21 de julio de 2023/Patricia Prudencio Muñoz
La Plaza de toros de Valencia celebraba, este viernes 21 de julio, una corrida de toros en la que los diestros El Juli, Román y Tomás Rufo se midieron a los de Juan Pedro Domecq. El encierro se dejó, pero les faltó fuerza. Es cierto que también dieron posibilidades de triunfo, de no haber sido por los aceros se hubieran visto faenas rotundas. Los de Juan Pedro tuvieron nobleza, aunque también presentando, en alguna ocasión, sus teclas, mermados en la franela. El Juli se vació con el primero, encontrando el punto al que llevarlo, dejando una gran tanda sobre el pitón derecho en los últimos compases de la faena. Nada puso hacer con el cuarto, un toro al que se le pidió el cambio. Román rozó la Puerta Grande, la tuvo en su mano, pero la estocada fallida con el primero de su lote y la negativa del presidente por concederle la segunda oreja, esfumó sus posibilidades. Dejó faenas de muchos matices y entrega, saliendo a por todas, incluso con el tira y afloja que mantuvo con el segundo de la tarde. Tomás Rufo se midió a un lote complicado, escaso de fuerza al que le costaba seguir los engaños. Mucho más notable fue con el sexto, cuyos parones y arreones se hicieron más que evidentes, guardando en su interior un peligro sordo por el que público pedía que lo matara.
«Regatero» abría la tarde en las manos de El Juli, que lo terminó atando en corto, adentrándolo en el percal, con suavidad, por verónicas, ganándole terreno hasta rematarlo. Hubo «duelo» capotero entre el madrileño y el valenciano para el disfrute de todos los presentes. Se disfrutó de un buen tercio de banderillas, dando paso a la faena de muleta, la cual inició con un ligero tanteo genuflexo, pasándolo por ambos pitones, haciéndolo repetir, templando y gustándose. Eligió la mano derecha en un trazo bajo y de compás lento. El Juli le dio tiempo y sitio al de Juan Pedro, que tenía obediencia metiendo la cara abajo en el inicio del muletazo. Cambió al natural, pero por ese pitón todavía quedaba mucho que trabajar, le punteaba la tela, pasaba con cierta sosería, a pesar de que el diestro lo fuera encarrilando. Volvió a la mano derecha, pero sin poder bajarle la mano en exceso, porque si no perdía las manos, así que en la justa medida y con el toque en el morrillo cuajó una de las mejores tandas de la faena. Se la dejó puesta, tocó y ligó. Sin embargo, no terminaría sin volver a mostrarlo por el izquierdo, pitón al que había que perderle pasos, cruzarse en exceso y reestructurar al final de cada pase. Armó la muleta y recuperó aquella mano derecha, con un toro noble y con fijeza, aunque ya sin la prontitud inicial. Falló con la espada, peronel animal terminó por doblar.
Román saludó al segundo de la tarde, muy despacio, pasándolo por los vuelos de su capote a cámara lenta. Empujó con fuerza en el caballo, desplazándolo, prácticamente, hasta tablas. Después de que Rufo dejara su marca en el quite se procedió con los palos, donde volvió a acusar de violencia en sus salidas por alto, soltando la cara. El valenciano se dirigió a los medios para brindar, después tomaría la franela y lo pasaría a pies juntos en la raya del tercio. No rectificó, pero poco a poco le iría ganando terreno. Quiso que se arrancara en más distancias largas, para después aprovechar la inercia y darle continuidad, envolviéndolo, llevándolo muy tapadito. Tuvo que acortar las distancias de aquel primer cite, pero una vez dentro, seguía la franela. Aunque tampoco se le pudieron asfixiar las distancias, tenía su sitio y si se metía, le soltaba la cara y se descomponía. Así que le perdía pasos al final de cada pase. Al natural alargó todo lo que pudo y más, jugando con todo su cuerpo, para llevarlo hasta el final, naturales, por cierto que fueron muy aplaudidos por el respetable. Continuó sobre el pitón derecho de el tira y afloja de darle siempre su sitio y tener siempre la muleta bien puesta. Román se gustó y gustó a la afición valenciana, que estaba entregada. Cambió la ayuda por la espada, para después volver a llevarlo y tirar el acero. No tuvo acierto en la suerte suprema.
