16 de julio de 2023/Patricia Prudencio Muñoz
La Plaza de toros de Las Ventas abría sus puertas para acoger, en una tarde de lo más calurosa, una corrida de toros de Robert Margé a la que se medían los diestros Borja Jiménez, Francisco José Espada y José Fernando Molina. El encierro se presentó variado en comportameinto, algunos marcaron desacaradamente la querencia, otros se entregaron y dejaron que los matadores encontraran el temple y la longitud en el trazo. La terna dejó valor y entrega, nada que reprochar. Borja no pudo mostrar aquella clase sevillana con el primero de su lote, ya que el animal requería otro tipo de toreo, que no tuvo problema en buscar, para morder e imponerse al astado. Con el quinto había que buscar las alturas y las distancias, pero encontró la continuidad y el lucimiento en un mejor inicio que final de faena, una faena de temple y trazo infinito. Espada estuvo que mordía con el tercero, un toro que rápidamente marcó la querencia y que el toro, a pesar de ello, no pudo llevar la contraria a un matador totalmente entregado. Algo trató de hacer con el segundo de su lote, un toro bravo que no se lo puso fácil y que terminó por cogerlo feamente. Molina, que confirmaba alternativa, buscó opciones y encontró teclas, pero la espada tiró por tierra su labor. Mucho más depurado fue su toreo con el sexto, lento, con clase y muy suave, pero sin acierto con los aceros.
«Lelee» abría la tarde en Madrid en las manos de José Fernando Molina, en un saludo breve en el que a penas pasó un par de veces por el percal. Le costó atarlo en corto, sería ya pasado el tercio, habiendo ganado terreno, pero sin estirarse con el animal. Sorprendió el diestro en el quite, que se lo ciñó sin margen de error. El caos llegaría con el tercio de banderillas, pasando varias veces en falso, sin acierto alguno. Lograron completarlo, pero el astado llegó a la faena muy mermado, pero antes se celebraba la ceremonia de confirmación de alternativa. El inicio se basó en el tanteo genuflexo fuera del tercio, pasándolo por ambos pitones y jugando con la altura. Eligió el pitón izquierdo para continuar, dándole amplitud con los vuelos en un toreo lento en el que se asentó con el animal. Uno a uno, cruzándose y buscando a pitón contrario le tocó y echó los vuelos al morrillo tratando de tirar de la embestida. El toreo en redondo llegaría al someterlo por abajo con la mano derecha, encajándose con el animal y ligando derechazos. El toro también necesitaba su sitio y suavidad. Falló en la suerte suprema, no lograba hundir el acero y en una de sus entradas a matar se llevó un fuerte golpe en el cuello, aún pidió descabello y lo pasaportó al primer intento.
Continuó la tarde el padrino de alternativa, Borja Jiménez, que saludó al segundo de la tarde con clase y mucho temple, ganándole terreno hasta sacarlo de tablas. Se alcanzó la faena de muleta y con el mismo temple de salida, lo fue metiendo en la franela, llevándolo por alto. Continuó sobre el pitón derecho, con un toro justo y de comportamiento incierto que le andaba de lado y que tenía dificultades para moverse de una manera armoniosa. Serían las manos sevillanas las que derrocharon entrega y valor. Al natural quiso mostrarlo, pero se le venía encima y tranqueante, cuando no le salía ajeno al natural. Hubo más de un «Uy» en los tendidos, el animal no quería faena y Borja venía con hambre. Volvió al derecho, pero miraba a todas partes menos al engaño, pasando con desinterés ante la firmeza de Jiménez. Después trataría de pasaportarlo de cualquier manera y la suerte suprema se le hizo cuesta arriba. Sería al segundo intento cuando logrará cuadrarlo y meterle la mano.
