
22 de marzo de 2025/Patricia Prudencio
Mucho se habla de crisis, pues son innumerables y se mencionan día a día, la política, la económica, la humanitaria… pero dónde quedó la social. Estamos experimentando un retroceso social sin precedentes. Siempre se ha admirado la evolución, pero contra todo pronóstico y en pleno siglo XXI, resulta que vivimos el periodo de mayor involución, de mayor retroceso en todos y cada uno de los ámbitos.
Una sociedad hipócrita, incongruente y falsa, pero sobre todo decepcionante y sin conocimientos del mundo que les rodea. La moda es estar en contra de todo lo que no gusta o lo que una minoría impone y el resto sigue como borregos. Resulta, que está de moda ir contra natura y no hablo de ideología o identidad, cuya variedad es totalmente necesaria para el enriquecimiento de la sociedad. Hablo de que se están anteponiendo unas leyes animalistas que sitúan a la mascota o al animal salvaje por encima de madre, padre, hijo, hermano o amigo. ¿Ridículo, no? Nadie está negando el amor por el animal, un amor que se refleja con clarividencia en la Tauromaquia. Si no fuera por el amor al toro bravo, por el amor a un animal salvaje, ¿quién podría exponerse y jugarse la vida por poner en valor al toro? Un auténtico baile de la vida repleto de verdad.
Se escandalizan del toro, pero de la industria armamentística o del hecho de que los adolescentes se pasen horas en una pantalla con juegos de violencia o asesinatos, que parecen legitimarlos tampoco es preocupante. El toro es vida y el que no lo quiera ver es peor que un terreplanista. Los valores que envuelven al mundo del toro son toda la enseñanza que se necesita en la vida, porque es un reflejo de la misma.
Ahora le digo, que su país se está muriendo y no son los toros los que están quitando la vida, al contrario, la dan y son el sustento de innumerables personas. La vida la quitan ustedes, porque son culpables «indirectos» de los múltiples asesinatos y las desapariciones que se producen, por seguir echando la vista a otro lado. Son cómplices de eso y son cómplices de acabar con la libertad, porque si libertad es la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos, no entiendo qué están haciendo prohibiendo los toros, prohibiendo una cultura más que arraigada a su territorio, al nuestro y al de muchos otros. Si no somos libres, qué somos, qué nos queda ser… autómatas programados para seguir las directrices de un gobierno sin seso ni juicio, cuya única forma de vida aceptada es la de un borrego sin raciocinio, que diga a todo que sí, que acepte la derrota y sin capacidad para decidir lo que quiere. Ahora es el toro, mañana qué será… y sí, ahora es en México, pero abran los ojos, porque los pseudoanimalistas han abierto la puerta a la demagogia y a la hipocresía.
Prefieren señalar al toro por derramamiento de sangre… Pues bien, si tan violentos y asesinos fuéramos, explíquenme dónde quedaron los altercados de la gente del toro contra los que están jugando con nuestra forma de vida. Somos pacíficos y solo pedimos respeto y diálogo para poder desarrollar nuestra actividad profesional con libertad. Para que cuando pregunten «¿Qué quieres ser de mayor?», no sientan la presión de un fusil de asalto que les cohíba de decir, «Yo quiero dedicarme al toro».
¿Qué sentido tiene prohibir una corrida de toros con los permisos?, como pasó en la Hacienda El Salitre este viernes 21 de marzo. Esta «prohibición» no es por amor al animal, esto es una caza de brujas contra la gran familia que constituye el mundo del toro. Una persecución indiscriminada para intentar poner dique prudente a una marea que no se va a dar por vencida. El toro bravo se crece ante el castigo y no me cabe duda de que habrá una respuesta proporcional a todo el daño que nos están causando. El espectáculo artístico más democrático que existe no puede ser víctima de un juego antidemocrático impulsado por las altas esferas. Si no les gusta, aquí estamos, es nuestra pasión, nuestro oficio, nuestras costumbres, nuestras libertades y, sobre todo, nuestra vida y ahí solo mandamos nosotros. La política y las modas van y viene, pero el toro bravo siempre ha estado ahí y seguirá, cueste lo que cueste.
¿Hasta dónde vamos a llegar? La intransigencia de este gobierno y el de muchos está lapidando a la sociedad tal y como la conocemos. Ahora la moda es una sociedad animalista, sin tener ni idea de lo que eso significa. ¿Creéis que el animalismo que se está fomentando es por amor a los animales? Qué ingenuos hemos sido, no es por amor a los animales. Les están otorgando una autoridad e individualidad que ya tienen más derechos que nosotros mismos. Si no, comprueben las nuevas leyes de bienestar animal.
Pues bien, estas nuevas leyes animalistas han provocado la muerte de muchas mascotas por la imposibilidad a hacer frente a muchos de los gastos que estas han traído consigo. Leyes impuestas por personas que en su vida han pisado el campo y que tienen mascotas para que otros se las puedan pasear o alimentar. Qué fácil es dictar y qué difícil predicar con el ejemplo, porque se les llena la boca hablando de la causa animal, pero no mueven un dedo por ayudar verdaderamente a los animales.
Ahora les entra una preocupación agónica por los daños físicos y psicológicos que se les causa a los toros bravos en una plaza de toros. Una doble moral, en la que el daño físico y psicológico que se les pueda causar a las personas da exactamente igual. Por favor, asómense a las ventanas y vean que fuera hay una sociedad cada vez más empobrecida a la que no se le está echando cuenta.
No será que todo lo que no les guste lo prohíben, porque es la solución más rápida para impedir que la sociedad ejerza su derecho a la libertad… Es más fácil prohibir que investigar y conocer el mundo en el que están interviniendo y del que no tienen ni idea… El saber no ocupará lugar, pero debe ser que para los que nos gobiernan y juzgan es una tarea para la que no están preparados, porque aunque no lo creamos, parte de la inteligencia del ser humano reside en su capacidad crítica y el respeto hacia aquello con lo que no están de acuerdo.
Libertad para la gran y admirable familia taurina mexicana, que tanto nos da.