca de las tablas, apurando el sitio. Recuperó el pitón derecho, con más de un aviso por parte de su adversario. Decidió no alargar más una faena que no le llevaría a ninguna parte. Lo pasaportó.
Álvaro Lorenzo saludó al quinto de la tarde, un toro de Martín Lorca al que bregó por abajo con delicadez y despaciosidad, ganándole terreno. El diestro brindó desde los medios al respetables, para después dirigirse a los terrenos del siete. Allí, iniciaría el último tercio, pasándolo por el pitón derecho, colocando y ordenando la embestida, una embestida a la que le faltaba temple y uniformidad, soltándole la cara en las salidas por arriba. Trató de jugar con la media y larga distancia, para después envolvérselo, pero no tenía el motor ni la movilidad para ligarlo. Logró que el animal rompiera en la tela a lo largo del desarrollo de la faena, prácticamente en los medios, alcanzando también los tendidos. Se la ponía y el animal acometía, bajando la cara en el inicio y pidiendo tela, queriendo meterla hasta cuando no la había, era obediente. Cambió la muleta de mano, dibujando un trazo largo en el que se le pedía que no parase y se la dejara puesta. Poco a poco se iba encontrando con el animal, encontrando ese acople, pasándolo muy despacio y luciendo las embestidas. Pedía tela, pero tampoco se le podía asfixiar, había que dosificar y medir muy bien las distancias y alturas. Le metió bien la mano en la suerte suprema, pero no fulminante.
Cerraban la tarde «Valioso» y Ruiz Muñoz, que saludó al segundo de su lote, esta vez sí, estirándose con el animal. En el último tercio, lo trasteó genuflexo, probándolo por ambos pitones, también lo movió y cambió los terrenos, tirando del astado hasta sacarlo del tercio. Sin embargo, el sexto punteaba la tela, dificultando así la labor del matador por limpiar el muletazo. Tuvo que perderle pasos y recomponer en cada pase las series, ya que se le venía muy encima en sus salidas y si se quedaba en el sitio se lo llevaba por delante. La faena avanzaba y con ella el planteamiento de Ruiz Muñoz, optó por la despaciosidad, el cite firme pero con suavidad y las tandas cortas. Trató de seguir tocando, al tiempo que le daba amplitud, abriendo el compás del muletazo, pero aquel último tercio no estaba llegando a los tendidos. Logró romperse en alguno, pero sin el acople entre ambos, el animal era autógeno. No se culminaban los pases, quedándose sin rematar, incompletos. Era un pase tras otro, alargando la faena. Lo mató con aseo.
Madrid. Toros de El Vellosino, Lagunajanda y Martín Lorca para José Garrido, ovación y silencio; Álvaro Lorenzo, palmas y vuelta al ruedo; Ruiz Muñoz, que confirma alternativa, silencio y silencio.