El Cid y Santander, el idilio que no cesa

Seis astados de la vacada cacereña de Victorino Martín se lidiaban este 25 de julio en la séptima de la Feria de Santiago de Santander. Hacían el paseíllo Manuel Jesús ‘El Cid’, Andrés Roca Rey y Jarocho.

25 de julio de 2025/Ismael del Prado/Foto: Arjona

Como ese Cantábrico que no cesa en su oleaje rizado y bravo, Manuel Jesús “El Cid” también es perenne al tiempo en Cuatro Caminos. Santander enloqueció una tarde más con el de Salteras, que pareció reivindicarse con la enésima postal en su plaza talismán, como si no quisiera que le faltara en el álbum la fotografía sin la añorada arena cobriza. Dos orejas a un excelente “Victorino” de vuelta al ruedo, tras una faena que pareció salida del sepia. Ese comienzo tremendo, nostálgico, con El Cid citando, pronto y en la mano, con la zurda adelantada para torear al natural. ¡Y qué naturales! Casi una docena, largos, profundos, henchidos en temple para ralentizar una embestida brava como ese Cantábrico. Otras dos mas igual. Cumbre. Fue honesto Manuel, no mareó la perdiz ante los crecientes cantos de sirena de indulto y lo mató casi en los medios con una estocada corta letal.

Dos orejas del tirón de un “Vengativo” premiado con la vuelta al ruedo justamente y que añade otra muesca más a una temporada de matrícula de honor de Victorino Martín. Sevilla, Madrid, Granada, Alicante, Mont de Marsan, La Línea… Caleidoscopio de triunfos a los que se suma Santander. Está penúltima de Santiago también atisbo a un torero al que seguir la pista. Cayó de pie Jarocho en el coso montañés gracias a su clasicismo y su buen toreo al natural. Suave y sin un tirón, algo que siempre agradecieron los de Albaserrada. Sólo el acero le apartó de una oreja del sexto. Se fue de vacío Roca Rey, gran reclamo por su encuentro con Victorino tras el fallido años atrás en Valladolid. Cierto que tuvo mal lote, pero tampoco el peruano parecié ese volcán que suoura emociones tarde tras tarde, salvo en un par de tandas de mano baja al segundo.

Actitud y técnica de El Cid, ovacionado con un primero exigente y que reponía

El “Victorino” del regreso, años después, a Santander fue un ejemplar largo y fuerte, de lomo quebrado, con perfil y desarrollo de pitón, engatillado, serio. Con viveza en su mirada, fue un animal exigente. Tras el saludo, a favor del toro, de Manuel Jesús “El Cid”, puso los pitones a la altura de las riendas del picador en varas. Costoso también para banderillear. “El Cid” se lo sacó más allá de las dos rayas y, ahí, armó un trasteo en el que, en los compases iniciales, trató siempre de aliviarle al final del muletazo, sin exigirlo. Sobre las manos, pero con el pitón derecho, pasaba el cárdeno oscuro, que pesaba y tenía importancia. Lo apretó más a partir de una buena tanda de derechazos, más maciza, que pudo secundar después con la mano izquierda, a pesar de que el burel, por ahí, reponía más, mucho más corto en el viaje. La estocada, desprendida, necesitó de un par de golpes de cruceta, por lo que el balance quedó en una ovación desde el tercio.

Faena de encaje y mando de Roca Rey, que pincha la oreja del tardo segundo

Más agradable, acapachado, con las puntas hacia delante, el segundo fue un toro ensillado y muy musculado, que permitió alguna buena verónica a Roca Rey de salida. Apostó por los delantales en el quite posterior, en el que el viento le jugó una mala pasada, pues una ráfaga lo dejó completamente al descubierto a la salida de uno de los lances, y perdió pie al ser arrollado por los cuartos traseros del burel. El animal le pasó por encima, pese a intentar el quite con el percal, pero la fortuna no hizo por él, porque quedó a merced. Luego fue un toro tardo, que escarbó lo suyo. Roca Rey consiguió, no obstante, ligarle las series, a base de provocarle mucho la embestida y ganar siempre un paso entre cada muletazo. Largos los de pecho, de pitón a rabo. Le bajó mucho la mano en cada serie, exigiéndole, y el “Albaserrada” respondió. La mejor tanda llegó justo al final del largo trasteo —sonó el aviso antes de montar la espada—, con la diestra: maciza, mandona, profunda, despaciosa; el peruano, encajado, espatarrado y con firmeza de plantas. Le pinchó por dos veces antes de dejar una media en buen sitio, con dos recados ya desde el palco.

