27 de julio de 2023/Patricia Prudencio Muñoz/Foto: Plaza 1
Las Ventas acogía una nueva nocturna en la que Jorge Molina, José María Trigueros y Marcos Linares hacían el paseíllo para medirse a los de Monte La Ermita y El Cotillo (1° y 5°). Los astados fueron variados en comportamiento con buen son y entrega en las faenas en el caso del segundo y cuarto del festejo, ambos de Monte La Ermita. Molina dejó una muy buena imagen en el coso venteño, encontrando el acople y la armonía con los de su lote, sobre todo con el cuarto, del que se le escapó el triunfo con los aceros. Trigueros se encontró con un novillo venido a más, pero con el que desarrolló una faena que no llegó a romper. Con el quinto, de El Cotillo, logró mantenerlo, pero sus intentos no llegaron a calar en la afición de Madrid. Marcos Lineres no tuvo demasiadas opciones con los de su lote, en el tira y afloja tratando de encontrar las teclas.
Abría la tarde Jorge Molina con un toro de El Cotillo, al que frenó y envolvió en su capote, muy despacio, templando. Se alcanzó la faena de muleta, pero antes de que entrara en la tela el animal cayó en la lidia de Juan Navazo. Sería en los primeros compases, que Molina le bajara la mano y le pasara por ambos pitones hasta definirlo con la mano izquierda, no sin antes sacarlo del tercio. Tenía poca fuerza y se le quedaba muy encima, por lo que tenía que perderle pasos. Tampoco pudo exigirle como quisiera porque el de El Cotillo, rápido perdía las manos. Siguió con suavidad, en un toreo al natural lento en el que también molestó el viento. Cambió al pitón derecho, metido en el tercio, sin que el animal pudiera cumplir un pase completo. Volvió al natural, apurando las distancias, ciñéndose a los pitones, pero sin nada que lucir. Metió la mano al segundo intento.
Trigueros salió a por todas, con un segundo novillo que salió suelto. Sin embargo, logró encelarlo, luciéndose de rodillas hasta sacarlo a los medios, restándole siendo profundamente ovacionado por el respetable. El de Monte La Ermita derribó al caballo en su primera entrada, entregándose y empujando con fuerza, recibiendo hasta el tercer puyazo. Tras hacer su brindis particular, inició la faena con un tanteo por abajo, ganándole terreno, sacándolo. Continuó por el pitón derecho, bajándole la mano, muy despacio. Le adelantó la mano y tiró con suavidad de un novillo pronto, obediente y con fijeza, que se lo puso todo a su favor. La faena se desarrolló cerca del tercio, sin cambiar los terrenos. Al natural, siguió buscándolos, ya que al animal le costaba algo más, frenándose. Retomó la mano derecha, uno a uno estirándose a su paso y sacando alguna pincelada. La faena no terminó de romper, pero el espada siguió alternando pitones, ahora sobre el izquierdo, metiéndose en el tercio, casi en tablas, cruzándose y buscándolo, pero al animal cada vez le costaba más pasar. Todo terminó en tablas, con una buena y única estocada.
Linares saludó al primero de su lote sin terminar de pararlo, el recibo se desarrolló a toda velocidad. Linares lo trasteó por ambos pitones, para después seguir por la mano derecha, apurando, pasándoselo alrededor de su cintura. Lo desarmó, pero volvió a la cara del animal, solo que por el pitón derecho, sin terminar de encontrar el acople con un novillo que estaba a todo y a nada algo incierto en sus embestidas. Marcos se asentó con el, pero no se entregaba a sus demandas. Cambió al natural, abriendo y dando salida, uno a uno, sin descomponer, tratando de darle orden a una faena que no tenía opciones. Mató al segundo intento.
Marcó el ecuador de la tarde Molina y «Mesonero», encontrando la despaciosidad entre ambos en el remate. Salió a los medios para brindar al público, después se dispondría cerca de las tablas, de rodillas, pasándolo sin probaturas, con un novillo que le apretó y le obligó a levantarse para seguir. Eligió el pitón derecho para continuar, cambiando los terrenos, llevándolo fuera del tercio. Le adelantó la mano y ligó con suavidad, envolviéndolo a su alrededor, dejándosela muy puesta. El animal sólo veía muleta. Lo citó con firmeza, colocándose, abriendo el compás, aguantando en las distancias cortas para pasarlo. Cambió al natural, de frente, arqueándose, alargando el trazo y siguiendo la embestida hasta el final, acompasándola con todo su cuerpo. Hubo continuidad y expresión, siempre buscando el sitio, tratando de limpiar el muletazo y tocando en mitad del pase, pero sin deslucir. Volvió al pitón derecho, con tandas más cortas e intermitentes. Toreó con desmayo y muy despacio a un novillo fijo, obediente y noble que ya pedía la suerte suprema. Falló con los aceros.
Saltó al ruedo «Melómano» de la ganadería de El Cotillo, un novillo suelto que buscaba la puerta de chiqueros. Trigueros tuvi que salir a los medios para saludarle, pero se desentencía del percal, no quería saber nada el astado, que seguía buscando la querencia. Entre protestas para que se cambiara el animal, llegó la faena de muleta, que tras un brindis particular, lo recibía en la franela. Lo pasó genuflexo, alternando alturas, sacándolo de las tablas, tirando en cada pase sin pausa pero sin prisa. Una vez fuera del tercio, se definió por la mano derecha, en largo, con un trazo firme que configuró en las tandas cortas. Le dio tiempo y sitio, dejándolo respirar antes de volverlo a exigir por el pitón derecho. El animal acometía siguiendo el engaño. En el toreo al natural, le adelantó los vuelos hasta el morrillo, barriendo el albero, tirando del astado a base de voz. Recuperó el pitón derecho, montando la muleta y echándosela a la espalda para después mostrárselo y tirar del uno a uno, pero manteniéndolo en la tela. Falló con los aceros.
Cerraba la tarde «Galardonado» en las manos de Marcos Linares, que encontró el lucimiento en el saludo capotero. Linares lo recibió en la franela con un ligero trasteo que dio paso a las tandas por el pitón derecho. Tiró con ritmo, pero sin terminar de limpiar el muletazo. En aquel inicio le dio tiempo y sitio, para después seguir por el derecho colocando y tirando, pero encontrando una embestida no del todo definida. Cambió al toreo al natural, perdiéndole pasos, uno a uno, tocando y abriendo con los vuelos, pero se le volvía rápido, pasando recto. Recuperó la mano derecha, pero el animal parecía embestir a dos tiempos, por lo que obligó al espada a buscarle más teclas. Le bajó la mano y le tocó en la cara, tapando, tratando de asentarse en el uno a uno. La faena estaba pasando de puntillas en el coso venteño. Cambió la ayuda por la espada y en la suerte suprema falló con los aceros.
Madrid. Novillos de Monte La Ermita para Jorge Molina, silencio y ovación tras aviso; José María Tigueros, ovación tras aviso y silencio tras aviso; Marcos Linares, silencio y silencio tras aviso.