Única oreja para Marco Pérez en la primera de Cali

26 de diciembre de 2025/Javier Baquero

En una tarde que paso del sol candente a un cielo apagado, al punto de tener que encender las luminarias, vivimos la primera tarde de toros en la Feria de Cali 2025.

Un cartel bien rematado, conformado por el francés Sebastian Castella, nuestro crédito nacional Juan de Castilla y el Nobel matador Marco Pérez, entregaron todo lo bueno que tienen en sus tauromaquias.

Se lidiaron astados de la ganadería cundinamarquesa de de JB Caicedo, desiguales de presentación y de juego. Dos cuchadas  un parte con evidente juventud y los que parecían adultos, salvaron la papeleta ganadera. Hubo más toreros que toros.

Sebastián Castella – Chenel y plata

Para abrir plaza el diestro francés, vio como el cielo se tornó oscuro, luego de un paseíllo bajo un sol candente. Saludo de capa a Ansioso, marcado con el número 410 y de escasos 450 kilos de peso. Con un lance del que salió suelto Castella guardó calma, mientras que el año violado astado paseo por los 360º del redondel. Luego en el centro del ruedo robó verónicas al que buscaba los tableros. En la pica reportó tumbó. Palmas al toro.

No hubo brindis, lo cual correspondía con lo poco mostrado por el burel. Tres muletazos anclado en las tablas y por alto. Luego entendiendo la falta de codicia del toro, le enseñó el camino y el JB pasó en algunas ocasiones, en otras disparado al refugio del tablado. Más voluntad en Castella que raza en el ejemplar, en el tendido un grito en solitario “empezamos Juan Bernardo”, protestando todo lo que en el ruedo se podía apreciar. Un novillote adelantado de 450 kilos de escasa carne, un comportamiento desconcertante y complegidad. La espada rápidamente y dos descabellos, para despeñarse de este regalito. Pitos al toro.

Con las banderillas vimos un desorden de subalternos por la falta de finesa del astado.

Cinco de rodillas por alto y el pase de pecho en pie arrancaron la primera gran ovación del público. Juan con disposición armó su muleta con mucha ondula y dando mucha distancia embarcó al burel que perseguía con presteza por momentos. Cuando el diestro nacional dejaba entreabierta la puerta salía presuroso al tablero.

Al francés en cuanto lugar lidió a Zorrillo, de 490 kilos, herrado con el número 372, un negro con poca cara y apariencia de imberbe. Castella se encontró en el capote con un ejemplar pegajoso de corto recorrido, poco hubo con la tela rosa. El ejemplar se desplomó en más de una ocasión, como si su animalidad no pudiese con los kilos que se le atribuían. Poca vara.

Castella llamó al ruedo a Ricardo Santana para brindar la lidia y muerte de su toro. Una ovación atronadora para el hombre que regresó de la muerte tras una fuerte cogida en el mes 5 de enero en Manizales.

Sebastián parado en el tercio inicio una labor de estudio a un toro que no era franco y quizás un poco tardó. La muleta a media altura, dando tiempo, de uno en uno para salvar la caída del astado, fue el común denominador.

El trapo rojo no podía declinar su rumbo sin encontrar el tras pies de Zorrillo. Todo se tornaba deslució al no haber materia prima. La espada del francés entró en tres cuartos, que lentamente acabaron con el toro.

Juan de Castilla – verde oliva claro, oro y cabos blancos

El torero colombiano, de buena temporada ibérica, llegó lleno de ilusión al ruedo caleño para saludar a Cerillero, un toro de 470 kilos en la tabla y número 409 en las carnes. Un negro bajito, de buena conformación fenotipica, con más cuerna y fijeza en las embestidas. Juan muy cerca a las tablas se abrió de capa para lancear con suavidad. El toro se arrancó de imprevisto y saludó el peto que habían en las embestidas querencia.