Jarocho, media docena de naturales a un tercero reservón, que no tuvo embroque

Abría más la cara que sus hermanos el tercero, un toro con poco perfil, pero fuerte, con pecho y cuerpo. Lo paró sobre las piernas Jarocho, muy torera la estampa, añeja. Se empleó en el peto el de Victorino, que ya mostró en esos primeros tercios que era un astado que se pensaba cada arrancada. Lo corroboró en el último, ya a solas con Jarocho, porque el animal tendía a escarbar y a meter la cabeza entre las manos. Cada vez más desconcertante, cada vez más reservón. Jarocho trató de ligarle las series, pero apenas pudo robarle una al natural de mérito, antes de que el astado se parara definitivamente, ya sin embroque. Metió la mano con habilidad y enterró la espada algo desprendida, pero certera.

Dos orejas para El Cid, cumbre al natural, que cuaja a un gran “Vengativo” para el que se pidió el indulto

De hechuras perfectas: bajo, de lomo recto, con cuajo, engatillado y con la seriedad de la vuelta del pitón. Toro definido de salida ya en el capote de El Cid, que pudo estirarse a la verónica. Cumplió con creces en el caballo. Y lo vio claro El Cid. Sin preámbulos, como tantas y tantas tardes, le ofreció la muleta al natural en la misma boca de riego. Ese inicio fue primoroso. Sin duda, lo mejor de la feria. Con el sevillano, taloneando, sin perder pasos y cosiendo el encastado viaje del toro. Naturales ralentizando cada codiciosa embestida. El de pecho, a la hombrera contraria. Muy torero. Hubo otro par de tandas con la misma intensidad con la zurda, y también mantuvo el tipo en redondo. El toro, a más en su bravura. Para entonces, ya había quien pedía el indulto. Siguió El Cid, pero la última tanda no fue tan rotunda como todo el trasteo y, pese a la petición creciente, fue honesto. No buscó excusas para prolongar el trance: se perfiló y dejó una estocada corta, con mucha muerte. Dobló el de Victorino y la plaza, un manicomio, no cesó hasta conceder las dos orejas y la vuelta al ruedo para el magnífico toro.

Muy incómodo Roca Rey, sin opción con un quinto deslucido y de feo estilo

Con kilos y cuajo, apretado de cuerna, el quinto fue un cárdeno oscuro con plaza, que no le permitió brillar con el percal. Recibo a favor del toro, con Roca Rey abriéndole caminos, porque el de la “A” coronada salió con muchos pies. No terminó de emplearse en el caballo y hubo que llegarle lo suyo en banderillas. Fue un toro deslucido, que careció de ritmo, por lo que obligaba al peruano a perderle y ganarle pases para poder ligarle, lo que enturbiaba calar en el tendido. Además, tampoco descolgó en las telas, pues tendía a finalizar sus grises embestidas por encima del estaquillador de la muleta del peruano y con un “tornillazo” tan incómodo como se vio a Roca Rey en todo su quehacer. Lo mató de una estocada defectuosa, tendida y muy trasera.

Vuelta al ruedo para Jarocho, clasicismo y naturales de seda a un sexto agarrado al piso

Cerró plaza el “Albaserrada” de mayor romana, único por encima de los 600 kilos, un toro lleno y hondo, con esqueleto, el más bastote del parejo envío, aunque también el cabeza más pobre. Cumplió en varas y se dejó en banderillas, donde hubo que llegarle. Lo comprobó pronto también Jarocho -que había brindado a sus compañeros de terna-, pues fue un toro agarrado al piso. Apostó por el pitón izquierdo el burgalés y logró dos tandas notables. De una dulzura exquisita, sin un tirón, echando los vuelos para enganchar cada embestida hasta el final. Asentado y encajado. Sedosos naturales, ya sin inercias del cárdeno. Cada vez más parado, no quiso jalar más y Jarocho, sin salirse de su elegante clasicismo, acortó las distancias en el tramo final. Lo mató de pinchazo y estocada baja, obstáculos que le alejaron de un justo trofeo.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuatro Caminos, Santander. Séptima de la Feria de Santiago. Corrida de toros. Lleno de ‘No hay localidades’

Toros de Victorino Martín. El primero, exigente, reponiendo siempre, de poco recorrido con el izquierdo; el segundo se pensaba cada arrancada, pidió mando, pero fue agradecido por el pitón derecho; el tercero, reservón, escarbó mucho y echó la persiana en la segunda tanda; el 4º, n°36, de nombre “Vengativo”, excelente toro, pronto, con ritmo, transmisión, profundidad y humilladora embestida; premiado con la vuelta al ruedo; el quinto, muy deslucido, sin ritmo ni celo, no humilló nunca; El sexto, agarrado al piso y sin inercias, acusó su romana en la muleta.

Manuel Jesús ‘El Cid’, de marino y oro: Ovación y dos orejas

Roca Rey, de pistacho y oro: Silencio tras dos avisos y silencio tras aviso

Jarocho, de rosa palo y oro: Silencio y vuelta al ruedo


 

Top