Jarocho torea con el alma y toca la gloria en Las Ventas de Madrid (Video)

21 de mayo de 2024/Patricia Prudencio Muñoz/Foto: Luis Sánchez Olmedo

Las Ventas celebraba la segunda novillada del serial de San Isidro. Alejandro Peñaranda, Ismael Martín y Jarocho se midieron a los novillos de Fuente Ymbro. Los animales fueron variados en comportamiento, siendo el segundo de la tarde el más complejo de llevar. Había que tocarles muy bien las teclas para que estos dieran las opciones en la tela, hubo que poderles e imponerse. También se tuvo que cruzar la línea con unos novillos de Fuente Ymbro que permitían poco margen de error. El tercero fue devuelto y, en su lugar, salió uno de Villanueva que resultó un buen novillo, siendo manejable y llevadero, a pesar de las teclas, que no le faltaron. El primero y el cuarto fueron buenos, aunque pudiendo haberles sacado más. Peñaranda tuvo momentos de lucidez con el primera de su lote, sin embargo, no terminó de entenderse con el. Con el quinto, un novillo encastado que tenía poco margen de error, quiso y no pudo, sin entender los terrenos, pero encontrando algo más de acople al natural, ya que por el derecho ya le había visto. La oreja llegó fruto de la emoción que estaba produciendo este año las volteretas en la plaza. Ismael Martín estuvo muy digno en aquel tira y afloja con el peligroso segundo, desarrollando una faena meritoria. Faena de poder a poder en la que no faltaron los avisos del peligro sordo ante un novillo al que llevó en las distancias cortas. Jarocho desarrolló una faena basada en el poder, el temple, la suavidad y la despaciosidad en la que se impuso. Cerraba la tarde Jarocho demostrando que tiene el toreo en la cabeza, revolucionó la plaza con una extraordinaria faena de poder y mando.

Peñaranda salió al tercio para saludar al abreplaza, un novillo al que llevó tratando de estirarse, pero salió suelo, sin terminar de templarse. Lo saludó en la franela a pies juntos, pasándolo hasta en un par de ocasiones para después seguirle probando despacio. Tiró del animal y lo sacó del tercio, empezando a llevarlo sobre el pitón derecho, con un novillo al que le costó atemperar, pasando con una embestida irregular en la que se movía a base de arreones. No hubo uniformidad, impidiendo que Peñaranda limpiara el muletazo, pues se descomponía punteando la tela. Se le volvía con facilidad, echándole la cara al pecho. Le bajó la mano y le mostró poder, exigiéndole aquella humillación que brillaba por su ausencia. Encontró la profundidad al natural, llevándole a base de vuelo, empezando a entender aquellas embestidas. Sin embargo, fue un momento de lucidez muy breve. Cerró con la muleta a la espalda, un pinchazo y un aviso.

Ismael Martín recibió al segundo de la tarde, un novillo al que bregó por alto y por bajo, ganándole terreno para sacarlo a los medios y estirarse allí con el. Se quiso lucir, después de un buen tercio de quites, con las banderillas, siendo el propio novillero quien las protagonizara. Falló con el primer par, le protestaron el segundo y hubo algún que otro con el tercero. Brindó e inició la faena de muleta a pies juntos, sin rectificar ni un solo centímetros. Siguió por el derecho, pero el novillo le planteaba muchas complicaciones a su paso. El primer pase se lo tragaba, los siguientes se los tenía que arrancar entre embestidas cortas y defensivas de peligro sordo. Cambió al natural, abriéndolo pero conseguir ordenar aquella embestida que le soltaba la cara y le volvía muy rápido, parecía tener por cuello un látigo. Recuperó el pitón derecho, pero sabía bien donde estaba el cuerpo, mirando descaradamente ante el cite de Ismael, que estuvo lleno de verdad y valor. Se tiró a matar y el animal dobló.

Salía el tercero de la tarde, al que Jarocho frenó y trató de recoger con su brega. Andaba suelto, sin fijeza en el capote del novillero, que fue a su encuentro para poder pasarlo. Logró que repitiera, llevándolo en corto. Se protestó con intensidad el cambio del toro y la presidencia, finalmente, aceptó. En su lugar salió el primero sobrero, un novillo de Villanueva al que bregó y llevó sin que se definiera. Brindó y se puso de rodillas para iniciar una faena bien toreada. Escogió el pitón derecho para empezar a pasarlo, uno a uno, con mucha voz y el toque firme. Se colocó y lo tocó en el sitio, llevándolo metido por abajo, alargando el trazo, dejándosela puesta en la cara, limpiando los muletazos. Dio forma a una faena acompasada. Lo mostró también por el izquierdo, pitón por el que poseía una embestida descompuesta e irregular, que poco a poco fue metiendo a base de temple, despaciosidad y suavidad. Retomó el derecho y allí derrochó calidad y profundidad, con desmayo. Tuvo acierto en la suerte suprema con un novillo que se tragó la muerte.