Cinco muletazos en todo el centro del ruedo, rodillas en tierra y uno más por alto, fue el saludo que se robó las primeras palmas del cuarto de plaza. Castilla siguió su labor con deseos de agradar, tirando de las embestidas de un toro que era un poco intermitente, en ocasiones repetía sin replicar y en otras buscaba el camino a los tableros. Juan mato de pinchazo y estocada casi completa.

Para el quinto, donde todos pedíamos que se cumpliera el viejo aforismo, de que no hay toro malo en este turno, vimos salir un toro zardo, es decir con más de tres pintas, castaño, negro, bocinegro, bragado y meano, con una visible cojera de su pata derecha.

Poca capa y mucha técnica en los lances de Juan. Brindó a Ricardo Santana y otra ovación para el hombre de plata. La labor con la pañosa fue muy aseada y con técnica, buscando la cadencia a través del temple. Los tiempos medidos para no descomponer la figura, ni la embestida. Con tandas cortas el de Medellín metió en el saco al toro que perseguía y era fijo en el engaño.

La mano izquierda también pidió cabida y logró equiparar lo realizado con la derecha. Temple y Olguín en los muletazos. Castilla ratificó su buen momento en la cara de los toros, mientras que Sombrerito fue perdiendo la movilidad con el paso de las tandas. Castilla buscó el acero cuando asomó el declive del burel. La espada salió disparada al encuentro con las carnes. Y en otras oportunidades el fallo se hizo recurrente. Un aviso sonó en el palco, mientras por fin se logró la suerte. Pitos al toro.

Marco Pérez – Chenel, oro y cabos blancos

El debut de Marco Pérez fue con un negro cuellilargo, con 490 kilos y el guarismo 407. Los lances fueron seguidos por el burel, quizás Nº con mucha armonía pero sí con fijeza. Mejor la ejecución del torero.

Luego de la vara de Luis Viloria se lució por chicuelinas, una Navarra y revolera.

Dos cambiados por la espalda a pie junto fueron el saludo del joven español para embarcar las embestidas del eje pimplar que perseguía el engaño.

En el palco alto el pasodoble Puerta Grande para destacar lo realizado por el debutante, mientras este se recreaba con la muleta en ambas manos. Marco encontró el sitio y la distancia para tirar con suavidad de la casta del JB. Bajo la mano y trazó el camino una y otra vez. Con la izquierda la dosificación fue de igual factura, uno tras otro, sin pausa y con suavidad.

El palillo de la muleta siempre tomado por el medio sin echar mano al recurso. Los roles se fueron sumando y el joven construía una faena variada en las ejecutorias con el común denominador del temple. El secreto haber entendido las condiciones del toro y sacar ra partido de ello. Pinchazo y estocada se timaron las dos orejas y el palco se abstuvo de entregar un trofeo. El pañuelo azul dio paso a una vuelta de generosidad al toro.

Para el cierre salió un buraco de alegres andares, con 485 kilos y el guarismo 385, de bonita lámina y armónico en su fenotipo. Marco saludo con cinco verónicas. De rodillas y remató con media en pie. Pérez mostró ganas y temple. Navarras, tamaleras y revolera luego de una corta vara.

Brindó a su compañero Juan de Castilla, e inició su faena rodillas en tierra. Entendió rápidamente las embestidas del bonito ejemplar. Marco midió los tiempos, dio las distancias suficientes para que el toro se recompusiera tras las tandas. Cada encuentro fue más firme y de mejor factura. El joven torero entendió con sobrades que tenía que atacar y dar espacios muertos para recomponer la figura y reiniciar la labor.

Paro la música al buscar el camino a las tablas para tomar el acero. En el público los gritos de suerte matador, preparación lenta y tratando de dejar al toro en labor mejor posición, pero pincho en primera instancia para dar paso a una estocada hasta la empuñadura. Una larga procesión barbeando las tablas buscando donde doblar. Tardó pero dobló y el palco entregó el único trofeo del festejo.

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