Tomás Rufo se decidió de rodillas para frenar al primero de su lote en el capote. Después se levantó y le fue ganando terreno a la par que se estiraba con el animal, adornándose. Se alcanzó la faena de muleta y el diestro lo tanteó por ambos pitones, pasando aquellas embestidas inciertas y destartaladas. Se lo llevó a los medios, alejándolo de las referencias a la madera. Allí, el espada le adelantó la mano y se lo empezó a pasar a su alrededor. El animal se le arrancaba con viveza, respondiendo en la larga distancia, para después aprovechar la inercia y atarlo en corto. El astado respondía con todo lo que podía, llegando hasta el final, pero muy mermado. Le bajó la mano, pero su respuesta era descompuesta y tranqueante. Incluso le llegó a hacer varios extraños en cuanto le exigía más de lo que el animal podía darle. Rufo lo mostró por ambos pitones, con un toreo al natural con el que su cintura era el eje sobre el que el animal entraba y repetía. Apuró las distancias con el de Juan Pedro que estaba fijo en la tela, al que trató de imponerse con el toreo en redondo. Sin embargo, no tomó vuelo ni caló en los tendidos. Se tiró con todo y, aunque tardó, lo pasaportó con aquella estocada.
Marcaba el ecuador del festejo un toro que salió corriendo la plaza, suelto en el capote, permitiendo a El Juli alguna que otra verónica suelta. Sin embargo, lo que se pedía era el cambio, ya que había perdido las manos en varias ocasiones. El de Juan Pedro, finalmente, no fue devuelto y se inició la faena de muleta. El madrileño lo trasteó, andándolo, cambiando los terrenos hasta sacarlo a los medios. Allí, eligió el pitón derecho para llevarlo, todo ello entre algodones. Lo pasaba una y otra vez, volviendo al pitón derecho, pero sin contenido. El animal pasaba, sin chispa ni motor, lo mismo que ocurrió al natural. Retomó la mano derecha, uno a uno. Sin nada más que añadir se fue a por la espada y lo pasaportó con gran acierto.
Román saludó al segundo de su lote, un toro con movilidad y que repetia en la seda. Primero le dejó dos largas de rodillas para frenarlo y, después, lo envolvió por verónicas. Se arrancó con viveza al caballo, entrando con fuerza y empleándose en el peto, ante un gran puyazo de Chocolate. El diestro salió a los medios para brindar al público. El valenciano se quedó allí, sólo que de rodillas, citándolo en la larga distancia para envolvérselo aprovechando la inercia, sin probaturas. La plaza estaba totalmente metida en una faena que había contado con la intervención de El Soro y su solo de trompeta. Román ligó un pase tras otro, encontrando la armonía y pulcritud. El de Juan Pedro era pronto obediente, solo había que respetar el sitio y las distancias para no asfixiarlo y que afeara la faena. También es cierto, que se dosificaron mucho las series, dándole también tiempo y sitio entre ellas. En el toreo al natural, no empleó tanto pico, sino los vuelos. Recuperó la mano derecha, siendo su cuerpo el que siguiera la embestida, acompañándola. Llegó a meterse entre pitones pisando terrenos peligrosos, culminando con un desplante en el que tiró los trastos y con el que la plaza se volcó. Antes de entrar a matar dejó unas manoletinas muy ceñidas que dieron paso a todo un estoconazo.
Cerraba la tarde Tomás Rufo con «Zapador» al que se llevó a los medios y ejecutó un gran saludo capotero en el que el toro se dejó mostrar con un buen pitón izquierdo. El tercio de banderillas fue uno de los más destacados de la tarde. Rufo decidió empezar su faena de rodillas, teniendo que retirar y recomponer. Aún así, a pesar de sus arreones volvió a ponerse de rodillas, aguantando que el animal se le quedara parado. Una vez cerrado el inicio de faena, tiró del de Juan Pedro Domecq y lo sacó del tercio para seguir sobre el pitón derecho, adelantándole la mano con suavidad para encauzar su embestida. Una embestida defensiva que mantenía los arreones de querer y no poder. Cambió al toreo al natural, dejándosela puesta y tirando con sutileza, sin brusquedad alguna, pero el toro no pasaba se quedaba a medio camino, con lo que el diestro tuvo que tragar y aguantar. No había nada que hacer, con un toro que guarda un peligro sordo en su interior que más de un apuro le hizo pasar. Lo mató al segundo intento con una buena estocada.
Valencia. Toros de Juan Pedro Domecq para Julián López «El Juli», ovación y ovación; Román, ovación tras aviso y oreja; Tomás Rufo, silencio tras aviso y ovación.