Peñaranda bregó y trató de estirarse con el segundo de su lote. Se fue a los medios y brindó al respetable, para después irse junto a las tablas y probarlo por ambos pitones mientras lo pasaba por abajo, con la rodilla en tierra. Le dio distancia y aprovechó la inercia para llevar ligado a un novillo encastado. El animal se movía y tenía recorrido, iba lejos en los trazos de Peñaranda. Bajaba la cara y la metía bien, pero el novillero no alcanzó a entenderse con el. Le volteó feamente en el pase de pecho, pero todo quedó en la brusquedad del percance, sin aparentes consecuencias. Volvió a la cara del animal para darle una tanda por el derecho, pitón por el que ya sabía lo que dejaba atrás. Dio una tanda al natural, tocando, abriendo y recogiendo, llevándolo muy tapado. Mató con acierto y aseo.

Ismael Martín saludó al quinto de la tarde y segundo de su lote. Gustó en las banderillas, siendo ovacionado por el respetable. Se fue más allá del tercio para brindar su faena, después ponerse de rodillas y pasarlo sin probaturas, tampoco se levantó, le siguió desde el suelo aún cuando se le empezaba a quedar corto. Lo pasó, decidiéndose por la emoción y el calado en los tendidos. Continuó con la mano derecha, adelantándole la tela a la cara para tocarle y llevar la embestida bien metida de principio a fin. El animal tenía unas salidas bruscas, bastante ásperas. Volvió a darle distancia, pero no era lo que precisamente pedía el animal, así que tuvo que volver a tocarlo en la cara. Aguantó y tragó aquellas medias arrancadas en las que lo avisó del peligro sordo. Lo llevó alrededor de la cintura, uno a uno, hasta que ya no pasaba, quedándose a medio muletazo. Optó por meterse entre pitones para darle la emoción. La espada fue determinante.

Jarocho fue a por todas en el saludo a cierraplaza. Se puso de rodillas, ejecutando hasta dos largas cambiadas a las que siguió con una amplia variedad en el capote en las que destacó también por chicuelinas. Jarocho empezó a pasarlo genuflexo, obligándolo por abajo, ganándole terreno, con mucha cabeza y temple. Le siguió por el derecho, pero al primer cite se le vino directo al pecho. Cambió al natural, tratando de abriéndolo, marcando y asegurando muy bien el pase. Sin embargo, se le volvió a venir por dentro y case lo voltea. Siguió por el derecho, pero ya no había nada aje hacer con aquel complicado de Fuente Ymbro al que Jarocho le arrancó las embestidas a base de firmeza y determinación. Mucha voz y toque brusco en la cara, sin que pudiera ver otra cosa que no fuera la tela. Volvió a mostrarlo al natural, metido en el tercio, adelantándole la mano para arrastrar la embestida con suavidad, con el toreo muy metido en la cabeza. Le llevó con los vuelos, manteniendo a toda la plaza metido en aquella intensa faena con la que puso en pie al respetable ¡Qué manera de torear! Sacó de donde no había y culminó con una estocada.

Madrid. Novillos de Fuente Ymbro y Villanueva (3°Bis). Los animales fueron variados en comportamiento, siendo el segundo de la tarde el más complejo de llevar. Había que tocarles muy bien las teclas para que estos dieran las opciones en la tela, hubo que poderles e imponerse. También se tuvo que cruzar la línea con unos novillos de Fuente Ymbro que permitían poco margen de error. El tercero fue devuelto y, en su lugar, salió uno de Villanueva que resultó un buen novillo, siendo manejable y llevadero, a pesar de las teclas, que no le faltaron. El primero y el cuarto fueron buenos, aunque pudiendo haberles sacado más. Alejandro Peñaranda, palmas tras aviso y oreja tras aviso; Ismael Martín, silencio y oreja; Jarocho, vuelta al ruedo y dos orejas tras aviso.

 

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