
8 de junio de 2025/Patricia Prudencio Muñoz/Foto: Luis Sánchez Olmedo
Las Ventas ha acogido todo un acontecimiento social e histórico ante un lleno de «No hay billetes» con la salida a hombros Morante de la Puebla. Los diestros Morante, Fernando Adrián y Borja Jiménez se midieron a los ejemplares de Juan Pedro Domecq. Los animales dieron juego y variedad, embestidas con ritmo, clase y entrega. Aunque también hubo algunos con matices y que no dieron tantas opciones como se esperaba. Morante cuajó a los tendidos, al de Juan Pedro Domecq y todo lo que le pusiera por delante. Hizo una auténtica apología por ambos pitones, con aquella esencia tan única y tan morantista que el público enloqueció. Hizo historia con el cuarto, un toro con el que le pedía que lo matara, Morante se impuso con torería, arte, pellizco, temple y poder, robándole, con una quietud exquisita, los mejores naturales que se podían ver. Fernando Adrián no terminó de acoplarse con el segundo de la tarde, un toro con calidad con el que cuajó una de las últimas tandas. El diestro no terminó de acoplarse con el quinto. Borja Jiménez no tuvo demasiadas opciones con el tercero, un toro que se agotó rápido, que no pasaba, pero con el que insistió apurando las distancias. Lo intentó con el insípido sexto al que trató de darle emoción con una faena de entrega, disposición y firmeza.
Morante de la Puebla, una apología de capote y muleta premiada con una oreja
Morante de la Puebla saludó al primero de la tarde con un auténtico recital de toreo a la verónica, aunque también con variedad. Inició la faena junto a las tablas, con ayudados por alto, con torería y despaciosidad. Continuó sobre el derecho, encajándose para envolvérselo a la cintura con cadencia y una torería muy propia y tan única que cada muletazo era una apología. Al de Juan Pedro Domecq cada vez le costaba más pasar, pero Morante paró para iniciar una tanda por el izquierdo, en la que lo llevó con naturalidad, clase y una esencia única en la que hubo naturales profundos e infinitos.
Fernando Adrián corta una oreja al segundo de la tarde
Fernando Adrián saludó con gusto al de Juan Pedro, estirándose y llevándolo hasta los medios. Recibió en la franela al segundo de la tarde con un inicio por abajo, genuflexo, mientras le ganaba terreno. Continuó sobre el derecho, primero a media altura, para después bajarle la mano y tratar de llevarlo en redondo alrededor de su cadera. Llegó a los tendidos, sin embargo, no terminó de vaciar la embestida por abajo, sin rematar sus salidas. Cambió al pitón izquierdo, dándole las salidas por alto, pero sin terminar de ordenar. El de Juan Pedro embestía con fijeza, siguiendo el engaño con claridad y suavidad, entregándose con clase. Logró una tanda en la que le bajó la mano y se la dejó puesta encontrando esa ligazón y algo más de profundidad. Culminó por bernadinas y una estocada con acierto.
Borja no termina de acoplarse con un tercero sin opciones para el sevillano
Borja fue breve en su saludo capotero pero contundente, calando en los tendidos. Se alcanzó la faena de muleta, en el que le fue pasando con despaciosidad y mucha suavidad. Se decidió por el pitón derecho, uno a uno, buscando ese acople y armonía que le diera el lucimiento a la tanda. Lo tocó con firmeza en la cara, bajándole la mano, tratando de llevarlo muy tapado. Sin embargo, no se podía exceder para que no perdiera las manos. No le sobraban las fuerzas y costaba mucho pasarlo, por lo que la emoción y la paciencia del público se fue agotando poco a poco. Quiso alargar sin haber muchas más opciones que la de abreviar. Se quedaba parado, no pasaba y Borja acortó las distancias para meterse entre pitones y tratar de arrancarle las embestidas.
Morante corta una oreja al cuarto y hace historia
Morante no pudo estirarse con el cuarto en su saludo capotero, el animal salió suelto y ajeno a las demandas del sevillano. Se alcanzó la faena de muleta y rodilla en tierra en el tercio lo pasó por ambos pitones, sacándolo con arte y pellizco. Por el derecho quiso seguir su faena, mostrándole la muleta planchá y girando sobre sí mismo. Dejó pases de cartel de toros. Le dio tiempo, el pecho y siguió por ese pitón, enroscándose con el en un baile perfecto. Cambió al natural y los tendidos enloqucieron con aquel toreo de verdad, dotado de naturalidad en el que lo pasó a cámara lenta. La plaza se rendía ante aquella mano izquierda. Después de aquella indescriptible tanda decidió recuperar el pitón derecho para templarlo, llevarlo, meterlo y cuajarlo. Culminó con aquella Tauromaquia añeja que tanto sabor le da Morante, unos pases por abajo, un macheteo y una nueva tanda al natural, con la que acortó distancias. Le adelantó el engaño a la cara y con una quietud exquisita, llevó el brazo atrás, llevando consigo al de Juan Pedro Domecq. Dejó un estocada caída pero efectiva.
Fernando Adrián no termina de acoplarse con el segundo de su lote
Fernando Adrián recibió en su capote al segundo de su lote con tres faroles de rodillas junto a las tablas para después seguir por verónicas y chicuelinas, cerrando con una media. Decidió irse a los medios para iniciar su faena también de rodillas, citándolo en la larga distancia. Logró mantenerse en rodillas aprovechando la inercia, toreandole en redondo por el pitón derecho. Decidió seguie por ese pitón, enroscándose con el. Le dio tiempo y sitio a un animaya al que cada vez le costaba más atender a las demandas del diestro madrileño. Una vez que lograba meterlo, conseguía llevarlo con cierta continuidad, siempre tapado. Cambió al natural, sin encontrar el sitio ni la forma para llevarle hasta que casi lo prende. Por este motivo, decidió retomar el pitón derecho en una faena ya venida a menos. Metió y sacó el acero pero con ello murió el toro.
Un entrega de Borja ante un soso sexto
Borja Jiménez tuvo que bregar con el sexto en su recibo capotero, sin llegar a estirarse con el. Inició la faena por abajo, pasándolo genuflexo, ganándole terreno para llevárselo más allá del tercio. Le puso el engaño y siguió sobre el derecho en una tanda lenta y muy bien llevada. Siguió, dejándosela puesta, bájandole el engaño y corriendo la mano. Cambió al natural, llevándolo en el uno a uno, ante un toro que se quedaba corto, pero al que Borja hizo pasar. No había aquella emoción en la embestida que ayudara al sevillano a calar en los tendidos venteños. Pasaba, pero lo que llegaba era la entrega de Borja, con disposición y firmeza. Falló con el acero.
Las Ventas. Toros de Juan Pedro Domecq. Los animales dieron juego y variedad, embestidas con ritmo, clase y entrega. Aunque también hubo algunos con matices y que no dieron tantas opciones como se esperaba. Morante de la Puebla, oreja y oreja; Fernando Adrián, oreja y silencio; Borja Jiménez, silencio y silencio.