29 de agosto de 2023/Adiel Armando Bolio
Amigos de la Fiesta Brava, mucho gusto en saludarlos. Hace apenas unos días, debido a la actual situación que se vive en la misma, durante una plática con algunos, digamos, aficionados a ella de reciente cuña, surgió el tema del cómo era este apasionante ambiente en otras épocas y ahí fue donde “metí mi cuchara” y les confesé que uno de mis deseos era haber podido vivir y ser testigo fiel del cotarro taurino en los años 30, 40 y 50 del siglo pasado, pues la pasión por el Arte del Birlibirloque, como llamó en su momento a la Tauromaquia el famoso escritor madrileño don José Bergamín, que nos inoculó a mi hermano Miguel Ángel (torero) y a mí nuestro añorado padre, don Addiel Bolio, a través de los libros, fotografías, videos y películas temáticas, sobre todo, fue a base de la manera vehemente y apasionada en que nos platicaba de ella, provocando en nosotros un bello enamoramiento por la más bella de todas las fiesta, la Fiesta de los Toros.
Aunado a todo ese sustancioso y rico conocimiento que adquirimos, sabiendo de todos los “intríngulis” de la Fiesta Brava, como el del campo bravo, sus ganaderías, las trayectorias de toreros encumbrados y de quienes no lo lograron, pero que dejaron huella, anécdotas e historias de subalternos, de las plazas de toros, de sus empresarios, de célebres y fatídicas faenas, de gestas toreras y de toda esa magia que envuelve al Orbe Taurino, vértice de todas las artes, también está, les comentaba a los jóvenes que, atentamente me escuchaban, lo que de forma especial, tanto de aficionado como de periodista, tuve la fortuna de abrevar.
Sin duda, el haberme involucrado y conocer la Fiesta de los Toros desde los años 60 hasta ahora, pero, principalmente, en las décadas de los sesentas, setentas, ochentas y la primera mitad de los noventas, me dio la oportunidad de saber de ella vivamente, de su cultura, de su grandeza, de su solera, de su seriedad, de su categoría, de su alegría, de sus inquebrantables jerarquías y, sobre todo, del respeto que se tenía por la categoría de los toreros. Pues bien, todo ello, me creó un amplio espectro de lo que es la Fiesta Brava, detalles que los “colegas” eventuales y aficionados actuales, en su mayoría, no tienen idea de ello.
El haber tenido la incomparable ocasión de escuchar, platicar y convivir con matadores como don Lorenzo Garza, don Luis Castro “El Soldado”, don Luis Procuna, don Jesús Solórzano Dávalos, don David Liceaga, don Alfonso Ramírez “El Calesero”, don Silverio Pérez, don Heriberto García, don Pepe Luis Vázquez, don Juan Silveti Reynoso, don Felipe González “El Talismán Poblano”, don Paco Ortiz, don Manuel Capetillo, don Jesús Córdoba, don Rafael García, don Alfredo Leal, don Humberto Moro Treviño, don Anselmo Liceaga, don Jaime Rangel, don Joselito Huerta y los afamados venezolanos Curro Girón y César Faraco, así como el no menos reconocido espada y apoderado sudamericano Raúl Acha “Rovira”, entre otros, ha sido incomparable.
Con relevantes y esforzados espadas como Jesús Solórzano Pesado, Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Antonio Lomelín, Mariano Ramos, Rafael Gil “Rafaeilllo”, Curro Rivera, Guillermo Montero, Eduardo Liceaga, Raúl Ponce de León, Miguel Villanueva, Curro Leal (también empresario), los Ortega Marcos y José Luis Ortega, los “Armillita” Manuel, Fermín y Miguel, Manolo Arruza, los Silveti David y Alejandro, Jorge Gutiérrez, Rafael Sandoval, Cruz Flores, Carlos Serrano “El Voluntario”, Manolo Mejía, Ernesto Belmont, Valente Arellano, Rodolfo Rodríguez “El Pana” y Alberto Zavala “El Memín”, así como los rejoneadores don Gastón Santos -padre-, don Juan Cañedo y el lusitano don Pedro Louceiro, entre otros.
Que dicha el haber escuchado hablar de toros a los señorones ganaderos como Manuel Ibargüengoytia y Llaguno, José Julián Llaguno, Valentín Rivero, Francisco Suárez del Real, Raúl González, Alfredo y Fernando Ochoa Ponce de León, los Garfias Javier, José y Marco, José Chafik, Marcelino Miaja, Germán Mercado Lamm, Manuel Ortega “El Botas”, Manuel Ortega Barroeta (de San Manuel), Guillermo Benavidez, Antonio Macías, José González Dorantes, Manuel Sescosse -padre e hijo-, Federico Luna, Carlos de la Garza, Sergio Hernández González, Fernando de la Mora Ovando, Gabino Aguilar, José Murillo Alvirez, Juan Flores, Álvaro Espinosa, Luis Quijano, Jorge de Haro, Teófilo Gómez, Óscar Espino y José Luis Garay, entre otros.
