
1 de octubre de 2025/Suertematador.com
Con profunda pena recibimos la noticia de que el rejoneador don Ramón Serrano falleció la tarde de este martes 30 de septiembre de 2025, a los 79 años, en un hospital de la Ciudad de México, a consecuencia de una enfermedad en las vías respiratorias que lo mantuvo más de nueve meses internado, sin embargo, en todo este tiempo nunca dejó de luchar con ese carácter tan férreo que le caracterizó a lo largo de una existencia plagada de entrega y valentía.
Con datos proporcionados por el colega Juan Antonio de Labra, Ramón Serrano Segovia nació en la capital del país el sábado 6 de abril de 1946 en el seno de una familia que luchó para abrirse camino y a pesar de los avatares propios de quienes buscan reivindicarse, consiguió un importante posicionamiento social y económico, el que más tarde le permitiría dedicarse a su gran pasión: los caballos y el toreo.
Desde su juventud gustó de la charrería, misma de la que fue un entusiasta practicante. Pero, cuando descubrió el toreo a caballo, su relación con los equinos cambio por completo, derivado de esa puesta en escena tan especial que supone torear en una plaza sobre los lomos de un corcel y ante el público.
SUS INICIOS EN EL REJONEO
Aunque comenzó a hacerlo a una edad un tanto avanzada, pues, entonces ya tenía alrededor de 30 años, pronto se dio cuenta de que podía despertar controversia y como su personalidad era arrolladora, en todos sentidos, lo consiguió de inmediato con una cuadra bien domada, espectacular y en la que brilló con luz propia aquel caballo blanco, español de raza, llamado “Amoroso”. Sus quiebros inverosímiles, dándole muchas ventajas a los toros, fueron novedad en una época en la que el toreo a caballo apenas comenzaba a evolucionar.
Don Ramón llegó a torear con las tres indumentarias con las que suele practicarse el toreo a caballo, es decir, a la usanza charra mexicana, a la usanza portuguesa y también vestido con el clásico traje corto campero, siendo de los primeros rejoneadores en México en utilizar casaquillas bordadas en oro. Como todo torero, tampoco estuvo exento de sufrir cornadas, como una en una ingle y otra en una pantorrilla, además, de algunas fracturas.
Y a finales de esos años 70 se convirtió en un rejoneador temperamental y polémico que llamó la atención del público.
Tomó la alternativa el domingo 2 de septiembre de 1979 en el coso “El Paseo” de San Luis Potosí, de manos del legendario Gastón Santos, en una tarde que completaron los caballistas don Pedro Louceiro, Gerardo Trueba, Jorge Hernández Andrés y Raúl Arredondo. El toro de la ceremonia pertenecía a la ganadería de La Playa, con el que demostró que iba a tener una mayor proyección como jinete torero.
Además de “Amoroso”, con caballos como “Capricho”, que fue el primero con el que hizo quiebros, “Rumbero”, “Moncho”, “Gaudí” y “Balazo”, enriquecieron su cuadra en distintas épocas, mientras que “Cordobés” tuvo la mala fortuna de que un toro de San Antonio de Triana, que se escapó en la Monumental Zacatecas en una corrida de 1988. le provocara una fractura de la que terminó muriendo.
HOMBRE GENEROSO Y TEMPERAMENTAL
Fumador empedernido, generoso y desprendido, don Ramón le regaló una cuadra completa a Carlos Arruza -hijo-, cuando a éste se le incendió su camión con toda la cuadra y, con el paso de los años, también les obsequió caballos a otros rejoneadores, tanto mexicanos como portugueses. En su momento, donó también un quirófano móvil para la Asociación Nacional de Matadores.
En 1984 hizo una incursión en Portugal, con sus caballos cuarto de milla, donde llegó a “picar piedra” y acabó toreando una temporada completa hasta presentarse en el coso lisboeta de Campo Pequeño, en una corrida en la que compartió cartel con Mestre Batista y Joao Ribeiro Telles.
En otra ocasión tuvo un altercado con el matador Manolo Martínez y a don Ramón le salió lo “bragao”, quien para eso se pintaba solo y le dijo al mandón que estaría dispuesto a sortear con él y matar a caballo el toro que le tocara en suerte, independientemente de que no estuviera arreglado de los pitones para rejones.
Este hecho le granjeó simpatía en un gremio donde siempre se le miró con admiración, pues, era echado p’alante y se hacía respetar mediante un carácter explosivo y hasta extravagante.