Saltó al ruedo el tercero de la tarde, cuya lidia y muerte correspondía a Francisco José Espada, quien no encontró el lucimiento en el saludo capotero. Espada lo esperó en la raya, dejando un pase cambiado por la espalda y algún otro con el que estuvo a punto de llevárselo por delante. El público ya estaba metido en la faena y atendía a lo que pasaba en el ruedo. Mientras tanto, Espada mordía, atacando a un astado al que había que sujetar. Lo citó en la media distancia, tratando de aprovechar la inercia para después atarlo en corto, pero el animal había marcado su querencia y salía suelto después de cada pase. Le exigió abajo, tapándose las salidas, sin dejar que no viera otra cosa que no fuera el engaño, sujetándolo. Lo tuvo que torear en el tercio, en paralelo a tablas, echándole los vuelos con suavidad y dejándosela puesta hasta emborracharlo de muleta. Desarrolló la faena sobre el pitón derecho, jugándosela metido ya en tablas, sabiendo que el animal ahí también le apretaba. Lo mostraría la natural en los últimos compases, en otros terrenos, robándole las embestida y haciéndolo pasar. No se le pudo llevar la contraria al espada, que iba a terminar su faena como fuese, cerrando por manoletinas y una estocada que fue suficiente para que el animal doblara.
Marcaba el ecuador de la tarde «Sesanne», al que Borja saludó, primero con la rodilla en el albero y después estirándose por verónicas. Se cambió de tercio y después de que Borja brindara, lo recibió en la tela genuflexo obligándolo por abajo, con clase, despaciosidad y pulcritud. El cuarto se empleó en los vuelos del diestro, con prontitud, obediencia y fijeza en la franela. Se arrancaba en las distancias largas, después solo había que dejársela puesta para darle continuidad a la faena, algo que Borja hizo, dejándosela puesta para envolvérselo a su alrededor. Aunque el de Robert Margé protestaba, pasaba con ciertas asperezas que deslucían por el pitón derecho. Ya había empezado a cantar su querencia, pero los vuelos de Borja siempre estuvieron en las salidas del natural para enganchar las embestidas y volverlo a meter. También dosificó y midió mucho las tandas, unas tandas en las que cada vez punteaba más la tela, necesitaba su sitio y altura para evitarlo. A pesar de la continuidad que encontró y aprovechó el sevillano, el toro no era tan sencillo. Cerró por manoletinas, sin margen de error, milimetradas. La espada no quedó demasiado bien, por lo que la muerte del toro se demoró.
Espada saludó a «Picasso» en una brega llevada y guiada con la que lo sacó hasta los medios. Sería allí donde brindara al público antes de recibir al quinto en la muleta. Lo tanteó a media altura con largura en el trazo, templando aquellas embestidas. Se lo envolvió a la cadera, con suavidad en una tanda infinita de mano baja en la que lo llevó muy tapadito. Cambió al natural, dejando una serie breve con la que después lo dejó respirar. Seguiría exprimiendo aquel pitón, en un cite lineal y recto con el que lo encauzaba en el pase, pero sin lograr limpiarlo. El animal tenía bravura y aquella chispa. Recuperó la mano derecha, dejándosela puesta, ligando de dos en dos muletazos, evitando que se desligara. Así que paró y reestructuró, para acortar las distancias y llamar la atención de los tendidos. Lo intentó sin acople con el animal. Cambió la ayuda por la espada y culminando la faena fue cogido feamente, teniendo que ser traslado a la enfermería. Lo tuvo que pasaportar Borja Jiménez.
Molina, que cerraba la tarde, saludó y se llevó al sexto más allá del tercio, donde encontró mayor armonía al arroparlo con la seda y poder estirarse con el animal. Dejó la montera en la puerta de la enfermería e inició la faena desde los medios. Allí citó a un animal que se arrancó con viveza y prontitud, dejando algún pase cambiado por la espada, en un comienzo de transmisión. Ligó las tandas por abajo, con despaciosidad y mucha suavidad, esperándolo con la muleta puesta al morrillo y tirar de las embestidas, porque el animal seguía el engaño. Dejó un trazo curvilineo con el que se lo llevó a la cadera, encajándose con el de Robert Margé, echándole la mano abajo, para después girar sobre su propio eje. En el toreo al natural, dejó que el uno a uno y el trazo delicado y largo lo llevaran hasta el final. Hubo pulcritud, pero cada vez buscaba más y había que perderle pasos para respetar las distancias, por eso el uno a uno se convirtió en la tónica de la faena. No afeó, sino que templó. Recuperó las tandas por el pitón derecho, cerrando así una faena en la que ya no había nada más que añadir. Falló con los aceros.
Madrid. Toros de Robert Margé para Borja Jiménez, ovación tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso; Francisco José Espada, vuelta al ruedo tras aviso y herido; José Fernando Molina, silencio tras dos avisos y silencio.