La contundencia de Colombo abre la Puerta Grande en una tarde de pocas opciones en Pamplona (Fotos y Video)

14 de julio de 2024/Patricia Prudencio Muñoz/Fotos Emilio Méndez

Pamplona celebraba su décimo festejo taurino y octava corrida de toros de San Fermín. Los matadores de toros Antonio Ferrera, Manuel Escribano y Colombo se midieron a los ejemplares de la ganadería de Miura. Los animales presentaron muchas complicaciones, dando pocas opciones en las faenas, sosos, sin transmisión, sin raza ni celo. Si fueron complejos los Miuras, que presentaron numerosas teclas, lo fue más aún el primer sobrero de Cebada Gago, un toro manso y violento que desarrolló. El sexto, de Miura, fue el más destacado de la tarde, a pesar de su comportamiento cambiante y terminar en tablas. Antonio Ferrera desarrolló una faena meritoria con un toro que sólo pasaba de uno en uno, sin brindarle demasiadas opciones. Poco mas tuvo con el áspero cuarto, al que toreó y llevó a base de recursos. Escribano tuvo que torear al primer sobrero de Cebada Gago después de que el de su lote se partiera el pitón. Resultó un toro muy difícil, muy orientado, manso y violento. El quinto fue de Miura, estando por encima de un toro soso, noble y sin transmisión. Colombo le buscó las vueltas al tercero de la tarde, un toro que resultó complejo y que no le dio facilidades. Con el sexto se aseguró la Puerta Grande después de una faena con un toro cambiante al que le pegó un estoconazo.

Ferrera saludó al abreplaza en una brega llevada en la que primero frenó y después llevarlo sin llegar a estirarse, aunque sí con matices en el primer contacto del animal en la tela. Se alcanzó la faena y mientras ferrera se aproximaba a las tablas para citarlo, el toro se encontraba en el burladero, en el que se alzó y metió la cabeza. Ferrera tiró del animal y se lo llevó a los medios, donde lo pasó por el pitón izquierdo, a media altura, abriéndolo, marcando el trazo con la ayuda. Continuó al natural con un Miura noble sin raza que simplemente pasaba ante las demandas del uno a uno. Cambió y empezó a pasarlo con la mano derecha, muy despacio, adelantándole la mano, tratando de limpiar y alargar una embestida en la que había poco contenido. Volvió al izquierdo y siguió alternando pitones hasta culminar con el derecho y un desplante de rodillas. Metió la mano con aseo, aprovechando la arrancada del animal.

Manuel Escribano se fue directo a la puerta de chiqueros para recibir al segundo de la tarde a portagayola con una larga cambiada de rodillas, que después de salir del capote del sevillano se estrelló contra el burladero y se partió el pitón. Fue devuelto y en su lugar salió el primer sobrero, de la ganadería de Cebada Gago. Escribano lo bregó. Fue un toro manso que alargó en exceso el tercio de varas. En banderillas fue el propio sevillano, junto con Colombo, los encargados de protagonizar el tercio. Inició la faena en rodillas, junto a las tablas, pasándolo por ambos pitones en un tanteo breve, se levantó y siguió hasta sacarlo del tercio. Continuó con un toro sin celo ni clase al que pasó por el derecho para después cambiar al izquierdo. Al natural, le soltaba la cara, por lo que el diestro tuvo que limpiar los muletazos para evitar que desluciera. Volvió a montar la muleta por el derecho, buscándole en redondo, pero el toro le soltó la cara arriba. Cada vez se quedaba más corto y le buscaba, embistiendo con violencia. Volvió al natural, pero era incluso peor por ese pitón e incluso lo desarmó. En la suerte suprema le echó la cara arriba, marcando con el pitón derecho el pecho. Tuvo que descabellar.