A grandes empresarios como el doctor Alfonso Gaona, Francisco Gómez “El Zángano”, Eliseo “Licho” Muñoz, Ángel Procuna, Ángel Isunza, Luis Canedo, Roberto Mendoza “El Sandwich”, Juan Arturo Torres Landa, Curro Leal, Rafael Herrerías, José San Martín, José Antonio González “Chilolín”, José Antonio Enríquez, Jesús Arroyo, Juan Arturo Torres Landa, Nicolás González Jáuregui y Nicolás González Rivas, entre otros.
Igualmente haber convivido con apoderados como Rafael Báez, Restituto González, Everardo Inurigarro, Manuel Lourdes Camino, José Chafik, José Manuel Espinosa, Leopoldo Meléndez, José Abedrop, Gumercindo Díaz, Arturo Magaña y los ibéricos Victoriano Valencia, los riojanos Rafael González “Chavola” y Domingo González “Chavolita” y, los hermanos Rubén y Othón Ortega Blancas, entre otros.
A célebres y reconocidos subalternos de a pie y de a caballo como los rehileteros Román “Chato” Guzmán, Jesús “El Güero” Merino, Pedro Ortega “Pedrote”, David Siqueiros “Tabaquito”, Manuel González “Pinocho”, Alberto Ortiz “El Chaval de Orizaba”, Cayetano Leal “Pepehillo”, Agustín Salgado “El Muelón”, Pascual Navarro “Pascualet”, Javier Cerrillo, Jorge Limón “Limoncito”, Juan Escamilla, Antonio Martínez “La Crónica”, Jesús Belmonte, Ricardo Balderas -padre-, Juan Anguiano, Pablo “Curro” Cruz, Jesús Morales, José Vela, Juan Vázquez, Rafael Romero, Tomás Abaroa, Alberto Preciado Meléndez, David Cavazos “Vito”, Manuel Martínez “El Zorro”, Javier Escalante, Leonardo Campos, Jesús Villanueva y Joaquín Angelino “El Pulques”, entre otros.
Y los montados, “El Güero” Guadalupe Rodríguez Sánchez en la parte final de su vida, Alejandro Martínez de la Flor, Felipe Bedoya “El Hielero”, Catarino Cadena, Manuel Contreras “Zacatecas”, Luis Muñoz “Chito”, Ignacio Carmona, Efrén Acosta Baray, Julio Sánchez “Brazo Fuerte”, Benigno González Carmona, los “Zotoluco” Antonio y Domingo López, Israel Vázquez, Noe Alvarado, Alejandro Martínez González, Federico Domínguez “El Gordo de Iztapalapa”, Pascual Meléndez, Venustiano Pacheco, Antonio Flores “Pueblita”, Rafael Bolaños “El Tinjo” y Delfino Campos, entre otros.
Y, sin duda alguna, además de mi padre, el escuchar consejos y experiencias de impresionantes periodistas especializados como los hermanos Muñoz, José “El Negro” y Jesús “El Ciego”, José Alameda, Esperanza Arellano “Verónica”, Ricardo Colín “Flamenquillo”, Rafael Morales “Clarinero”, Jorge Fosado Balderas, Ernesto Navarrete “Don Neto”, Bernardo Fernández “Macharnudo”, José Octavio Cano, Antonio Moreno “Morenito”, José Miñón “Toriles”, Ana María Miñón, Francisco Lazo, Guillermo Salas, Ricardo Torres, Horacio Soto, Alfonso López, Ángel Díaz de León, Daniel Medina de la Serna y Alfredo Flórez, entre otros, aparte de haber tenido el privilegio de tratar al gran poeta granadino don Manuel Benítez Carrasco y, entre muchos aficionados, a don Fausto Zorrilla, a los hermanos Antonio y José Ariza, Luis Corona Galván, Eduardo Moreno “Morenito”, doctor Samuel Rosete, Julio Ponte, el arquitecto Mario del Olmo, el cantaor andaluz Félix Granada y Felipe Flores (monosabio), así como a los traumatólogos taurinos, Leopoldo Sánchez Valle, Xavier Campos Licastro, Jorge Uribe Camacho, Humberto Olague, Antonio Salcedo Coppola y Rafael Vázquez Bayod, entre otros.
Así que, todo ese cúmulo de conocimientos que albergo con orgullo en mi mente, alma y corazón, son mi más preciado tesoro, mi fortaleza y respaldo para sustentar que la Fiesta Brava actual no tiene nada que ver con la que se vivió, repito, en los años 60, 70, 80 y algo de los 90.
Ese señorío, esa clase, esa relevancia, esa categoría, esa grandeza y ese respeto a las jerarquías se han ido perdiendo y, sin baluartes como nuestra adorada Monumental Plaza México, el problema se acentúa, de ahí que a los que ahora mismo manejan nuestra mancillada Fiesta Brava, les reconozco su esfuerzo y les recuerdo que “Cuando la inteligencia humana y la irracional belleza animal se conjugan en la arena ¡surge el toreo! Arte y bravura en escena”.