Alrededor de anécdotas como ésta se tejieron otras historias curiosas, muchas veces exageradas o falsas, pues, don Ramón siempre mantuvo prudente distancia con el medio taurino y muchos de sus protagonistas solían llegar disfrazados de “corderos” a ver si le sacaban dinero.
SUS TARDES EN LA MONUMENTAL PLAZA MÉXICO
Pasaron muchos años toreando en cosos de provincia, con el apoderamiento del matador Raúl García, hasta llegar a la Monumental Plaza México, lo que ocurrió el domingo 7 de enero de 1990, ya cuando había acumulado más de 200 corridas. Esa tarde abrió el festejo con un toro de su ganadería, Tequisquiapan, que había adquirido un par de años antes a la viuda de don Fernando de la Mora Madaleno. Aquel día encabezó el desfile de las cuadrillas acompañado de los diestros Mariano Ramos, el ibérico Rafi Camino y Enrique Garza.
Toreó otra corrida en el coso de Insurgentes el martes 5 de febrero de 1991, al lado de Eloy Cavazos, Curro Rivera y Miguel Espinosa “Armillita Chico”, donde lidió un toro de Fernando de la Mora, de nombre “Naviero”, bautizado en honor a la empresa familiar, “Transportadora Marítima Mexicana”, mientras que en otra corrida en la que actuó, el domingo 29 de marzo de 1992, estuvo entonado con el toro “Tanganxuan”, de El Junco, que pesó 592 kilos y con el que saludó una ovación en el tercio. Ese día salió por delante en el mano a mano entre el salmantino Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea” y Miguel Espinosa “Armillita Chico”, mientras que el domingo 17 de enero de 1993 hizo un nuevo paseíllo en el gran coso de Insurgentes al lado del propio Miguel Espinosa, Eulalio López “Zotoluco” y el español Jesús Janeiro “Jesulín de Ubrique”, con un toro de Los Martínez.
También se le recuerda por su actuación el día en que la Monumental Plaza México cumplió 50 años, el lunes 5 de febrero de 1996, mostrándose por delante con un toro de Xajay, en corrida que duró casi cinco horas y se lidiaron un total de 10 ejemplares de la misma divisa, con los espadas de a pie, Jorge Gutiérrez, Manolo Mejía y el valenciano Enrique Ponce en el cartel. Esa tarde realizó varios y vistosos quiebros manejando a “Lagartijo”, su expresivo caballo colorado.
MOTIVADO POR LA CARRERA DE SU HIJA MÓNICA
De hecho, esa fue su última comparecencia en la primera plaza del capital del país. Compartió el paseíllo con su hija Mónica, quien apenas empezaba a montar, actividad que más tarde profesionalizó, en gran medida, gracias al apoyo incondicional de su padre para convertirse en una destacada amazona, un hecho que a don Ramón siempre le llenó de orgullo y satisfacción.
Andando los años, don Ramón toreó de forma espaciada y sus presentaciones en público fueron puntuales. Sin embargo, nunca dejó de comprar caballos para ponerlos y probarlos en el ruedo de su plaza de tienta con vacas antes de debutarlos en público. De esta afición tan grande, su hija Mónica pronto se contagió por lo que, en años recientes, don Ramón la alentaba a torear y a ensayar con ella en su rancho ubicado en Tepeji del Río, Hidalgo, donde también se asienta la ganadería de Pie de Casas.
Así pues, don Ramón fue un hombre con una afición tremenda al rejoneo, a los equinos y a las yeguadas, de las que se nutrió siempre para estar a la vanguardia en el mundo del caballo, especialmente en el de raza lusitana.
Aunque recientemente salía poco, estaba enterado de lo que ocurría en España y Portugal en materia taurina y caballar, que fue la gran pasión de un personaje que, si se le conocía de cerca, sacaba siempre ese fondo de nobleza y lealtad de los viejos caballeros de otro tiempo.
Por ello, a través de esta breve semblanza biográfica, apenas bosquejada, enviamos nuestras más sentidas condolencias a su esposa doña Vivianne Velarde y a sus hijas Alejandra, Vivianne, Paloma, Ana Sophia y, especialmente, a Mónica, así como al resto de su familia, amigos y colaboradores.
Se marcha así, al galope, un rejoneador que, en su día y con la reciedumbre de su toreo, no pasó inadvertido para la afición.
Descanse en paz el conocido “Rey del Quiebro”.