Colombo frenó, llevó, sacó y trató de estirarse con un tercero de Miura algo corto pero que metía la cara. Le ofreció los palos Colombo a Escribano, siendo ambos matadores los encargados de desarrollar el tercio de banderillas. Brindó al público para después aproximarse al toro y someterlo por abajo, bajándole la mano en el tanteo por ambos pitones. Lo sacó a los medios y siguió pasando a un toro que iba desarrollando. Eligió el toreo al natural abriéndole aprovechando los vuelos para pasar aquella embestida descompuesta y desclasada. Cambió al pitón derecho, llevándolo por alto. El de Miura le exigió, sin permitir la expresión ni el lucimiento. Buscó recursos e intentó hacerle la lidia con la que llevar a este complicado tercero. Siguió por el derecho, estando muy agarrado al piso, teniendo que arrancarle las embestidas para completarlos. Mató con acierto.

Ferrera saludó al segundo de su lote, llevándolo muy despacio y con suavidad, soltando una mano. Lo trasteo por ambos pitones para después sacarlo del tercio y pasarlo por el izquierdo. Era incierto y con una embestida bastante irregular, metiéndose por dentro, mirando a Ferrera, obligándolo a rectificar. Se dobló con el toro, dándole emoción a una faena complicada. Continuó por el derecho, dándole tiempo y distancia, llevándolo de uno en uno. El de Miura pasaba sin ninguna clase ni entrega, tomando la tela. Trató de que no descompusiera. Retomó el toreo al natural, pero por ese pitón se orientaba algo más, por lo que dificultaba el muletazo. Le metió la mano y lo pasaportó.

Se fue a la puerta de chiqueros para saludar a portagayola al quinto, pero el animal no lo vio, así que se movió al tercio y lo recibió con dos largas cambiadas de rodillas, para después seguirle por verónicas. Manuel Escribano banderilleó al quinto, protagonizando un tercio lucido y variado con el que deleitó a base de oficio. Tomó la franela y lo esperó en los medios, a pies juntos, citándolo en la larga distancia para pasarlo, pero el toro tardó en atender al cite, cuando lo hizo el sevillano se lo pasó por la espalda, dándole continuidad aprovechando la inercia. Lo pasó con suavidad, buscando las embestidas, provocándolas para que entrara en la tela. Le dio sitio y tiempo para seguir por el izquierdo, aprovechando el vuelo y la amplitud de la muleta, sin exigirle en exceso. Simplemente pasaba e incluso a la salida se quedaba muy corto, pero con nobleza, sin soltar la cara ni buscar. Lo pasaba de uno en uno. Montó la muleta en la mano derecha y a base del juego de pasos tuvo que recomponer las series después de cada muletazo, quedándose cada vez más corto, sin transmisión ni entrega. Hubo matices en una imposición de Escribano no recompensada por el soso quinto de Miura. Culminó por manoletinas y una suerte suprema compleja en la que metió la mano con habilidad y aseo.

Colombo saludó al cierraplaza en una brega llevada en la que recibió a un toro muy agarrado al piso que no se desplazaba y que tomaba el capote con violencia. Lo banderilleó dándole emoción al tercio. Se fue a los medios y citó al sexto en la larga distancias, aprovechando la inercia y movilidad de un toro que le apretó para ligarlo. El animal pasaba con obediencia, permitiendo a Colombo limpiar los muletazos, encontrando pulcritud. Continuó por el pitón derecho, llevándolo con ritmo, aprovechando la prontitud de un toro que le permitió la ligazón en el torea a media altura. Al natural le costó más atender al cite, acortando las distancias con un toro que se paró, quedándose a medio pase. Ante la dificultad que le planteó por el izquierdo, retomó el derecho, pasando a un Miura mucho más irregular. Le corrió la mano y llevó en aquellas tandas por el derecho, pero ya se le fue a chiqueros. Culminó por manoletinas y un estoconazo.

Pamplona. Toros de Miura y Cebada Gago (2°Bis). Los animales presentaron muchas complicaciones, dando pocas opciones en las faenas, sosos, sin transmisión, sin raza ni celo. Si fueron complejos los Miuras, que presentaron numerosas teclas, lo fue más aún el primer sobrero de Cebada Gago, un toro manso y violento que desarrolló. El sexto, de Miura, fue el más destacado de la tarde, a pesar de su comportamiento cambiante y terminar en tablas. Antonio Ferrera, ovación y palmas; Manuel Escribano, silencio tras aviso y oreja; Colombo, oreja y dos orejas.

 

Top